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Los días siguientes tampoco fueron mucho mejores que aquel primero.

Las asignaturas le estaban resultando difíciles, ya que al transferirse a mediados de curso de un instituto a otro había cosas que aún no había dado, y además tenía que adaptarse a la forma de dar la clase de cada nuevo profesor. Aparte, había detalles menos importantes como saber donde estaba cada aula, los horarios, etc, que también debía aprender. En general, se encontraba algo confusa y mareada por tantos cambios.

Pero como siempre, lo más difícil eran las miradas. Si había algo que Karina odiara más que la gente pasara de ella, como si no existiera, era aguantar a los que solo se acercaban a ella por el hecho de estar en silla de ruedas. Eran esa clase de personas con complejo de héroes, que te veían como una víctima y querían "salvarte".  Durante aquellos dos meses, Karina había comenzado a desarrollar una gran adversión hacia ellos.
Solo quería que la trataran como alguien normal, como uno más. No quería que la menospreciaran, pero tampoco recibir ninguna clase de trato especial. ¿ Acaso era tan difícil ?

Al quinto día, había mantenido una pequeña conversación con un chico llamado Eric en la clase de biología, lo que fue para ella todo un avance. El mismo le había invitado a salir  con él y sus amigos más tarde, pero había rechazado la oferta.
Karina se había acostumbrado a la soledad, a encerrarse en sí misma, y odiaba demasiado a Dios y al mundo como para hacer vida social, sabiendo que alguien, y probablemente no ella, saldría perjudicado.

Así que allí estaba, volviendo a casa sola, preguntándose en qué momento su vida había comenzado a torcerse. Una pregunta retórica, por supuesto, porque ya sabía la respuesta.

Karina sintió que alguien la observaba, así que miró a su alrededor y se encontró con los ojos del chico de cabello cobrizo al otro lado del aparcamiento.

Por lo que había oído, se llamaba Edward Cullen, y el grupo de super modelos que siempre le acompañaban eran su familia, todos ellos adoptados, y sin embargo, con un extraño parecido razonable entre si.

Karina se preguntó por qué aquel chico la miraba tanto, especialmente cuando a su lado parecía haber un hombre queriendo llamar su atención, aunque desde tan lejos no podía verlos muy bien.

- Edward. ¿ Me estás haciendo caso ? - preguntó Carlisle frustrado.

Edward no se molestó en responder, y siguió observando a aquella chica, sin importar que pareciera un acosador. Ya le había pasado un par de veces antes, por ejemplo con aquella chica tan molesta y torpe, Bella, pero seguía siendo igual de intrigante.

- Es obvio que no - rió Emmet, dándole una palmadita a Carlisle en el hombro.

- No te preocupes, nos hacemos cargo de informar a los forasteros - le dijo suavemente Rosalie, lanzándole una mirada a su novio. Ella siempre se mantenía firme, y si bien Emmet era un niño en muchos aspectos de su forma de ser, ella sabía como mantenerlo a raya cuando era necesario.

- Bien, gracias Rosalie - asintió, y señaló a Edward con la cabeza - ¿ Qué le pasa ?

Finalmente, el susodicho respondió, antes de que lo hicieran sus hermanos con alguna broma estúpida.

- No puedo leerle la mente a esa chica - se enfurruñó, mientras lo seguía intentándolo - Es frustrante.

Los demás rieron ante su berrinche, mientras que Carlisle rodó los ojos y buscó con la mirada a la chica de la que hablaba.

Era guapa, sin duda, su cabello castaño con destellos pelirrojos era muy, muy largo, ella parecía apartarlo de sus ojos de forma casi inconsciente cada pocos segundos. Su piel estaba tostada por el sol, probablemente una de las personas más morenas que Folks había visto en años, y parecía brillar. Sus ojos eran verdes oscuros, fríos e intensos a la vez. Su corazón... su corazón latía lentamente, su sangre...

De un segundo a otro, todo cambió, y Alice se puso seria rápidamente.

- Emmet, Edward. Al coche - ordenó.

Los nombrados la miraron confundidos. ¿ Por qué aquel cambio?

Los puños de Carlisle se cerraron con fuerza, y sus ojos se oscurecieron de un parpadeo a otro.

Entonces, todos comprendieron y lo sujetaron con fuerza, metiéndose en el coche y alejándose de allí rápidamente.

Una vez en la mansión, se reunieron en el espacioso salón.

Alice hizo que Carlisle se sentara y le lanzó una mirada al chico a su lado, quien entendió al instante e hizo llegar una ola de calma al vampiro, quien pudo finalmente relajarse.

- Gracias, Jasper.

Rosalie estalló entonces.

- ¿ Qué coño ha pasado ?

- Ross - la miró con el ceño fruncido.

- Oh, no serás capaz de hablarme de palabrotas cuando has estado a punto de drenar a esa chica delante de todo el instituto - espetó - Porque es eso lo que habías visto, no, ¿ Alice ?

Alice se encogió de hombros, sin despegar la vista de aquel a quien consideraba su padre.

- No exactamente.

- ¿ A que te refieres con "no exactamente" ?

Alice miró finalmente a su hermana.

- Había demasiados posibles futuros. Pero sí, algunos no acababan muy bien.

Rosalie bufó. Emmet la abrazó por la cintura, susurrándole al oído. Solo él sabía calmarla.
La rubia asintió y ambos desaparecieron escaleras arriba.

- Aún no sé como ha podido pasar- dijo inquieto, y sintiéndose terriblemente culpable- Veo sangre todos los días en el hospital y no me afecta, nunca en todos los años que llevo siendo vampiro he estado tan cerca de descontrolarme así.

- No importa, Carlisle - dijo Edward, poniendo una mano sobre su hombro de forma comprensiva - Seguramente no vuelvas a volver a verla.

Carlisle asintió apesadumbrado y los demás lo dejaron solo.

A Alice se le escapó una pequeña sonrisa interior cuando abandonaba la habitación, como si se riera de algo que solo ella supiera.

KARINA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora