Capítulo 6.

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Arthur Pov.

2:30 a.m.

Es sonido del celular vibrando contra la hueca madera de la mesita de noche me despertó. Sin abrir los ojos del todo estire el brazo para alcanzar el instrumento del diablo. Porque eso eran los celulares, ¡el diablo!

―Hmm―Sasha gimotea por el sonido hueco que nos ha despertado.

Ha venido por su cuenta, "buscando disque consuelo" como si ella hubiera conocido de cerca George Remington. Pero yo no iba desaprovechar buen polvo. Después de todo Sasha no está nada mal.

Es guapa. De ascendencia puertorriqueña, con un cuerpo delgado femenino. Con un tono de piel oliva suave, pelo corto negro y grandes ojos marrones. Tiene buenos senos y sensuales piernas. Además de que coje bastante bien.

―¿Quién demonios llama esta ahora?―me pregunto ignorando por completo los quejidos de Sasha. Hubiera sido mejor que luego de cojermela la hubiera mandado para el carajo.

Alcanzó el teléfono estirando el brazo hacia la mesa para desconectar el cable de descarga. Medio abrí los ojos pero rápidamente lo volví a cerrar el brillo cegador que emite la pantalla del bendito celular me molesta. Mantengo los ojos cerrado por unos segundo aun siento el celular vibrando en mi mano. Abro los ojo y miro quien demonios puede estar llamando a esta ahora.

Me incorporo rápidamente al ver que en la pantalla aparece el nombre escrito de: Martha Rhodes. Deslice el dedo sobre la pantalla táctil para responder la llamada.

―Bueno―respondí y no pude ocultar mi voz soñolienta por más que lo intente.

―Arthur, querido―habla con agitación como si se le hubiera subido la presión.―Se que no es una hora apropiada pero...

―No se preocupe―la tranquilizo sentandome y provocando a la vez que Sasha termina por levantarse, pero poco me importaba.―Yo estoy a su disposición, siempre. Dígame ¿qué sucede?―le pregunto ansioso

Para que la señora Martha me llame a esta hora de la madrugada es porque algo grave a sucedido. Lo que significa que el pequeño monstruo no lleva ni treinta y seis horas de regreso y a comenzado a sus impertinencia de niña malcriada.

―¿Qué sucede?―me pregunta Sasha su voz tenía un tono adormilado. Y se acurruco cerca de mí como un gata en busca de cariño. Alejo un poco el telefono y pongo en silencio para responder

―Nada que te importe.―le digo levantándome de la cama y encendiendo la luz. Quito el silencio del celular y continuó escuchando lo que Martha tenga que decirme.―Dígame, Martha ¿en que le puedo ayudar?

―Valerie, ¡Ay santo Dios!―suelta un sollozo.―mi niña se fue, Arthur.

Martha me cuenta todo lo entre lágrimas. La rabia me invade contra ella y contra malcriada mocosa esa. Esa pobre mujer lo único que hace es justificar diciendo que cada cual tiene su manera de manejar su dolor. Pero para mi no es más que una sarta de patrañas.

―Me preocupa que haga una tontería, Arthur―continúa llorando.―Valerie es muy impulsiva. Pero sobretodo puede llegar ser bastante inestable, cuando está dolida.

―Cálmese―le pido―¿hace cuanto salió de la casa?―preguntó con brusquedad, esforzándome por mantener la compostura.

―No lo se―responde.―realmente no lo se ella siempre ha sabido cómo escaparse sin ser descubierta. De lo único que tengo certeza es que no ha salido del país pues el avión aún está en el hangar. Pero nada garantiza que continúe en la ciudad.―otro sollozo―Te imaginas el escándalo si no se presenta mañana en el funeral.

Las Reglas del AbueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora