Prólogo

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4 de Agosto

Mientras más miraba el reflejo de la mujer parecida a mí, vestida de novia sobre un banco mientras la modista le toma las últimas medidas al vestido más rabia sentía. En definitivas cuentas yo no era la burla de Dios sino toda su rutina de comedia. Y mi abuelo seguramente mientras está cómodamente en su nube o desde el mismo infierno debe estar retorciéndose de risa porque su última voluntad será acatada. ¡Agg! que rabia sentía.

Que lo que tenía ganas era de quitarme el voluminoso y pesado vestido. Quitarle a la costurera sus tijeras y hacerlo pedazo, picadillo aquí mismo sin importarme un comino que el vestido haya sido diseñado por la misma Vivienne Westwood, exclusivamente para mi.

¡Si, si, si! Era precioso y podría hacerle a cualquier mujer derramar un lágrima de boda. Pero para mi no pasaba de ser un mugroso trapo el cual quería quitarme desesperadamente porque me daba comezón y me dificulta respirar. ¡Me falta el aire!

―Ya cambia esa cara, Val.―sale del vestidor Giselle con su vestido de dama de honor largo color rosa blush con escote asimétrico anudado a un hombro.―Tu solita te buscaste este problema.―me saca en cara con su semblante de reproche y yo ruedo los ojos.

―Giselle.―masculló apretando los puños a mi lados.―deja de recordarme lo que yo ya se.―comienzo a rascarme el cuello pues tengo comenzo.―Y mejor ayudarme a quitarme esta cosa que no puedo respirar.

El aire no parece ser capaz de llegar esta mis pulmones y siento mucha comezon. Siento palpitaciones, un golpeteo fuerte en el corazón que me retumba en los oídos. Me sudan las manos, me tiemblan las piernas a medida que pasó el tiempo contemplando mi reflejo usando este vestido de novia.

―Yo te lo advertí.―me regaña nuevamente mi amiga.―Te dije que si seguía llevando ese mismo tren de vida tu abuelo te iba a desheredar. Y eso fue lo que hizo, bien dice mi madre: en guerra avisado se prevén muertes.―me apunta con el dedo y luego cruza los brazos sobre su pecho.

―Giselle...―digo con la respiración agitada.―Okey, quítame esto.―la apuro con respiración agitada estoy al borde de un ataque de pánico y ella solo me regaña.―Giselle no estoy jugando no puedo respirar, ¡Quítame esto!―grito tratando de quitarme el largo velo que se me a enredado

―Val ¿que te pasa?―me pregunta mirando extrañada.

―¡Quitalo, Quitalo por favor!―gimoteo casi sin aire, la piernas me tiemblan y caigo al suelo

El fuerte golpeteo de mi corazón retumba en mis oídos, me parece escuchar a alguien gritando mi nombre pero todo se torna negro en mi visión y lego no oigo nada. Oigo voces lejanas pero me cuesta trabajo abrir los ojos así que trato de distinguir las voces que escucho a mi alrededor.

―¿Y como esta?―dice una mujer y se que he es Giselle.―¿Qué dicen los médicos?

―Que tuvo una ataque de pánico.―responde de manera rotunda y seca. He inmediatamente se que se trata del antipático de Arthur, su voz la reconocería en cualquier lugar.―Lo que no se cual es la razón.―comenta en un tono de suspicacia.―¿Porque? ¿Donde estaban?

―Estamos en la boutique con últimas prueba de los vestidos.―comenta sin más Giselle.―No se, porque razón le di un ataque de pánico Valerie no es así.―enfatiza.―usted la conoce es: rebelde, respondona, malcriada, altanera y esta grosera si la hacen enojar. No es de las que se asusta con cualquier cosa.

―La conoces muy bien.―responde él con una amabilidad que me extraña.―Y me imagino que tu piensa como ella, que yo manipule las cosas a mi favor para quedarme con su fortuna.

―No.―le dice Giselle.―No yo no pienso así. Es más yo misma le dije a Valerie que si seguía comportándose de esa manera su abuelo le iba a desheredar. No me quiso escuchar esta son las consecuencias.

Gimoteo al abrir los ojos una luz blanca brillante me ciega momentáneamente. Pestañeo varias veces para distinguir dónde estoy y descubro que estoy en la habitación de un hospital. Miro hacia los pies de la cama y veo a Giselle hablando con Arthur. El tiene los brazos cruzados sobre el pecho y Giselle ya no lleva el vestido de dama de honor sino la ropa con la que entramos a la boutique. Ellos se ven muy juntos y eso me extraña y me molesta mucho. ¡Se supone que Giselle es mi mejor amiga, mi única amiga!

Por lealtad a mi, no deberia ni dirigirle la palabra al intruso de Arthur y mucho menos hablarle con tanta confianza.

―¿Que paso?―les pregunto llamando la atención de los dos para se den cuenta que ya no están solos.―¿Acaso interrumpir una conversación secreta?―le pregunto sin poder ocultar mi evidente molestia contra ambos.

Las Reglas del AbueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora