I

4.5K 87 1
                                    

Me senté a su lado, no sin incomodidad.

-Megana- me hablaba, pero su mirada la clavaba en el suelo. Suspiró -Tienes razón acerca de Lorelaine. Me decanto más por ella por la familia a la que pertenece. Pero claro...- dijo abriendo los brazos como queriéndome mostrar algo -Una lo tiene todo y aún así el hambre de más, no sacia- dijo riendo con compasión por sí misma -Pero no, no antepongo todo eso a la felicidad de mi único hijo, mi principito- sonrió ahora con tristeza -Se hace grande ¿sabes? No le gusta que le llame principito- suspiró -Y ahora prefiere a la novia antes que a su madre. Pero no me interpondré.
Sus ojos se tornaban cada vez con un brillo más lacrimoso hasta que finalmente una lágrima brotó rápida y escurridiza.

-Señora yo no pretendo quitarle a su hijo, no pretendo que me prefiera, jamás fue mi intención alejarlo de usted... de su familia- se limpió con rapidez el rastro que había dejado la lágrima y cortó el paso de otra.

-Mira Megan... no me interpondré, pero tampoco te voy a aceptar sin más y no lo tomes a mal ni como algo personal, no es por ti, es mi posición como madre. Es mi niño y aparte de dos o tres petardillas que han ido apareciendo en su vida, siempre he sido la única mujer para él- dijo sonriendo con tristeza. Asentí.

-No necesito que sea de otro modo- dije.

-Bueno... - dijo poniéndose en pie. La imité -Te habrá sorprendido que suba. A mí más me ha sorprendido ver a mi hijo romper de un puñetazo el cristal de la puerta- abrí los ojos como platos -Antes de entrar y decirme unas cuantas palabras poco apetecibles para una madre. Le estarán curando la mano, baja y tranquilízalo, ¿sí?- me sonrió. Sabía que aquel gesto le costaba. Asentí.

-Con permiso- dije antes de dejarla sola en la habitación.

En la gran cocina había mucho movimiento. Estaban preparando la comida y los ingredientes ya se olían en el ambiente. Philip estaba sentado en uno de los taburetes que había frente a la encimera de granito, con las manos, una de ellas vendada, extendidas sobre ella. Tenía la mirada perdida. No pensaba en nada.

A su lado, Alice descansaba las manos sobre la encimera y la cabeza sobre estas. Al verme se incorporó como impulsada por un resorte. Philip al ver su reacción miró en mi dirección. Hizo ademán de levantarse.

-No te levantes- le pedí. Me acerqué y lo abracé -¿No podías pegarle a una almohada?- pregunté tomándole la mano derecha, que era la que tenía vendada. Rio sin ganas antes de tomarme por la cintura y atraerme hacia él para luego besarme. Hundí los dedos en su fino cabello.

-Dime lo que necesito oír a parte de que me quieres- dijo una vez nos hubimos apartado. Sonreí inevitablemente.

-No me voy a ningún lado, no sin ti- me abrazó.

-Gracias- reí.

-A ti.

Aquella misma tarde, Marcello llamó.

-¿Cómo ves el desarrollo de la película? ¿Te gusta tu diálogo?

-Sísí- dije rápidamente haciendo que aquellas dos palabras parecieran una -Está muy bien. Creo que no tengo derecho a quejarme- rio al igual que Philip, que me observaba con ternura mientras hablaba.
Estábamos en la piscina jugando a las cartas con Alice en una de las amplias tumbonas.

-Claro que lo tienes- dijo aún riendo.

-No, tengo más derecho de agradecer que otra cosa. Es perfecto- mentí un poco, recordando mi primera opinión al leer el diálogo.
Me dijo que las grabaciones comenzarían al mes siguiente, cosa que no nos era oportuno en absoluto. Lo cierto es que no había pensado en la agencia al aceptar el papel.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora