CAPITULO 17 OSCURIDAD

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"¿Dónde se habrá metido Candy?"

"Está en la colina, Hermana María" - respondió Miss Pony.

"¡¿En su estado?! ¿Cómo se le ocurre a esa chiquilla subir esa colina?"

"¿Por qué te sorprendes?" - La anciana la miró por encima de sus lentes - "Candy siempre ha sido muy inquieta."

"Por algún motivo creí que el embarazo tranquilizaría a la niña."

"Candy ya no es una niña, Sor María. No lo olvide. ¿Por qué no se toma un cafecito conmigo?"

Las dos damas se sentaron junto a la ventana.

"Parece mentira que haya pasado tanto tiempo ¿no lo cree, Miss Pony?"

"Sí, han pasado muchos meses pero la tristeza en la mirada de Candy no se ha ido."

"Tengo la esperanza que la criatura le devolverá la alegría."

"Seguro que sí" - la monja sonrió - "¿Recuerda cuando Candy llegó a nosotras?"

"Era una bebita tan preciosa."

"Y se ha convertido en una mujer hermosa."

"El embarazo le ha sentado de maravilla."

El claxon tocó dos veces y Miss Pony levantó la mirada hacia la ventana. No pudo evitar sorprenderse puesto que ese no era día de visita en el orfanato y no esperaban visitantes.

"¿Quién podrá ser?" - se preguntó extrañada.

"¿Quién es Miss Pony?" - preguntó Sor María avanzando hacia ella con una toalla entre las manos.

"No lo sé."

"Es un coche muy lujoso" - comentó la monja mientras el conductor descendía para abrir la puerta del pasajero.

Candy descendió con lentitud, sus pies posándose en la nieve recién caída. Pudo sentir que la observaban y levantó el rostro para brindarles una sonrisa. En pocos minutos las damas estaban abrazando a su hija. Candy se aferraba a ellas, llorando en silencio.

"¡Candy, ha pasado tanto tiempo!"

"¡Chiquilla ingrata!" - Le reprochó Sor María - "¿Por qué no nos escribiste?"

Por contestación escucharon el sollozo desgarrador de Candy y la miraron preocupadas. El chofer carraspeó tras ellas para llamar su atención.

"Señora, creo que deberían entrar."

"¿Señora?" - se preguntaron Sor Maria y Miss Pony.

"Tienes razón, Tim" - dijo Candy limpiándose las lágrimas - "¿Tienen espacio para mí?"

"Por supuesto" - sonrió la religiosa intentando cubrir su preocupación -"Por favor síganos."

El chofer, equipaje en mano, siguió a las tres mujeres hasta la casita donde funcionaba el orfanato. Una vez adentro depositó las valijas donde le indicaron y retrocedió en espera de las órdenes de Candy.

"Puedes retirarte Tim. Estaré bien."

"¿Algún mensaje para el señor Andrey?"

"Dígale que no se preocupe, que estoy en casa" - le sonrió.

"Cómo usted diga, señora. Hasta luego" - inclinó la cabeza en señal de despido a las damas antes de retirarse.

Candy se volvió hacia las mujeres que la habían criado, que la miraban expectantes. Con una sonrisa triste, se quitó el abrigo que llevaba puesto y se llevó las manos hacia el abdomen. Recorrió el contorno con su mano para mostrarles su vientre redondeado. Ellas cruzaron miradas sin decir nada mientras Candy tomaba asiento en una mecedora.

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