II

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Al abrir los ojos me encontré con la mirada color chocolate de la que vivía enamorada.

-¿Qué me miras?- pregunté ocultando el rostro entre las sábanas.

-Lo que más bonito tengas. Vamos, que todo- me descubrí un ojo para mirarlo. Me sonrió antes de inclinarse para darme un beso en la cabeza.

-¿Por qué eres así?- pregunté apartando las sábanas de mi rostro.

-¿Así cómo?- parecía haberse preocupado.

-Tan especial en mi vida- me miró aliviado.

-Me habías asustado- me dijo a la vez que me atrapaba entre sus brazos -No lo soy tanto como tú en la mía- me besó.

Tras ducharnos y vestirnos, bajamos a desayunar con el resto.

Al llegar al comedor, Alexandro, Alice y Miquiella ya estaban sentados a la mesa.

-Os iba a esperar pero tardabais mucho- dijo Alice tomando un sorbo de su zumo de naranja.

Nos sentamos para acompañarlos.

-¿Leche?- preguntó la criada mostrándome la jarra de cristal que llevaba en manos.

-Sí, por favor- llenó el vaso hasta arriba.

-Hemos estado hablando- siguió Alice mientras me llevaba el vaso a la boca -Sabes que con la nomo de jardín- escupí la leche accidentalmente al escuchar aquello último.

Todos, incluida la sirvienta que se puso a limpiar el desastre, comenzaron a reírse.

-¿Qué he dicho?- me uní a las risas entre disculpas una vez me limpié los labios con la servilleta.

-Hemos estado hablando de que nunca habíamos hecho lo de ayer de salir todos, incluida la novia de mi hijo, a dar un paseo- dijo Miquiella una vez nos relajamos todos. Sonreí ante la idea, viendo posible la opción de que mi suegra me terminara acepetando.

Antes de la hora de comer, estábamos de camino a la casa de campo. Por una vez en mi corta estancia allí, me sentí cómoda y normal al ver que mi suegro le daba el día libre al chofer y rechazábamos la idea de ir en uno de sus cochazos llamativos o en coches distintos, para tomar la de ir los cinco en uno y que el conductor fuera él mismo.

Mi normalidad y comodidad terminó por los suelos al llegar a la casa de campo.

Era mucho más grande que la de la ciudad o la de veraneo, como la llamaban ellos.

Los terrenos de alrededores eran grandes llanuras verdes. Parecía el típico paisaje de un campo de golf. Habían aves blancas sobrevolando o bien pisando aquel campo llano y perfectamente cuidado.

Al bajar del coche, en lo primero que me fijé, fue en los pavos reales que rondaban por allí a sus anchas, haciendo culto a sus exquisitos colores.

¿Con quién estoy saliendo? ¿Es un duque y aún no me lo ha dicho?- pensé. Todo aquel modo de vida no le pegaba en absoluto y por tentador que fuera, no me gustaba.

-Mamá, lo primero que haremos será ir a las cuadras. Dentro de un rato volvemos- dijo Philip cogiéndome de la mano. Alice se enganchó literalmente del brazo que me quedaba libre.

-De acuerdo pero no tardéis. Voy a ordenar que vayan preparando la comida.

Vistos a lo lejos, los campos eran bellos, pero caminar por ellos era otro mundo.

Garzas y palomas pintaban de blanco los verdes campos. Las aves que más llamaron mi atención, fueron los pavos reales blancos. Eran hermosos.

En las amplias cuadras no habían más que perros y más de las mismas aves.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora