II

4.6K 108 0
                                    

La habitación a la que daba paso aquel portón, era un enorme salón blanco, de grandes ventanales con cortinas vaporosas. El suelo estaba tapado en casi toda su totalidad por una alfombra color hueso. Aparte de varias estanterías repletas de libros, un par de sillones y un par de mesitas, en el centro de la habitación había un gran sofá de similar color al de la alfombra, sobre la que una niña leía en voz alta tumbada boca abajo. Un hombre apuesto para la edad que presentaba, leía el periódico y comentaba algo sobre él; una mujer vestida de uniforme colocaba una bandeja con dos tazas blancas y un vaso de zumo, sobre la mesita de cristal que había junto a la pequeña que leía, y a su vez, una mujer vestida con elegancia, que fue la primera en percatarse de nuestra presencia, ojeaba una revista de moda.

-Philip hijo- dijo la madre dejando la revista a un lado, para luego ponerse en pie y tras rodear el sofá, acercarse a su hijo y atraparlo en un abrazo. Comenzó a darle besos intermitentes.

-Mamá yo también te he echado de menos, pero por favor...- suplicó Philip apartándola de él con cuidado.

-Claro claro... no pretendo agobiarte- dijo acariciándole la mejilla. Me miró con curiosidad.

Hice uso.

"Es bonita"- pensó. Oír los pensamientos es como escuchar la voz de una persona, es decir, que también hay emociones, y ella lo pensó como... como si esperara todo lo contrario.

-Hola- me dijo tendiéndome la mano -Tu debes de ser la famosa Megana.

Le estreché la mano algo incómoda, antes de asentir.

-Bienvenida a la familia- dijo sonriendo con amabilidad.

-Gracias- Philip me miraba con ternura.

A la hora de la comida, todos nos sentamos a la mesa: Alice, la hermanita de mi chico, una niña preciosa y encantadora de ocho años; Miquiella, la madre, que parecía reservarse sus mejores palabras conmigo y me trataba como si fuera una simple invitada; Alexandro, el padre, una persona encantadora. Me hizo reír más de una vez. Él a diferencia de mi suegra, parecía aceptarme sin esfuerzo; Philip y yo. Y aunque estábamos todos, seguía habiendo un sitio libre junto a Philip, incluso Cristina, la mucama, había preparado un juego de cubertería.

"Dónde estará Lorelaine?"- pensó Miquiella mirando hacia el gran ventanal de la clara habitación de paredes azules y techo blanco. En aquel momento tan sólo pude preguntarme por quién sería esa chica.

"Esta chica es demasiado joven y seguramente inmadura para mi niño"- pensó antes de mirarme. Fruncí el ceño.

"Es bonita, hay que decirlo pero... demasiado pequeña. En cuanto tenga oportunidad hablaré con mi hijo y le diré lo que pienso"- tuve ganas de lanzarle el trozo de carne que acababa de cortar.

-Señora, ha llegado la joven Lorelaine- dijo otra criada desde la puerta.

-Pues hazla pasar María, ¿a qué esperas?- su acento era claramente italiano, pero pocas veces utilizaba nuestra lengua natal.

-Como mande señora- pocos segundos después se escuchó el repique de unos zapatos de tacón.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora