El corazón de Karina tamborileó en cuanto se tumbó en el escáner.Por favor, por favor, por favor. Pensó, o más bien, rezó. Karina siempre había creído en Dios, desde que era pequeña, pero ahora le era más difícil asimilar porqué le había hecho pasar por semejante mierda.
- Karina, intenta no moverte - escuchó la voz del doctor Cullen por el megáfono, desde el otro lado de la sala, pero ni siquiera se molestó en descifrar lo que estaba oyendo.
Todo lo que sus oídos escuchaban eran zumbidos y pitidos. Su corazón se aceleró, a medida que las paredes blancas de la máquina comenzaban a parecerle más y más pequeñas.
Justo cuando su agobio estaba a punto de estallar, el doctor Cullen presionó un botón y Karina salió de allí, para su alivio.
La chica se incorporó a la vez que el doctor entraba en la sala.
- No puedo hacerte el escáner si no te estás quieta, Karina- le dijo suavemente, colocándose en frente de ella.
- Lo sé.. solo estoy nerviosa. Asustada, más bien - admitió, tomando una gran bocanada de aire y pasándose la mano por la cara en un gesto exhausto.
El doctor Cullen se inclinó hacia ella y puso sus dos manos sobre sus hombros con suavidad. Aunque Karina llevaba la bata azul del hospital, pudo sentir el frío a través de ella, y se estremeció.
- Todo va a salir bien - le aseguró, mirándola fijamente a sus ojos - Te lo prometo.
Y aunque Karina sabía que él no tenía forma de garantizar eso, que solo lo decía para tranquilizarla, le creyó.
- Está bien - dijo decidida, volviendo a tumbarse en la tabla.
Él volvió a presionar el botón y Karina se introdujo en el cilindro blanco de nuevo. Los repiqueteos y sonidos de la máquina comenzaron.
- Solo unos minutos - avisó.
A Karina aquellos minutos se le hicieron eternos, le dolía hasta el cuello y las articulaciones de mantenerse en tensión para esforzarse por estar quieta.
Finalmente, la prueba terminó y Karina pudo salir de allí. Nunca había tenido tantas ganas de volver a su estúpida silla.
- Pues se acabó. Os avisaré cuando estén los resultados, pero no creo que tarden mucho- le dijo, acompañándola hacia fuera.
- Vale - asintió, mirando hacia su alrededor en busca de su padre, a quien no veía por ninguna parte.
- Se me ha olvidado decírtelo, hace una media hora tu padre me dijo que tenía que irse, algo urgente del trabajo. Me ofrecí a llevarte a casa.
- Oh - es todo lo que Karina consiguió decir, mente en blanco.
- Para tu suerte, mi turno acaba ahora, así que no tendrás que esperar mucho - sonrió, y Karina le imitó, aunque solo levemente - Déjame coger unas cosas y podremos irnos.
Karina asintió, y lo siguió con la mirada hasta su despacho, cargando unas cuantas carpetas a la vuelta. Su forma de moverse, firme y ágil, le recordaban a alguien, aunque no sabría decir quien.
- Listo.
La chica asintió y lo siguió hasta el exterior. Por el camino se fueron cruzando con enfermeras y doctoras que salían y entraban del hospital, y todas, absolutamente todas, saludaron al doctor Cullen, de forma más o menos coqueta.
Karina suspiró. Si ella trabajara junto a él, seguramente no se comportaría de forma diferente. No tenía problema en admitir que el doctor era muy sexy, pero para ella era solo eso; una cara bonita, un regalo para la vista.