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Fue una tarde casi perfecta.

Karina no dejaba de sonreír, era imposible no hacerlo ante las estúpidas peleas sin sentido que Carlisle y Alice tenían sobre absolutamente cualquier cosa.

Él se había pasado la primera hora protestando, pero su hija no le había hecho ni el más mínimo caso, así que Carlisle se había resignado y la dejaba hacer.

Incluso Alice había insistido en meterse en un fotomaton y hacerse una foto juntos.
Karina miró la tira de papel que aún tenía en sus manos. Todas tenían algo especial, algo que la hacía sonreír. La primera foto era un caos, dos de ellos mirando cada uno hacia un lado y el otro con cara sorprendida hacia la cámara, ya que les había cogido desprevenidos. En la segunda los dos Cullen la atacaban a base de cosquillas, y en la tercera Alice sonreía inocentemente mientras se ponía delante de Carlisle para taparlo, mientras ella reía al verlos. En la última, los tres reían ampliamente mirando hacia la cámara.

- ¿ Tú qué opinas, Kar ?

Karina levantó la mirada y fijó su atención en Carlisle, a quien llevaban ya un tiempo buscándole ropa.

- No sé, no me convence.

Alice frunció el ceño e hizo un puchero.

- ¿ Por qué no ?

- No sé, no lo veo de su estilo. Eso es más desaliñado, más...  ¿ Más Edward ?

Carlisle rió suavemente ante la comparación.

- Es que no quiero que lleve ese jersey de viejo que siempre se pone - lloriqueó Alice.

- Yo no llevo jersey de viejo - masculló él lanzándole una mirada.

Karina soltó una risa y miró a su alrededor.

- ¿ Qué tal esta camisa ? - preguntó, sacándola del montón en la que estaba colgada.

A los pocos minutos, Carlisle salió del probador con ella puesta.

Miró a Alice con la ceja levantada, a la espera de su aprobación. Ella asintió enérgicamente.

- Estás guapísimo - aplaudió Alice dando pequeños saltitos de alegría, mientras él rodaba los ojos y sonreía.

Karina lo observó. Sí, decididamente, había elegido bien. Le quedaba genial, aunque no era difícil que algo le quedara genial a él... Y no era la única que parecía haberse dado cuenta.
Karina se preguntó cómo es que la gente podía ser tan descarada.

Alice pareció darse cuenta de su malestar, porque le preguntó con la mirada.
Karina solo tensó la mandíbula.

- Os espero fuera - avisó tratando de sonar normal y dirigiéndose al exterior.

Carlisle y Alice se miraron entre sí algo extrañados, pero asintieron.

Alice, mientras ellos pagaban en la caja, miraba a Karina, y deseó que Jasper o Edward estuvieran allí para saber qué es lo que le pasaba a su amiga.

Un par de minutos después, los tres se movían hacia la salida del comercial.

- ¡ Espera, mira eso ! - exclamó Alice, mirando con deseo un vestido negro brillante que exhibían en uno de los escaparates.

- Alice, ya nos íbamos - recordó Carlisle, pero enseguida ella le interrumpió.

- Será solo un segundo, esperadme en el coche si quereis - dijo, ya a medio camino de la tienda con una sonrisa- ¡ seré rápida !

Ambos observaron cómo desaparecía tienda adentro sin nada que hacer para detenerla.

- Su segundo equivale a más de media hora cuando se trata de comprar - suspiró Carlisle, reanudando la marcha - Siempre acaba saliéndose con la suya.

Karina sonrió levemente.

- Ella es increíble.

- Lo es, pero la tenemos demasiado consentida. Ahora es la reina de la casa.

- ¿ Ahora ?

- Desde que mi mujer se fue.

Karina alzó la cabeza para ver su expresión.

- Lo siento, Carlisle. Sé lo que se siente al perder a alguien.

Él la miró y negó con la cabeza.

- No, no es eso, ella está viva - Carlisle se rió internamente al pensar que eso no era del todo cierto - Simplemente se marchó. Dijo que estaba cansada de jugar a la familia feliz y se fue a Italia con otro hombre.

