CAPITULO 29 DUELE EL AMOR

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El tren avanzaba con rapidez, rompiendo el silencio de la noche. Terrence sentía su corazón latir al ritmo de las ruedas que giraban sin cesar. "Can-dy...Can-dy" parecían decir, un llamado desesperado hacia la mujer que amaba y que había lastimado en tantas ocasiones. El actor alcanzó a ver una estrella fugaz y pidió un deseo antes que desapareciera por completo.

"¿Cuándo fue la última vez que hiciste eso, Grandchester?" - se preguntó con cinismo.

A su mente llegó un recuerdo lejano: el recuerdo de un niño que lloraba todas las noches y llamaba a su madre. Habían pasado años para que su deseo se cumpliera pero ahora podía decir que tenía una madre y quien era.

"¿Pasarán años antes que Candy me perdone?"

¿Cómo pedirle perdón a una mujer por haberla abandonado? ¿Cómo pedirle perdón por haberla engañado con otra mujer o por haberla "entregado" a otro hombre?

"Fui un inconsciente. ¿Cómo pude decirle a Stear que se la regalaba? ¡Como si ella fuera un objeto!"

Nervioso y llevado por el instinto llevó la mano hacia el bolsillo de su saco para buscar la cigarrera y una sonrisa de dibujó en sus labios al encontrar la armónica.

"Te saliste con la tuya, pecosa..."

Sintió un hormigueo recorrer su cuerpo al pensar en ella. Ansiaba tenerla frente a él, quería perderse en su mirada verde y decirle cuanto la amaba. Miró su reloj y calculó que estaría llegando a Chicago alrededor del mediodía; se dijo que debía dormir un poco pero estaba demasiado ansioso.

"¿Qué pensarás al verme, pecosa mía? ¿Te emocionará tanto como me emocionará a mi?"

Un escalofrío corrió por su cuerpo y se dio cuenta que tenía miedo. Miedo de sufrir su rechazo, miedo de perderla, miedo que ella se hubiera enamorado de Stear.

Hizo un mohín de disgusto al recordar que Candy le había dicho que era la mujer de Stear y que él era mejor amante.

"Ella es mía..." - pensó posesivo - "No me importa si ha estado con otro. ¡La conquistaré! Cornwall no se va a quedar con ella."

Candy le había enseñado lo que era el amor y con ella lo había vivido por primera vez en su vida. Ahora comprendía lo que hablaban los poetas y lamentaba haber huido. Su cobardía le había hecho perder el embarazo de Candy y los primeros meses de la vida de Alex...e involucrarse con una mala mujer.

"Tengo que cuidarlos de Susana. Tienen que estar conmigo".

Se puso de pie junto a la ventanilla y miró hacia la luna.

Albert se detuvo en seco en el pasillo al escuchar un llanto infantil.

"¿Qué le pasará a Alex?" - se preguntó mientras giraba sobre sus talones.

Se dirigió hacia la guardería y abrió la puerta esperando encontrar a Candy pero el rostro de Alex fue el único que lo recibió. Alex estaba de pie, sujetándose de las barras de la cuna, el rostro bañado en lágrimas.

"¿Qué te pasa, pequeñín?" - preguntó acercándose.

"¡Mama! ¡Mama!" - gimoteó"

"Mami debe estar profundamente dormida si no ha escuchado tus alaridos" - dijo tomándolo en brazos.

"¡Mama!"

"No llores, Alex...ya vamos por tu mami."

Albert avanzó hacia la puerta de comunicación de la guardería con la recamara de Candy.

"¿Candy?" - llamó en voz alta, sorprendido al ver la habitación vacía.

"¡Cady!" - repitió Alex.

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