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Karina volvió del instituto con un cabreo interesante.

Eric no había parado de molestarla- no a propósito, desde luego- así que Karina le había dicho a Mike que si quería ser su amigo lo sería, pero que ella no aguantaría a ese gilipollas.
Se sentía un poco mal por haberle dado aquella especie de amenaza, haberlo puesto en una situación comprometedora, pero le había asegurado que podía quedarse con Eric, que ella ya tenía a Alice. Mike no había parecido estar muy a gusto con la idea.

Cuando llegó a casa, no le sorprendió encontrarse sola.
Era ya de noche, y su padre le había avisado que estaría ausente un par de días por cuestiones de trabajo, ya que tenía que firmar unos contratos en un pueblo a media distancia de allí.

Karina fue a su cuarto y soltó la maleta en un rincón de la habitación, estaba demasiado cabreada como para ponerse a estudiar. Además, era tarde. Miro a su cama y se preparó para lanzarse en ella, cuando reparó en el sobre rojo que estaba sobre la colcha. Justo en el centro. Karina estiró el brazo y lo cogió... El sobre estaba cerrado.

Sus manos comenzaron a temblar, mientras sacaba a toda prisa el movil del pantalón. Y es que Karina sabía con total seguridad que las cartas estaban escondidas abiertas en una caja bajo la cama. Sabía que aquel era un sobre nuevo, y fuera quien fuera "M" se lo había puesto en el cuarto de su propia casa.

Marcó el número de Alice con dificultad. Justo en el momento en que pulsó el botón para iniciar la llamada, escuchó un crujido y vio una sombra alta y delgada en el marco de la puerta de su habitación. Una sombra que sabía que no era de su padre.

Karina gritó muerta de miedo, aunque quizás no fuera la opción más inteligente ante un intruso en tu casa, pero simplemente fue una reacción sin premeditar.

Su corazón comenzó a latir rápido, muy rápido, amenazando con salírsele del pecho, mientras rezaba y rogaba que Alice estuviera en su casa y que cogiera el teléfono.

Y de repente, de un parpadeo a otro, la sombra desapareció.

- ¿ Karina ?

Karina sintió como una ola de alivio la invadía.

- L-lice - jadeó demasiado asustada como para reconocer la voz.

- Soy Carlisle. Karina, ¿ estás bien ? - preguntó, notándola extraña desde el otro lado del teléfono.

- Carlisle, carlisle ayúdame - suplicó mientras las lágrimas se le saltaban sin poder evitarlo - alguien ha entrado en mi casa, estoy sola, y estoy aterrada.

Se escuchó un segundo de silencio al otro lado.

- Estoy de camino, no me cuelgues.

Aunque Carlisle le había estado hablando en todo momento para distraerla, para Karina los dos minutos que tardó en llegar fueron de los más angustiosos de su vida. Era como una película de terror, cuando el personaje iba a morir porque los otros iban a llegar demasiado tarde.

Pero alguien llamó a su puerta.

- Soy yo, Karina, ábreme - le pidió Carlisle, y Karina lo escuchó doblemente, desde el teléfono y desde el exterior.

Carlisle no tuvo que esperar nada, puesto que enseguida la puerta se abrió, revelando a una chica con las mejillas surcadas por las lágrimas y muerta de miedo.

Carlisle entró sin decir palabra y revisó la casa rápidamente.

- Tienes razón, aquí ha estado alguien - dijo, sintiendo como una ira implacable corría por sus venas. Carlisle se dió cuenta de que era la misma que sentía cuando atacaban a su familia, pero no se paró a analizarlo - ¿ Estás bien ?

Carlisle se arrodilló frente a Karina para mirarla de cerca, y apoyó las manos sobre sus hombros.

Karina no aguantó más y, soltando un nuevo sollozo, se echó hacia él, abrazándolo con fuerza. El peligro había pasado y sin embargo todavía tenía miedo, mucho miedo.

Carlisle notó cómo temblaba y la abrazó de vuelta sin dudarlo, cargándola y levantándola de la silla.

Karina apoyó su cabeza en el inicio de su cuello y se dejó llevar.

Carlisle llegó a su habitación y se sentó con ella en la cama.

- ¿ Tienes una idea de quien puede haber sido, Karina ?

Karina asintió, y sin querer moverse de donde estaba, le dijo :

- Coge la caja gris que hay debajo de la cama.

Carlisle le obedeció y la puso frente a él, mirándola interrogante.

Karina, aún temblando, abrió la caja y se lo contó absolutamente todo, todas y cada una de las cartas.

- ¿ Y quién es "M" ?

- No lo sé. Lo que sí sé es que es alguien peligroso.

Carlisle asintió. Si el/la tal "M" había tenido el descaro de colarse en una casa ajena y enviaba cartas como aquellas, era un problema. Carlisle se puso serio.

Miró a la chica, y escuchó cómo aún su corazón latía inquieto y acelerado.

Carlisle volvió a abrazarla y la acomodó sobre sus rodillas. Ella se refugió aún más en él, casi desapareciendo entre sus brazos. Algo se movió dentro de él entonces. Algo que sabía perfectamente lo que significaba.

- Tranquila - susurró - no voy a dejar que te pase nada malo.

Se quedaron así durante un tiempo, poco a poco Karina sintiéndose más y más segura entre sus brazos, hasta el punto de casi quedarse dormida.

Carlisle trató de no moverla mucho y decidió que la chica debía descansar. Lo necesitaba.

Pero en cuanto Karina sintió que la soltaba, abrió sus ojos somnolientos de par en par.

- Creo que debería dejarte dormir, Karina - le dijo con voz suave, medio de pie medio sentado.

Ella lo miró con ojos asustados.

- No te vayas, por favor - suplicó Karina, demasiado preocupada como para pensar en la situación - Mi padre no va a venir hasta mañana por la noche y me aterra quedarme sola ahora mismo.

Él la miró fijamente a sus ojos verdes. Algo volvió a removerse en su interior con aquella petición y no supo, pudo, ni quiso decirle que no.

- Está bien.

Carlisle volvió a tumbarse sobre la cama despacio. Karina se ayudó de los brazos para pegarse a él, en busca de un abrazo que la aislara del mundo.

Carlisle comenzó a acariciar su cabello de forma inconsciente, mientras ella se sentía al fin segura entre sus brazos.

- Estás muy frío - comentó, apoyando la cabeza sobre su pecho.

Carlisle sonrió levemente.

- Lo sé. ¿ Te molesta ?

Karina negó moviendo levemente la cabeza.

- No, no, para nada. No podría molestarme nada de ti, Carlisle.

Karina reparó en lo que acababa de decir en voz alta y se sonrojó levemente. Carlisle solo sonrió y siguió acariciándola.

- ¿ Quieres que esté aquí por la mañana ?

Karina se separó unos centímetros y lo observó.

- No tienes por qué si no quieres...

Carlisle miró hacia abajo.

- ¿ Tú quieres que me quede ?

- Sí.

- Entonces lo haré.

Karina sonrió ampliamente y volvió a apoyarse en él, que la estrechó con cuidado contra su cuerpo.

Y así, con una pequeña sonrisa escondida en su rostro y entre sus fuertes brazos y suaves caricias, Karina cerró los ojos y finalmente le venció el sueño.

KARINA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora