Nove

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Durante la noche me desperté varias veces, pero intentando no molestar a Philip volvía a cerrar los ojos y concentrándome en pensar tonterías, volvía a dormirme. Sí, ese es mi truco.

Sabes esa sensación extraña en la que sientes que alguien te mira? Supongo que por ella fue que abrí los ojos fundiéndome las pupilas con la gran claridad que entraba desde los ventanales y por lo mismo que, arrugando la nariz, tuve que cerrar los ojos sintiendo ese leve dolor en los párpados. Escuché una respiración corta, rápida y no muy fuerte. Al abrir nuevamente los ojos me encontré con la perdición de los golosos, aquellos preciosos ojos color chocolate mirándome fijamente acompañados de una débil y dulce sonrisa. Aquella respiración no había sido otra cosa que Philip mofándose de mi reacción por la excesiva luz.

-Cuánto llevas así?-pregunté metiendo la cabeza bajo la almohada provocando su risa.

-Buenos días a ti también tonta-me saludó mientras metía la cabeza también bajo la almohada. La poca luz que entraba por la abertura que quedaba entre ambos, nos permitía ver el rostro del otro. Sonreí.

-Buenos días pequeño-dije moviendo levemente la cabeza para besar su nariz y volver más tarde a la posición inicial, pudiendo ver que había cerrado los ojos y esa sonrisita divertida en sus labios.

-Si no me insultas tú también, me harás sentirme un monstruo-dijo provocando mi risa.

-Bobo-dije sin intención de seguirle el juego y sobre todo sin poder evitarlo.

-Ves? Ya mi conciencia se queda tranquila.

-Te recuerdo que tengo la rodilla muy cerca de tus preciadas joyas.

-Otra vez no-dijo protegiéndose rápidamente con las manos.

-Otra vez...? Ups-rompí a reír al recordar el rodillazo que le había dado en Londres, aunque había sido sin querer y yo estaba algo enfadada creyendo que Philip y Sophie tenían algo.

-Sí, tú ríete. Que no te extrañe que no le pueda dar hermanitos al peque-sus palabras me hicieron reír, tanto por diversión como ternura por el nombre por el que lo había llamado. Viniendo de él, sonaba incluso mejor.

Besé su mano, aún sintiéndome culpable por el recuerdo de lo de su rodillazo.

-Es que ya estás pensando en darle un hermanito? Una pena que ya sepamos que no podrá ser posible-bromeé acercándome a él y acariciando su mentón con los dedos índice y pulgar.

-Siempre se puede probar. Soy un chico positivo y con fe-dijo rápidamente provocando mis carcajadas.

-Te quiero idiota-dije aún divertida antes de besar sus labios con delicadeza.

-Tendré que creerte-dijo con seriedad- Pero no si dices que más de lo que yo a ti-sonreí. Amaba aquellos puntos cursis.

-Podré hacerme a la idea de que me quieras más-dije haciéndolo reír. Con un movimiento del brazo quitó la almohada de encima de nuestras cabezas.

-Ven aquí anda-me dijo tirando de mí. Cuando nuestros cuerpos se fusionaron, ofreciéndonos un excesivo calor mutuo, Philip se movió en el colchón arrastrándose hacia abajo hasta que pudo apoyar su cabeza en mi vientre con extremado cuidado y tras apartar levemente las sábanas-Cómo vas por ahí peque? Tú madre te trata bien?-reí al escucharlo-Si ríes no lo escucho a él- dijo con seriedad pero con diversión en la voz.

-Vale, vale. Qué te dice?

-Que quiere salir ya.

-Esas son tus ganas, no las suyas-rio dándome la razón-Sabes? Cada vez lo noto más.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora