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Karina se incorporó bruscamente tomando una gran bocanada de aire.

Molesta con todo lo que le rodeaba, apartó las sábanas a patadas de forma enfurecida y soltó un grito de frustración y desesperación.

Al parecer no tenía bastante con todo lo que le había pasado, sino que su mente quería revivirlo una y otra vez, en una especie de lenta tortura.

- ¿ Ari ? ¿ Estás bien ?

Su padre la miró preocupado tras ver su reacción, acercando su mano para tomar la de su hija.

- Estoy bien, papá - masculló ella, apartando la suya de un tirón - ¿ Qué hora es ?

- Hora de ir al instituto - contestó, mirándola fijamente. Cuánto había cambiado...

- Bien. Pues tengo que cambiarme - dijo cortante.

Ajax suspiró.

- Te espero abajo.

Karina lo siguió con la mirada hasta que salió de su cuarto. Entonces, miró por la ventana. Aquel día sería tan mierda como todos los demás.

Antes, ella era una de esas chicas alegres y felices con su vida y con el mundo, que se levantaba con la energía suficiente para hacerlo temblar y dispuesta a pasarlo bien y reír a carcajadas. Aquella Karina parecía ahora tan lejana...

El olor a baicon le llegó desde la cocina; su padre había hecho su desayuno favorito... Aunque ni siquiera eso la consolaba ya, ni siquiera un poco.

Ajax, su padre, puso el desayuno en dos platos distintos y llenó dos vasos con zumo, sumido en sus pensamientos. Ya no sabía como ayudarla. Eso era lo peor. Su hija se estaba consumiendo y no sabía qué hacer.
Por eso, entre otras cosas, se habían mudado a Forks, con la esperanza de que un cambio de aires le vendría bien. Para su sorpresa, su hija no había dudado en aceptar.

Una hora más tarde, Karina estaba finalmente sentada en la mesa frente a su padre.

- Has tardado mucho, Ari, vas a llegar tarde - le reprochó suavemente, mientras ponía el lavavajillas - No puedes tardar tanto en prepararte.

- Prueba con una de estas y me cuentas - replicó señalando hacia abajo, y su padre suspiró- Me voy.

Karina agarró su mochila, se la puso sobre el regazo, y salió de casa. No es que ella quisiera ser borde, pero estaba tan enfadada siempre que era algo que ya le salía solo.

Fuera hacia frío, demasiado, pero no se molestó en cerrarse bien la sudadera. De alguna forma, sentir aquellas pequeñas cosas, aunque fuera solo eso, frío, le hacía sentirse despierta, y no en aquella especie de pesadilla de la que nunca podía despertar.

Karina despejó la mente y se puso en marcha. Era cierto que iba tarde, así que pensó que sería mejor apresurarse. A pesar de todo lo que había pasado, seguía siendo una buena estudiante. Había cosas que nunca cambiaban.

Cinco minutos después, cruzaba el aparcamiento del instituto. Karina se tensó casi de inmediato. Ni siquiera estaba dentro del edificio y ya la gente no paraba de mirarla.

"No pasa nada, Karina" Se dijo a si misma, avanzando hacia la puerta. Solo eran cotillas. Tenía que acostumbrarse a eso, sería el centro de atención por unos días, hasta que sería olvidada de nuevo.

Dentro, la diferencia de temperatura era notable. Aún así, Karina llegó a la oficina con las manos temblando.
En el interior se encontraba un chico alto de cabello cobrizo, que parecía estar discutiendo algo con una mujer sobre una asignatura. Al parecer quería que se la cambiaran porque había alguien que le molestaba.

Ignoró aquella conversación irrelevante, se acercó al mostrador y alzó la cabeza.

- Hola - saludó firmemente a la otra mujer que parecía estar a cargo de aquel sitio - Soy Karina Onisse, soy nueva. Creo que tenían que darme unos papeles, o algo así.

- Oh, sí, sí, claro - respondió con una voz demasiado chillona para su gusto, y probablemente para el gusto de todos, dirigiéndole una mirada de reojo - ¿ Vienes de California, no ?

- Sí, del Lance Armstrong.

La señora la miró sin ocultar su sorpresa. Todo un descaro.

- Oh, ¿ no es esa una academia para deportistas de élite ?

En ese momento, Karina pudo jurar que la odió. ¿ De verdad la estaba juzgando ?

- ¿ Tiene algo que darme o no ?- dijo bruscamente, y el tono le salió más agresivo de lo esperado, aunque eso no le molestó.

Ella pareció reaccionar entonces y se dió la vuelta, volviendo con un par de folios.

- Solo necesito que me firmes esto - sonrió como si nada, tendiéndole un boli - Apunta también si quieres el servicio de comedor o no.

Karina asintió y apoyó el portafolios en sus rodillas, rellenando su ingreso.

- ¿ Lo entiendes todo ? - se inclinó hacia ella por encima del mostrador, y se sintió una niña pequeña- ¿ Quieres que te explique algo ?

Karina levantó los ojos hacia ella, atravesándola con la mirada.

- Soy parapléjica, no estúpida - espetó - Por suerte, mi cerebro funciona todavía bastante bien.

La mujer la miró con los ojos muy abiertos, como si no se lo esperara.

Karina dejó el portafolios encima del mostrador con fuerza y empujó la silla fuera de la oficina, después de devolverle la mirada al chico pálido de cabello cobrizo que la miraba fijamente.

Quizás aquella mujer solo estaba tratando de ser amable... Pero la verdad es que le había caído realmente mal.





KARINA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora