Capítulo 8.

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Arthur Pov

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Arthur Pov.

Todos estábamos reunidos en lo que fue esta hace poco el despacho de George Remington. Martha se encontraba pensativa en el sofá mirando fijamente la enorme silla que se encontraba detrás del escritorio. El tal Kyle estaba apoyado contra la pared con una copa de whiskey en la mano. La linda rubia mirada con seguimiento hacia la puerta con una expresión de preocupación.

Seguramente ella estaba tan ansiosa como yo de que "la niña de la casa" bajase de un puñetera vez.  Martha quería que estuviéramos presentes para verificar que todo estuviera preparado antes de irnos al velorio.

La puerta del despacho se abre y ella aparece.

Definitivamente es una verdadera descarada. No está vestida ni de chiste para asistir a un velorio. Ella puesto unos shorts azul gastado y rasgados que muestra sus bellas piernas, una converse sucia y una camiseta blanca de tirantes delgados. El pelo húmedo.

¡No muestra ni el más mínimos respecto hacia el día que es hoy!

―¿Para que se supone que estoy aquí?―pregunto toda frialdad.

―siéntate Valerie, por favor―le pide Martha sin fuerzas para discutir con ella ni con nadie.

Ella obedeció la petición de Martha sin recriminar nada y tomó asiento delante del escritorio. Martha se levantó de su asiento y se sitúa detrás del escritorio pero no ocupó la silla.

―les pedí que estuvieran presentes para verificar que todo esté listo antes de partir hacia el...―su voz se quiebra―el velorio.

―Estoy segura que Joseph se encargado de todo.―responde con desdén la niña de casa.―así que no comprendo porque me levantan tan temprano.―refunfuña.

―Valerie, por favor ten consideración―interviene la rubia linda.

La chica rueda los ojos y clava su mirada en mi persona, frunciendo el entrecejo. Lo más seguro que le extraña mi presencia en este lugar porque dudo ciertamente que recuerde lo de anoche.

―¿Quien rayos eres tú?―pregunta cruzando los brazos sobre su pecho.

Mis ojos se clavaron en su boca. Es bella boca que pude haber besado y por comportarme como un caballero no lo hice. Dudo mucho que ella recuerde algo, se dio un buen golpe y estaba perdida de borracha. Mis ojos dejan de mirar sus labios y fijo en las curvas de sus senos situados detrás de esa camiseta descaradamente corta y que mostraba suficiente para no tener imaginación sino realidad. Me entretuve allí un nanosegundo antes de volver a mirarla a los ojos.

―¡OYE!―silva―¿quien demonios eres?

―Valerie el caballero es Arthur Grayson―me presenta Martha―es el vicepresidente de la compañía. Y fue él quien te trajo anoche.―enfatizó.

―¡Así que tu eres el depravado que me quito la ropa!―me acusa.

Sentí deseo de retorcerle ese bello cuello que tiene, cualquier hombre le gustaría repartir besos por él para escucharla suspirar de placer. Pero ahora mismo solo me gustaria hacerla sentir la desesperación de no conseguir que el aire le llegue a los pulmones.

Las Reglas del AbueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora