Arthur Pov.
¡Pequeño Monstruo!
No sabía si besarla o estrangularla. Me molestaba terriblemente su arrogancia, su prepotencia y sobretodo que se atreviera a afirmar con tanta vehemencia que: Yo era su propiedad. ¿Qué demonios le pasa? Pero tenía que aceptar que una parte masoquista de mí, le agrada pensar que ella me considera su propiedad. Pero su mirada me deja claro que ella no será mía.
Al menos como a mi me gustaría que fuese.
Ella solo podrá ser mía en el papel. En un acta matrimonial que diga que es mi esposa. Solo será mía, de palabra aunque hagamos un juramento sagrado antes un arzobispo y sobretodo ante Dios.
Pero nunca podré tener su corazón. << ¡Qué te pasa, Grayson!>> Me dio una bofetada mental ¿Por qué estaba pensando en cosas como esas? Anoche soñé que me casaba con ella y ahora pensaba en lo frustrante que era saber que jamas podre obtener su amor. ¿Qué me estaba pasando? Estaba casi obsesionado con ella desde que se abrió ese testamento.
Y no sé, si se da cuenta de lo que está haciendo o lo hace aproposito. Estar aquí sentada sobre mi escritorio con los tobillos cruzados y tan cerca que provoca. Solo tendría que levantarme del asiento o tomarla por cintura para sentarla sobre mi regazo y besarla.
Miro su boca. Esos labios tan tentadores. ¡Maldita sea! Si tan solo aquella noche me hubiese olvidado de mis límites y la hubiese besado. Mis ojos se deleitan con este secreto e insignificante placer de tenerla cerca de esta manera.
Sus ojos del color de chocolate con motas doradas parecen tan gentiles y dulces que nuevamente tengo la sensación de que podría perderme en ellos para siempre y no regresar. Es linda, demonios. ¡Que linda es! Esa nariz pequeña respingada, esos suaves y carnosos labios pintados de rojo cereza. El ligero bronceado de su piel, obtenido mientras se divertía en las playas de Mónaco gracias al sol del mediterraneo. ¡La hacia aun mas tentadora!
Tal vez, si la beso...
―¿Y donde me vas a invitar a comer?―me pregunta con ese tonito suficiencia que me regreso a la realidad. Inclinó la cabeza hacia un lado y todo su cabello castaño quedó detrás de su espalda a excepción de un mechón rebelde.
―Y ¿por qué debería invitarte a comer?―le preguntó.―No eres precisamente la mejor compañía para almorzar.
Parpadea, sus ojos grandes me fulminan. Y tengo ganas de reirme. Valerie Remington es vanidosa, caprichosa y le gusta que le rinda pleitesía. Que yo le diga que no es una buena compañía eso hiere terriblemente su ego.
―Tú, tampoco eres precisamente el acompañante más agradable―dice soltando mi mento que había estado sosteniendo con la suave yema de sus dedos índice. Para cruzar los brazos sobre su pecho, miró hacia algún punto imaginario de en la pared del costado.―Pero ya mis cuentas están canceladas por tu culpa,―voltea el rostro para dedicarme una mirada asesina.―lo mínimo que deberías hacer es invitarme a comer en un lugar decente.
ESTÁS LEYENDO
Las Reglas del Abuelo
General FictionLa última voluntad de su abuelo es una noticia inesperada para ella. Y más al comprender que para poder continuar llevando la vida llena de lujos y comodidad debe casarse con un hombre que este ha elegido sin consultarle que no conoce. ¡Un desconoc...