- No sé para qué tengo que seguir haciéndome pruebas.Karina estaba sentada en su cama, con los brazos cruzados en señal de absoluta negación.
- Ya sabes para qué, Ari - suspiró su padre - Te operaste hace unos meses, y hay que seguir vigilando que el tumor no vuelva a aparecer.
- ¿ Cómo va a reaparecer después de la cantidad de mierdas que me metieron en el cuerpo después de la operación ? - medio espetó.
Aquello había sido horrible, la recuperación.- Pues puede, cielo, por desgracia puede - respondió su padre, sentándose en la cama a su lado con tono conciliador - Por eso mismo tenemos que vigilarlo. Son solo unas pruebas, vamos.
- No quiero hacerme más pruebas- espetó- Estoy harta de pruebas, de habitaciones blancas y de hospitales.
- Será rápido, Ari - prometió.
- No voy a hacerme esas pruebas, papá - dijo, mirándolo completamente seria y decidida.
- ¡ Vas a hacerte esas pruebas, Karina, déjate de tonterías ! - exclamó al fin, exasperado, alzando la voz.
- ¡ Pues tendras que arrastrarme todo el camino para hacerlo ! - gritó, con las lágrimas comenzando a asomarse por sus grandes ojos verdes.
Ayax se levantó de la cama, y respondió recuperando la calma.
- Muy bien, Karina. Si no quieres hacerte las pruebas hoy, bien, no te las hagas. Pero te las harás la semana que viene.
Dicho aquello, le dirigió una larga mirada, y salió cerrando la puerta.
En cuanto Karina escuchó los pasos de su padre en el salón y se quedó sola, se echó a llorar.
Dejó las lágrimas salir, y pronto se le formó un nudo en la garganta y se sintió hundida, como llevaba ya un tiempo sintiéndose.
A Karina le aterraba hacerse esas pruebas. No por las pruebas en sí, porque no costaba nada tumbarse en una camilla, que le extrajeran sangre o que le hicieran un escáner. A Karina le aterraban los resultados.
Hasta ahora, ella estaba "bien".
Pero, ¿ y si descubrían que el cáncer había vuelto ? ¿ Y si se extendía a otras partes del cuerpo ? ¿ Y si... ?Karina había creído que no podía estar peor de lo que estaba en aquel momento, pero lo cierto es que la cosa aún podía empeorar, y mucho.
Decenas de veces en los últimos meses, después (y a veces antes) de la operación, Karina había pensado en que preferiría no seguir viviendo de aquella manera.
Sin embargo, había algo que siempre le hacía deshechar la idea, algo que le hacía creer que su vida de mierda no iba a ser siempre así, que iba a asumirlo, que las cosas cambiarían. Que volvería a ser feliz, a sentirse viva.
Algo que por muy mal que estuvieran las cosas, nunca terminaba de abandonarla.
Algo que se encontraba en ella, en su padre, en Forks.
Esperanza.