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Karina empujaba lentamente su silla, de vuelta del supermercado.

Estaba cabreada, unos gilipollas la habían llamado "ruedines" a la salida y habían bromeado entre ellos sobre hacer una carrera.

Como era de esperar, Karina estaba que echaba chispas.

Si ella hubiera sido la de antes, le hubiera pegado dos guantazos a cada uno de esos idiotas. Pero meterse en una pelea callejera cuando ni siquiera podía mantenerse en pie no era una buena idea.

Tenía que idear una forma de saber defenderse desde donde estaba, pensó.

Karina le echó un vistazo al móvil para ver la hora. Debía apresurarse, su padre la esperaba para comer y a los Cullen no debía quedarles mucho tiempo para empezar a llamarla como locos.

Karina no entendía cómo su vida se había puesto patas arriba de un momento a otro.
Por otra parte, la familia Cullen eran parte de la suya, ahora, y sin ellos se sentiría terriblemente sola. Y ella no echaba de menos la soledad, había compartido cama con ella durante quizás demasiado tiempo.

La chica alzó la mirada hacia el semáforo, agradeciendo que éste se hubiera puesto en verde.

Reanudó la marcha con fuerza, esperando así llegar antes a su destino.

Se sintió incómoda, la mujer que había cruzado junto a ella no dejaba de observarla.

Karina trató de evadir su mirada primero, pero después, cansada, la clavó en sus ojos. La analizó de arriba a abajo.

Era alta, quizás algo más que ella misma, con el pelo rubio en ondas desordenadas que se movían con cada paso. Había cierta elegancia en ellos, casi de la misma forma en que los Cullen...

Karina desvió rápidamente la vista hacia sus ojos de nuevo. No le habían llamado la atención, pero entonces cayó en la cuenta de que no eran marrones. Sus ojos eran rojos.

Todas las claves para reconocer a un vampiro que le habían explicado pasaron en su mente a toda velocidad y se estremeció.

La mujer pareció notar su cambio, porque la miró con aún más curiosidad.

Karina metió la mano en su bolso, sosteniéndole la mirada.

- ¿ Qué quiere ? - preguntó con voz cortante, esforzándose por parecer tranquila mientras su corazón martilleaba con fuerza su pecho.

Los ojos de la mujer se oscurecieron levemente.

- Solo quiero hablar.

Su voz era cautelosa y dulce.

Karina tenía la sensación de haber visto a aquella mujer antes, pero no conseguía recordar dónde.

- ¿ Y si no quiero hablar ? ¿ Y si quiero irme ?

La vampira sonrió de forma casi compasiva y ladeó la cabeza.

- Me temo que no tienes otra opción, Karina.

Escucharla decir su nombre sin haberse presentado antes fue una señal más de que estaba en problemas.

La mujer miró a su derecha, distraída por una discusión que estaba sucediendo al final de aquella misma calle.

Karina supo que aquel era el único momento para hacer algo de utilidad. Con la mano aún en el bolsillo y casi sin mirar, encendió la ubicación del móvil para que rastreara su recorrido en todo momento. Con suerte, alguien pensaría en ello y conseguirían localizarla.

La mujer volvió a mirarla.

- Solo hablar, Karina - aseguró - hay cosas que tienes que saber.
Cosas que te has estado preguntando siempre.

Karina lo pensó un momento.

- De acuerdo - dijo finalmente.

La rubia la miró fijamente, tratando de descubrir si su aceptación no era más que una mentira.

Pero no, la desconocida tenía razón. Karina no tenía nada que hacer contra ella, y era mejor seguirle la corriente. Quizás, si lo hacía por las buenas, consiguiera más tiempo.

La mujer extendió los brazos hacia ella, como pidiéndole permiso para cargarla hasta otro lugar.

Karina asintió y, en cuestión de segundos, se encontraban en un viejo almacén abandonado.

La chica miró a su alrededor, esperando ver a otro vampiro asomarse por alguna de aquellas cajas de cartón.

- ¿ Trabajas para "M", no ? - le preguntó a la mujer al no ver a nadie - ¿ Dónde está ? ¿ Qué quiere ?

Como respuesta, ella se señaló a sí misma.

- ¿ Tú ? - Karina se mostró confundida - No te conozco.

La mujer rió.

- Puede que no. Pero yo si te conozco mucho a ti... más que nadie, por cierto, ni siquiera tu padre o esos vampiros que dicen ser tus amigos.

Karina se quedó en silencio un instante, tratando de encontrarle sentido a todo aquello.

- ¿ Y a qué viene lo de "M" ? "M" de... - dejó la frase inconclusa, a la espera de que ella la terminara.

La vampira sonrió levemente. Esta vez, aquella sonrisa no le gustó nada a la adolescente.

- mamá. Yo, Karina, soy tu madre.

KARINA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora