Las primeras tres semanas fueron angustiosas, con el tiempo no fue muy distinto pero sí mejor, pero bueno, no nos adelantemos a los acontecimientos.
El mínimo rastro de olor provocaba mis nauseas, creo que al principio era más psicológico que otra cosa, pero las náuseas por algunos olores eran muy reales, sobre todo el del pescado, pero a decir verdad lo del odio al pescado viene desde pequeña.
Mi cuerpo estaba extraño, fisicamente o mejor dicho, en el exterior, aún no se notaba ningún cambio, mi vientre no se notaba lo más mínimo, sin embargo, mi cuerpo si sabía que pasaba algo. Lo notaba dentro de mí, no... notarlo no es la palabra, lo sentía... comenzaba a sentir la presencia del pequeño. Era como una molestia, en el posible buen sentido de la palabra... pero sobre todo, era felicidad. Para que lo entendáis mejor, para mí aquel pequeñín era como estar enamorado, sientes cientos de emociones a las que no quieres renunciar, muchas buenas y otras tantas malas, pero imposible de explicar con precisión.
Me gustaba acariciarme el vientre, pero el que más disfrutaba, sin lugar a dudas, de ese nuevo y extraño placer, era el padre. Philip estaba eufórico con la idea de que sería padre. Por hacer, ya estaba haciendo los planes para la decoración de la que sería la habitación de nuestro pequeño.
A los dos días de decidir que tendría a mi hijo, fuimos de visita a la ciudad.
Miquiella prácticamente puso el grito en el cielo cuando le dijimos que iba a ser abuela.
-¿Cómo es que lo vais a tener?- nos miraba a ambos por momentos -Eres una cría. ¿Lo has pensado bien?- me había dicho penetrándome con la mirada.
-Madre...- Philip quiso replicar pero su madre no se lo permitió.
-No hijo. Esta vez la que habla soy yo. Es una niña, tiene tan solo dieciséis años y tan solo por eso no deberías de estar con ella, pero os queréis y aunque me ha costado, lo entiendo. Pero eso sí, lo que no puedo entender ni permitir, es la idea de que queráis tener un hijo. Por lo que este embarazo no seguirá adelante- me reí instintivamente.
-No pretendo faltarte al respeto, pero que te quede claro que en este juego tú no tienes cartas- su expresión fue de sorpresa.
-¿Perdona?- me preguntó con los nervios a flor de piel.
-Lo que escuchas Miquiella. He decidido tenerlo y puesto que yo y nadie más, soy la que lo tiene dentro, también soy la que decide- tomó aire como si lo que intentara fuera controlarse.
-No estás trabajando.
-Por el dinero no se preocupe, he sabido hacer mi trabajo.
-Como una vulgar...?
-Madre basta!- dijo Philip con rabia acumulada. Se había encarado con su madre por mí. Según los pensamientos de ella, me comparaba con una chica de compañía, por llamarlo de un modo más delicado, pero aún sabiendo sus pensamientos, no quise enfrentarlos, por lo que tomé a Philip del brazo. Me miró e intenté suplicarle con la mirada que se tranquilizara.
-Miquiella relájate- le dijo su marido apoyando su mano sobre el hombro de ésta, mientras Alice los rodeaba para abrazarme. La miré a los ojos de un dulce color miel. Le acaricié la mejilla y ella me dedicó una sonrisa -Veo bien que queráis cumplir con vuestra responsabilidad, esa criatura no tiene culpa, y no os preocupéis por nada, nosotros os apoyaremos- dijo mi suegro.
-Habla por ti Alexandro- dijo mi suegra con la misma brusquedad en la voz con la que había apartado la mano de él de su hombro, antes de marcharse.
-Pues mi apoyo si lo tenéis- dijo Alice cerrando aún más el abrazo alrededor de mi cintura.
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DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)
RomansaDieciséis años, hermosa y con ciertas habilidades especiales, inexplicables para ella misma. Ella, la cual nunca pensó en otro hombre que no fuera su padre, tras lograr entrar en el mundo del modelaje, conoce a ese chico... El chico. Te enamorarás...