- Pues vaya gilipollas - Karina se mordió el labio al escapársele y trató de hacerlo más suave - No conozco a los demás, pero Alice y tú sois... a mi me hubiera encantado formar parte de vuestra familia, vamos.

Carlisle la miró con una pequeña sonrisa.

- Gracias, Karina.

Ella asintió y volvió a mirar al frente. Carlisle observó atentamente su rostro. Algunos mechones castaños se habían soltado de su trenza, y se le pegaban a los labios.
De repente, sintió de nuevo el impulso, y puso todo su empeño en controlarse y respiró hondo.

- ¿ Por qué te fuiste de California ? - preguntó, con intención de distraerse.

Karina soltó un suspiro y paró su silla al lado del coche.

- No tienes que responder si te resulta incómodo - añadió, al ver que tardaba tiempo en contestar.

- No, no es eso... Es que estoy intentando pensar en cómo hacer que entiendas... - dijo jugueteando con sus manos de forma nerviosa.

Hablar sobre ella siempre le había resultado muy difícil, y aún más de lo que le había pasado. Se dió cuenta de que no le había contado a nadie cómo se había sentido, como se sentía en aquellos momentos, ni siquiera a su padre.

Carlisle estiró su mano casi de forma inconsciente y agarró la suya. Karina levantó la cabeza y lo miró a sus ojos dorados. Se relajó casi al instante.

- Recuerdo una noche, cuando era pequeña. Era tarde, así que cuando mi padre vió la luz, entró en mi cuarto y me vio sentada sobre la cama pensando, se quedó sorprendido. "¿ Qué haces despierta, Ari ? ¿ Qué ocurre ?". Yo lo miré preocupada y le conté que mi profesora de lengua nos había mandado escribir sobre nuestros sueños. Estaba triste y enfadada, y le dije "Papá, no quiero ir a dormir, porque cuando me despierte mañana no me acordaré de lo que he soñado hoy. ¡ Nunca me acuerdo, no tengo sueños !". Recuerdo a mi padre sonreír y acariciarme el pelo. "Un sueño no es lo que ves mientras duermes, Ari. Es lo que no te deja dormir. Lo que te hace sentir viva" - sonrió levemente, volviendo a mirarle a los ojos- En aquel momento no lo entendí bien. Pasaron los años, y participé en mi primera carrera. Entonces allí, mientras corría por la pista sintiendo cómo cortaba el aire que se movía a mi alrededor, pegando el sprint final, me sentí más viva que nunca. Y comprendí. Aquel se convirtió en mi sueño, mi gran sueño. Y podía pasarme toda la vida haciéndolo, podía hacer un trabajo de ello. Pasaron siete años. Siete años en los que me levantaba con un único propósito, siete años perdidos de fiestas, cumpleaños, y excursiones... pero nada de eso importaba. Sabía lo que quería, y no me importaba sacrificar cosas para conseguirlo. Y de repente, cuando mis dedos estaban rozando lo más alto...  todo desapareció. Quedarme en California me hacía recordar constantemente todo lo que había perdido - terminó casi susurrando - Aunque tampoco es que ahora sea fácil olvidar.

Karina dejó de hablar, con la mirada fija en algún punto vacío del horizonte. Por su mente pasaron, como en un flash, muchos recuerdos, desde su primera medalla hasta las operaciones, la quimio, la rabia y la desesperación. Las lágrimas se acumularon en sus ojos casi sin quererlo.

De pronto, sintió como la jalaban y se vió envuelta en sus brazos, fríos, fuertes. Seguros.

Karina salió de sus pensamientos y enterró su rostro en él, rodeándolo también con sus brazos y apretando con fuerza.

- Solo quiero sentirme viva otra vez - susurró con la voz rota contra la tela de su chaqueta, como quien pide ayuda cuando está al borde de su propio precipicio.

Carlisle acarició su cabello, consciente de que aquel momento había cambiado todo.

- Lo harás, Karina, lo harás - susurró, diciéndoselo a ella y diciéndoselo a él mismo - Te lo prometo.

KARINA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora