III

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-Buenas tardes- resonó una voz seria pero dulce a mi espalda, con un notado acento Londinés.

Miquiella se puso en pie de inmediato, dejando casi con desesperación la servilleta sobre la mesa. Miré a la dueña de aquella voz. Era bastante guapa, pero vestía demasiado clásica o formal para la edad que podía tener. 

Ella me dedicó una fugaz mirada antes de abrazar a la señora de la casa.

-Perdón por no haberte esperado cariño pero tardabas mucho- aparté la mirada de ambas y la posé en mi novio que las miraba con enfado. Buscó algo en el rostro de su padre, quien pareció disculparse con la mirada.

Qué ocurría?

Por último me miró a mí. Le acaricié la mejilla.

-¿Qué te ocurre?- pregunté en un susurro que solo pudiera escuchar él.

-Lo siento- dijo antes de darme un beso en la mano que aún acariciaba su rostro.

-Philip, cuatro bonitos años ¿y este es el respeto que me tienes que siquiera te dignas a saludar?

-Hola- dijo secamente como respuesta. Yo fruncí el ceño. Nunca había visto ese comportamiento en él. Le supliqué con la mirada, una respuesta a la pregunta que le había realizado.

-No quiero que te enfades...- comenzó, pero fue interrumpido por alguien a la que ya odiaba sin tan siquiera conocerla.

-Y tú debes de ser la... novia- aquella palabra le costó, la dramatizó todo lo que le fue posible. La miré sin emoción alguna en el rostro.

-Sí, soy la... novia- la imité. Alexandro y Alice rieron por lo bajo.

"¿Esta enana me vacila?"-pensó. Me columpié entre las opciones de decirle o no, que sí, que la estaba vacilando. Sonreí.

"¿Y ahora de qué se ríe?"

Se acercó y me tendió la mano. Me puse en pie antes de estrechársela.

"Que alta"- pensó. Lo cierto es que yo también me hubiese pensado dos veces lo de ponerme precisamente a mí, el mote de enana. Le llevaba dos cabezas y ella iba entaconada.

-Yo soy la exnovia. Tuvimos una bonita relación de cuatro años, ¿sabes? Pero claro, todo lo bueno se acaba- dijo ahora mirando a Philip.

-Espero que no, porque hasta ahora lo único bueno que he tenido, ha sido Megana- respondió él con serenidad. Lorelaine me miró con desagrado antes de corregir su expresión y dedicarme la sonrisa más falsa nunca vista. Se sentó en su sitio.

Ya sabía en que campo jugaba yo y contra quiénes: mi suegra y mi... contrincante, porque no hacía falta tener un máster para ver que Miss pitufa seguía interesada en Philip.

Una vez terminamos de comer sirvieron el postre y aquello fue la señal de salida para las palabras estúpidas que a continuación soltó Lorelaine por sus perfectos labios llenos de ácido hialurónico.

-Hemos quedado en un rato- me dijo Philip haciendo caso omiso a las palabras de su exnovia.

-¿Quedado? ¿Con quién?- pregunté.

-¿Os vais a escaquear de estar con Lorelaine? ¿Puedo ir? Porfa, porfa...- comenzó a suplicar Alice, que se sentaba en frente mía. Reí al escuchar lo primero.

-Alice- le llamó la atención su madre.

-¿Qué?- protestó ella -¿Tú sabes lo que sufren mis oídos? Soy capaz de soportar un determinado tiempo mami, pero no pasemos los límites, no forcemos la suerte- Philip y yo rompimos en carcajadas que controlamos de inmediato, al ver las caras de las otras dos presentes.

Pocos minutos después nos estábamos despidiendo.

-De verdad hermanito, no entiendo que le viste a esa chica... es una descerebrada- sonreí algo incómoda por el tema. Philip debió de imaginarlo puesto que me estrechó la mano con fuerza.

-Para si no quieres regresar a casa- la regañó.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora