¡Bambina insolente!

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La dulce voz de la chica envolvía el ambiente. Tarareaba una canción que no supe identificar, mientras acunaba entre sus brazos a un bebé cubierto por una fina y pequeña sábana celeste.
Ambos se encontraban bajo la enorme copa de un árbol de hojas color lima y junto al gran y ancho tronco de éste.
Todo era precioso. 
Ver la hermosa imagen que ofrecían aquella joven y su pequeño, el gran y esponjoso manto que formaban las pequeñas hojas que lograban caer de las ramas sobre el suelo, el delicado entorno que creaban la dulce melodía que cantaba ella, las mariposas Tigre que por allí revoloteaban juguetonas, el leve sonido del arroyo, los matutinos rayos de sol que se hacían paso por el aire, dando al ambiente una iluminación igual de cálida que cegadora y el suave y pasajero susurro del viento...
La joven dejó de cantar para decirle algo a su pequeño que desde allí, donde yo me encontraba, no podía escuchar.
Me acerqué a ellos y me hubiese acercado aún más si hubiese podido, pero algo me impedía avanzar. Aún separándonos aproximadamente diez metros, pude ver que aquella chica era yo.

-Nuestro pequeño príncipe- "dije" mientras acunaba a aquel pequeño entre mis brazos. Quise acercarme para poder ver su rostro, pero nuevamente algo me lo impedía. 
En cuestión de segundos, todo cambió a nuestro alrededor. El bosque pasó de ser uno primaveral a uno caducifolio, moteado en distintos tonos marrones y anaranjados. El arroyo parecía llevar más agua y los rayos de sol se tornaban más ambarinos, por lo que también supe que la tarde reinaba en los cielos.
Clavé la mirada en "mí", "mis" mejillas ahora estaban húmedas por las lágrimas. Salió de entre las sábanas celestes una pequeña manita que descansó sobre el cuello de su madre, que la tomó y la besó antes de pedirle perdón en un susurro.
Aún siendo yo, no supe que ocurría, por qué aquellas lágrimas...

Algo chocó contra el suelo antes de que todo se volviera oscuro.

❇️

-Lo siento, lo siento, ¿la he despertado?- me costó caer en que aquello ya no pertenecía a mi extraño sueño. 

Sentí el tacto de una mano sobre mi frente.

-No, aún duerme- abrí los ojos poco a poco -O no- dijo Philip con voz divertida dándome la bienvenida con una de sus bellas sonrisas.

¿Qué mejor recibimiento? Me incorporé torpemente, finalmente con ayuda de mi chico.

-Lo siento mucho señorita, no era mi intención despertarla- se disculpó Lilian a mi espalda.

-No te preocupes Lilian- dije apartándome del cuello los cabellos que se me habían pegado a la piel. Philip estaba acuclillado frente a mí, haciendo equilibrio mientras apoyaba el peso únicamente sobre las puntas de sus pies -¿Qué hora es?

-Las siete y media- respondió él.

-¿Y las niñas?- pregunté ya más espabilada.

-Lola se llevó a Rosa y mi padre se llevó hace poco a Alice.

-¿Por qué no me despertaste?

-Has pasado mala noche cariño- dijo acariciando mi mejilla -Además... Todos me dejaron el mismo mensaje para ti- dijo antes de tirar de mí, para luego atraparme en un fuerte abrazo antes de aplastar sus labios contra mi mejilla. Reí por la tosquedad de sus gestos.

-Te dijeron que me torturaras ¿y no me lo quieres decir?- pregunté provocando su risa una vez dejó que me apartara.

-Sí, pero soy así de bueno que lo mejoro todo- lo empujé levemente por los hombros haciendo que cayera hacia atrás y quedara sentado en el suelo. Lilian rio aún a mi espalda, Philip en cambio me fulminaba con la mirada provocando mi risa y finalmente uniéndose a ella.

-¡Señorito Philip! ¿Qué hace en el suelo? Cogerá frío- dijo Lupe, que se había parado junto al sofá, la miré suprimiendo las ganas de reír y sin poder evitar fijarme en el papel que tenía en la mano. Cambié la vista en cuanto me miró, no quería que pensara que me inmiscuía en sus asuntos personales.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora