Daniel Pov.
Aún no había tocado la puerta, pero ya me estaba arrepintiendo de haber llegado hasta aquí. Pero ya no podía dar marcha atrás, ¿o sí?
Tal vez, sí.
Pero lo peor de todo era que no quería dar marcha atrás. Suelto una bocanada de aire, que ni siquiera me había dado cuenta pero había estado conteniendo. Y ya resuelto, de acabar con eso de una vez. Sean cuales sean las consecuencias viviré con ellas. Golpeó la puerta de habitación del hotel y en menos de nada esta se abrió.
Él sujeto que abrió la puerta, no era un empleado del hotel, eso era evidente. El sujeto llevaba puesto un traje oscuro, debía rondar los cincuenta y pico; alto, musculoso y llevaba el pelo rapado al extremo como un militar. Sus rasgos eran duros y tenía la mirada de tiburón listo para atacar en cuanto perciba el olor a sangre o miedo.
Me contempló de arriba a abajo como si se estuviera asegurando de que no, representará ninguna amenaza. Se hace a un lado para dejarme pasar, pero no doy ni tres pasos en el interior de la habitación del hotel, cuando ya me había detenido, forzado a estirar los brazos hacia los lados y entres abrir las piernas mientras se aseguraba que yo no portaba ningún tipo de armas o no sé qué. Pero la gota que me colmó el vaso fue ver que me rodeaba, mientras sostenía un imán de inspección ¿para qué? Para asegurarse de que no lleve ningún micrófono o cámara escondida.
―Su jefa, lleva el sentido de la persecución al extremo, ¿no?―cometo sin poder disimular mi sarcasmo.―¿acaso esconde algo?―Le pregunto pero es como si le hubiera preguntado a la misma pared.
Oigo una risita seca. La de alguien que solo lo hace cuando tiene un triunfo asegurado. No puedo distinguir dónde se encuentra pues su el guarura, secretario o chulillo ese que tiene me lo impide.
―Soy una mujer precavida, querido.―escucho decir. El sujeto se hace a un lado y entonces por fin puedo ubicarla.
―todo en orden señora―le informa. Ella asiente con gesto de cabeza, él la imita y se retira, dejándonos a solas.
―¿Que ha sido todo eso, Victoria?―le preguntó directamente y sin miramientos. Mientras más rápido me largue de aquí mejor.
―Daniel, tengo que asegurarme de que esta conversación sea totalmente privada.―me respondió sin titubeo alguno―no quisiera pensar, que sería capaz de grabar esta conversación para luego usarla en mi contra.
―Yo, podría pensar lo mismo de tí.―le respondo―la diferencia es que tú, no das puntada sin dedal. Sí, hay alguien en esta habitación que no es de fiar esa eres tú. ¿o acaso me puedo fiar de tí?
―Oh, querido si eres listo no deberías fiarte de nadie en esta vida.―dice con total calma, remueve con delicadezas el vaso de cristal tallado que contiene algún tipo de licor.―Pero... esta vez tienes suerte. Puedes fiarte de mí.
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Las Reglas del Abuelo
Ficción GeneralLa última voluntad de su abuelo es una noticia inesperada para ella. Y más al comprender que para poder continuar llevando la vida llena de lujos y comodidad debe casarse con un hombre que este ha elegido sin consultarle que no conoce. ¡Un desconoc...