Aquella no fue la última de las cartas que recibió.Aunque no terminaba de gustarle, al principio Karina no le daba mayor importancia. Sería algún idiota intentando molestarla, algo a lo que no debía echar cuenta.
Pero las cartas siguieron llegando. Y comenzó a asustarse. No fue solo el hecho de encontrarse una todos los días en lugares que ella consideraba inaccesibles para los demás, sino que el contenido de las cartas también había cambiado, pasando de ser de simples -aunque extraños- poemas a una emisión directa hacia ella. La persona que le escribía había pasado a dirigirse a ella de una forma escalofriante. Y no le gustaba, no le gustaba nada.
Edward, el hermano de Alice, le había preguntado varias veces sobre si había algo inusual que le preocupara, y por un breve momento, Karina había pensado en si su pregunta podría ser más que simple curiosidad. En cuánto se dió cuenta de las estupideces que estaba pensando, desechó la idea, lo que parecía haber aliviado a Edward a pesar de que no le había dicho nada de ello. Edward era un Cullen, se recordó, el hermano de Alice y el hijo de Carlisle, y aunque no lo conocía y era raro, sabía que no haría eso. Debía estar preocupado porque Lice lo estaba.
Pero entonces, ¿ quién era ? ¿ Quién era M ? ¿ Qué quería ? ¿ Porqué le enviaba aquellas cartas ? ¿ Y porqué daban tanto mal rollo ? Las preguntas se acumulaban en su cabeza a la espera de una respuesta.
- Ari, ¿ puedo pasar ?
Karina reaccionó sobresaltada al escuchar la voz de su padre, y se apresuró a guardar a toda prisa las cartas bajo la almohada, justo al momento en el que la puerta se abría.
- ¿ Qué pasa, papá ? - preguntó intentando sonar tranquila.
Su padre la miró fijamente y Karina temió que hubiera notado algo.
En cambio, dijo algo de lo que ya parecía haberse incluso olvidado.
- He ido al hospital hoy. Me he encontrado con el doctor Cullen y me ha preguntado si ibas a ir pronto a por los resultados.
Karina se mordió la boca por dentro.
- Se me había olvidado he... he estado distraída.
Ayax asintió.
- Le dije que te los llevaría a casa, así que aquí los tengo - dijo tendiéndole una bolsa de plástico con el nombre del hospital.
- ¿ Los has visto ?
- No. Sé que ahora te gusta hacer las cosas solas.
Aquello le dolió a Karina más de lo que pensaba. Especialmente por el tono desanimado y resignado que su padre tenía. Y aunque se sentía culpable y sabía que estaba haciéndole daño, no pudo ser capaz de llamarlo antes de que saliera de su habitación y pedirle que se quedara.
A Karina todo el asunto de los sobres rojos se le olvidó en aquel momento y pasó a un segundo plano.
Arrugó y desarrugó la bolsa en sus manos de forma nerviosa.
Había llegado el momento de la verdad.Karina reunió fuerzas y la abrió finalmente, sacando de un tirón todas las pruebas que había dentro ; CDs con el TAC, las radiografías, el análisis de sangre... ignoró todo ello y tomó rápidamente la copia del informe.
"NO SE OBSERVAN INDICIOS DE UNA REAPARICIÓN DE TUMOR VERTEBRAL. PRUEBAS Y ANÁLISIS NEGATIVOS".
Karina tomó aire y suspiró.