Ya falta poco para aterrizar en Chicago <<gracias, a todo lo existente>> ocho horas y cuarenta nueve minutos de vuelo con Giselle preguntando a cada cinco minutos: ¿como estaba? ¿necesitaba algo? ¿que si me encontraba bien? o ¿sí, quería hablar del asunto?. Me tenía con los nervios de punta y tenía ganas de mandarla para el carajo porque por más que por más que estuviéramos en el jet privado su insistencia en que hablara me tenía los nervios de punta.
Deseaba más que nada llegar para encerrarme en mi antigua habitación y pone algo de distancia entre Giselle y yo. La adoro pero desde que Martha nos dio la noticia de que "supuestamente" el viejo codo duro había por fin pasado al más allá no había dejado de atosigar.
Según ella porque aún me encontraba en shock por la noticia. Y tal vez no estaba lejos de la realidad me costaba creer que George Remington estuviera muerto. A pesar de que yo misma había leído la noticia y lo había escuchado de la propia boca de Martha.
Pero la verdad era que no podía creerlo. Ni siquiera me había puesto el luto. Y me creía capaz de creer que había muerto está que yo misma viera con mis propios ojos, la calva cabeza de Remington recostada dentro de un ataúd. Y que este estuviera listo para ser sepultado y yo fuera la primera en arrojar el primero puñito de tierra al hueco. Y aunque lo viera no sabría cómo debería sentirme; ¿furiosa? ¿nostalgica? ¿enojada? ¿Feliz y contenta como una lombriz?
No sabía cómo me sentía. Solo sabía que estaba confundida y lo unico que queria era tomarme algo fuerte y dormir.
―Valerie.―puse los ojos en blanco al escuchar la suave voz de Giselle. Gire la cabeza para verla. Se había cambiado de ropa ahora llevaba puesto un pantalón negros, una camisa negra que tenía un diseño en tela de transparencia negra en forma de V en el escote. Cabello recogido y casi nada de maquillaje.―debes cambiarte, estamos apunto de aterrizar.
―No.―respondí de manera rotunda y firme.
―Valerie, ¿que van a decir la gente cuando te vean llegar al funeral de tu abuelo sin estar vestida apropiadamente?―me pregunta y puedo notar la inquietud en su voz. Le regalo un ria sonrisa de satisfacción
―Va a decir que soy fiel creyente de que: "hierva mala nunca muere"―le digo sin ningún miramiento. Los ojos de Giselle se abre enorme por escuchar la frialdad y la indiferencia en mi voz. Ella tiene buenas intenciones, siempre las tienes pero ahora no estoy de humor para esto.
Estaba apunto de aboga algo pero el piloto dijo por el altavoz que estábamos apunto de aterrizar y que todos debíamos volver a nuestros asiento y colocarnos los cinturones de seguridad. Eso obligó a Giselle a cerrar la boca y sentarse en su asiento. Daniel no había venido con nosotros se había marchado antes de que Martha me diera la noticia y Kyle afortunadamente está tan idiotizado por Tom & Jerry.
Aterrizamos y al abrirse las puertas del avión. El audi cuatro por cuatro se encontraba a escaso paso de las escaleras. El chofer continúa siendo el mismo Hans; guapo, joven, musculoso de ascendencia afro americano cuyo corte de cabello es casi rapado estilo militar, y barba de candado limpia. Solía besarme con él, en el garaje casi pierdo mi virginidad con él pero Joseph lo descubrió se lo dijo a mi viejo Remington y todo terminó.
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Las Reglas del Abuelo
Ficção GeralLa última voluntad de su abuelo es una noticia inesperada para ella. Y más al comprender que para poder continuar llevando la vida llena de lujos y comodidad debe casarse con un hombre que este ha elegido sin consultarle que no conoce. ¡Un desconoc...