Una noche distinta a otras

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Llegamos puntuales a la fiesta pero, en cuanto la ruidosa música se instaló en mis oídos, una sensación de cansancio y de malestar en todo el cuerpo.

Mi novio se dirigió hacia su habitual grupo de amigos dejándome sola en aquel lugar. Mis ojos recorrieron la estancia en busca de alguien conocido, y allí estaban ellas, como siempre. Alba y Dai bailaban al ritmo con unos chicos desconocidos para mí. Una sonrisa se instaló en mi rostro feliz de saber que ellas estarían conmigo en aquella fiesta y me harían olvidarme de todo lo sucedido anteriormente. Me acerqué con ese pensamiento en la cabeza.

-¡Hey!-saludé captando su atención.-Os las robo un momento, ¿de acuerdo?-dije a los chicos. Ellos asintieron con una sonrisa y se fueron.

-¡Meg, ¿qué haces aquí?!-levanté los hombros en señal de duda.

-Divertirme supongo. Quiero despejarme, tengo demasiadas cosas en la cabeza y quería relajarme, ¿me ayudáis?-compartieron una mirada cómplice.

-Con esa ropa se empieza mal.-dijo Alba. Llevaba unos vaqueros y una camiseta larga.-Ven con nosotras.-subimos a la segunda planta y nos metimos en una de las habitaciones. Buscaron en el armario. Encontraron unos pantalones cortos, demasiado cortos, y una camiseta con mucho escote.

-No, ni en broma me pongo eso.-sonrieron pícaras.

-Si no te lo pones tú te lo pondremos nosotras.-puse los ojos en blanco y me cambié rápidamente.-Mucho mejor.-dijeron una vez observaron cómo me quedaba.

-Maquillaje.-dijo Alba.

-Llevo gloss.-soltaron una carcajada y sacaron las bolsas de maquillaje que guardaban en sus bolsos.

Y tras maquillarme y hacerme unas hondas en el pelo, sacaron un polvo blanco.

-No, eso sí que no.-dije apartándome.

-Pero si solo es un poco de coca.

-¡Por eso mismo!-pusieron su mejor cara. Asentí algo molesta y me esnifé un poco. Al din y al cabo esto era una fiesta ¿no? La gente fuma, bebe y se droga aquí, ¿verdad?

-Ahí estamos Meg, ¡suéltate el pelo!-las veía algo borrosas pero estaba muy feliz por lo que sonreí. Sí que hacía efecto rápido, tal vez fuera por ser mi primera vez.

-¿Qué hacemos aquí paradas? ¡Vamos a la fiesta!-dije saliendo de allí.

Empezamos a movernos en la pista cuando un chico rubio de ojos marrones me pidió bailar a lo que acepté encantada. Me acercaba a él tanto como podía, no nos despegábamos el uno del otro y alguna que otra vez noté cómo me lanzaba una mirada un tanto insinuante.

Sin embargo, el recuerdo de Kendall me hizo volver en mí. Me di cuenta de que lo que estaba haciendo no estaba en absoluto bien y me aparté en cuanto la canción que estaba sonando terminó.

Busqué a Kendall. No me cogía el teléfono ni contestaba a mis mensajes por lo que empecé a llamarle por la fiesta. Pude distinguir su figura a lo lejos. Sonreía bastante feliz, como si estuviera totalmente cómodo en aquel lugar. El problema era que esa sonrisa y esa comodidad iban dirigidos a una chica morena que estaba apoyada en el marco de la puerta, frente a él.

Me quedé allí observándoles en silencio. No obstante, mi corazón se rompió en cuanto vi cómo la morena se acercaba y posaba sus labios en los de mi novio. Se estaban besando, allí, en medio de aquella fiesta y, encima, delante de mí.

Después, Kendall señaló la planta de arriba y ella asintió divertida mientras se mordía el labio inferior.

Bajé la mirada. De repente el aire me faltaba y me parecía estar agobiada entre tanta gente. Salí lo más deprisa que pude de la casa.

El aire de allí fuera parecía más fresco y las estrellas brillaban como nunca antes.

Una mano se posó en mi hombro. Me giré y pude ver a mis amigas.

Las abracé tan fuerte como pude y lloré hasta que las lágrimas dejaron de salir de mis ojos.

-Pasa de ese creído.-susurró Dai en mi oído.

-Creo que me voy a casa.-me aparté de ellas.-Gracias chicas, ha sido divertido mientras ha durado.-sonreí falsamente y ellas lo notaron.

-¿Te acompañamos?-negué con la cabeza. No quería que se molestasen por mí, sabía que podía caminar perfectamente.

Nada más llegar a casa me tumbé en la cama y, tras soltar alguna que otra lágrima, caí en un profundo sueño.

-Carter...No lo hagas.-dije intentando que mi amigo bajase el cuchillo. Pero lo único que logré fue caer al suelo por la intensidad del golpe que me acababa de proporcionar. Mi mirada estaba fija en el suelo.

-No haber besado a Matt.-dijo con furia. Lo miré con miedo mientras él levantaba cada vez más el cuchillo y luego lo bajaba a gran velocidad. Me encogí y cerré los ojos llenos de lágrimas. El cuchillo se adentró por mi muslo. Yo grité de dolor y unas lágrimas cayeron de mis ojos.

-Tú también besaste a otra.-contraataqué. Él movió el cuchillo que seguía introducido en mi pierna y yo volví a gritar.

-Cállate perra, lo que yo haga no importa.

-Claro, y lo que haga yo sí, ¿no?-dije enfurecida. Él sacó el cuchillo rápidamente y, con la palma de su mano, volvió a darme en la cara.

-¡He dicho que te calles!-gritó en mi oído.

-¿Pues sabes qué? Que no me da la gana, no tengo por qué cumplir lo que me digas.-le escupí en la cara, él hizo una mueca de asco. Me miró con desprecio y volvió a golpearme una y otra vez sin parar. Empezaba a marearme pero él no hacía nada más que incrementar la intensidad de sus golpes hasta que dejé de sentir nada. Mi respiración cada vez era más pesada.

-¡Te mataré perra!-gritó mientras se alejaba. Miré en su dirección y encontré a Matt. Su pelo, sus ojos, su rostro... Me alegraba tanto de verle de nuevo que intenté moverme para poder abrazarle y saber que era verdad, que él estaba allí y que me había salvado.

-¿Estás bien?-dijo agachándose.-No, definitivamente no estás bien. Llamaré a una ambulancia. Resiste Meg.-depositó un corto beso en mis sangrientos labios y se alejó.

Miré a mí alrededor con bastante dificultad. Un charco de sangre me rodeaba.

Matt volvió a mi lado.

-Ya están llegando.-pasé una mano por su rostro manchándole de mi sangre.-Meg, Meg no te vayas. Todo va a salir bien, te vas a curar y a ese imbécil lo meterán en algún sitio lejos de aquí. Estoy aquí, contigo, no te vayas, quédate conmigo.

Unos señores vestidos algo raro, no pude distinguirlo muy bien ya que empezaba a ver borroso, derribaron la puerta y corrieron a mi lado. Me subieron a una camilla y me pincharon una aguja entre la muñeca y el codo. Cerré los ojos, estaba cansada y el dolor en todo el cuerpo empezaba a aparecer.

-La perdemos.-escuché pero no le presté importancia solo quería dormir un poco.

-¡No!-gritó Matt.

Si la vida nos dejaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora