V

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A la mañana siguiente, aún con los ojos cerrados y perezosa, busqué palpando el colchón algo que ansiaba abrazar y que sin embargo, no encontré.

Abrí los ojos con lentitud antes de pestañear varias veces y mirar a mi alrededor. En el lado de Philip, en el que las sábanas estaban perfectamente estiradas, descansaba una rosa roja junto a un papel que rezaba:

Buongiorno, piccola.

Torno presto, sono andato a fare un paio di cose.

Al ritorno vi dirò tutto.

A proposito, Draco e'a in giardino.

Un bacio grande, bella.

Ti amo. 

Philip.

-Buenos días pequeña. Volveré pronto, he ido a hacer unas cuantas cosas, en cuanto vuelva te cuento todo. Por cierto Draco está en el jardín. Un beso enorme, bella. Te quiero. Philip- leí en voz baja intentando espabilarme aún. Dejé la nota nuevamente sobre las sábanas y me puse en pie con la rosa en mano, olfateando su tenue y fresco aroma. El rocío había dejado una pequeña mancha húmeda en la tela de satén color melocotón.
Me dirigí hacia el ventanal y corrí las cortinas pudiendo ver así, los verdes terrenos y la carretera curva que se extendía a través de éstos, más allá de mi jardín trasero.
Coloqué la rosa en el jarrón que descansaba sobre la cómoda que había junto a la ventana, haciéndole compañía a las otras diez, tan solo una de ellas blancas.

A este paso terminará con el rosal- pensé sonriendo mientras inhalaba el olor de todas ellas juntas con los ojos cerrados.

-Buenos días señorita- me saludó Lilian al pasar con paso apresurado frente a mí, cargando con las bolsas de la compra. Antes de poder ofrecerle mi ayuda y mis buenos días, desapareció adentrándose en la cocina. Bajé las últimas escaleras y nada más tocar suelo firme, Rosa entre risas impactó contra mí.

-Lo siento Meg, es que Draco- se disculpó o intentó disculparse, mientras me rodeaba corriendo o más bien huyendo de Draco. Pegó un gritito agudo entre más de aquella risa contagiosa y salió corriendo hacia la cocina.

-Tres... dos... uno...- conté por lo bajo.

-¡Rosalinda sal de aquí ahora mismo con el perro!- gritó Lupe. Sonreí. Al poco Rosa pasaba por mi lado a toda velocidad mientras yo me dirigía a la cocina.

La casa hoy parece una pista de carreras- pensé.

-Buenos días Lupe- la mujer, que estaba metiendo una bandeja de cristal dentro del horno, cerró éste y al mirarme me sonrió mientras se acercaba a la mesa central para quitarse el guante de cocina y dejarlo sobre ésta.

-Buenos días mi niña, ¿qué tal has dormido?- antes me costaba acostumbrarme a que me llamara "mi niña" pero ya si un día no me lo decía, lo echaba de menos.

-Muy bien- dije sentándome en uno de los taburetes -¿Y tú?

-Muy bien también, con un poco de calor pero bastante bien- dijo volviéndose hacia la nevera -¿Qué te apetece desayunar?

-Sorpréndeme- dije notando como la boca se me hacía agua. Lupe era muy buena cocinera en todos los campos; desayunos, comidas/cenas, postres/meriendas.

-Haré crepes- dijo sacando los ingredientes de la nevera. Frente a mi dejó el sirope de fresa, el de chocolate, el caramelo, la nata montada y un pequeño bol de fresas cortadas en láminas.

-¿Vosotras habéis desayunado?- pregunté robando una de las finas láminas de fruta.

Noté como Lilian miraba de reojo por un momento y luego seguía cortando sobre la tabla algunas verduras.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora