Fui una imbécil

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El despertador resuena en mi habitación.

Lunes de nuevo. El fin de semana ha pasado más rápido de lo que esperaba. Pero por desgracia ya tengo que volver a dar clases y salir de mi cama para volver a ver al imbécil de Kendall.

Apagué el despertador entre gruñidos y me escondí bajo las sábanas. "No quiero salir" me repetía una y otra vez. Pero el despertador volvió a sonar cinco minutos más tarde recordándome que tendría que salir de la cama algún día.

Abrí mi armario y me puse lo primero que cogí: una camiseta rosa y unos pantalones verdes. Me miré al espejo pero me daba igual si iba bien o más bien parecía un desastre.

Y, sin siquiera desayunar, salí de mi casa sabiendo que iba a ser un día muy, muy largo.

-¡Cuidado!-escuché al llegar a mi instituto.

Cuando me giré en la dirección de la que provenía el grito descubrí un balón acercándose a toda velocidad a mí hasta que chocó contra mi cara. Caí de espaldas y empecé a sangrar por la nariz por lo que los chicos del balón me acompañaron hasta la enfermería.

Me senté sobre una de las sillas de la sala de espera y suspiré. El recuerdo de la última vez que había estado sentada en aquella sala, es más, en aquella misma butaca, vino a mi mente rápidamente. Fue allí la primera vez que vi a Kendall, fue allí donde me puse nerviosa por simplemente saludarle, fue la misma que inició todo lo que había pasado, la que nos unió a Kendall y a mí por primera vez.

La secretaria me anunció que la enfermera no estaría hoy y la sangre paró de salir de mi nariz pero yo permanecí allí aun sabiendo que habían empezado las clases, yo me quedé allí sentada sin hacer nada, solo recordado mi primer día de clase y la primera vez que vi a Kendall en aquel mismo lugar.

Una vez pasó la primera hora de clase decidí salir de allí por lo que empecé a buscar un lugar donde relajarme en el instituto y lo encontré: las gradas. No había nadie allí, ni siquiera se escuchaba ningún sonido, solo silencio. Cerré los ojos y dejé que la tranquilidad que me aportaba aquel lugar me inundara el cuerpo las dos siguientes horas de clases hasta que una voz sonó a mi lado.

-Hola.- giré la cabeza y suspiré. Miré el paisaje ante mí.

-Hola Kendall.-dije finalmente intentando que mi voz pareciese fuerte y segura, algo que falló por completo. Él se sentó a mi lado y miró en mi misma dirección.

-Yo...No quería que te enterases así de lo de la apuesta.-dijo al fin agachando la cabeza.

-¿A no? ¿Y cómo esperabas que me enteraría entonces?-pregunté molesta.

-Pues...No sé. Tendrías que haberte enterado por mí, no por ellos. Tendría que haber rechazado la apuesta. Tendría que haber dejado mi gilipollez para otro momento. ¿Sabes? No quería hacerte daño.-le miré sorprendida.-Me parecías una chica inteligente, educada, amable, graciosa...

-Fui una imbécil por enamorarme de ti.-dije levantándome para evitar que Kendall viera las lágrimas que empezaban a amontonarse en mis ojos. Empecé a caminar pero él cogió mi mano y me giró para que pudiera quedarme cara a cara con él. Mi corazón comenzó a latir con mayor intensidad. ¿Cómo podía seguir sintiendo algo por alguien que me había hecho tanto daño?

-Y yo también fui un imbécil por corresponderte.-susurró provocando que mis pulmones dejaran de funcionar. Un nudo se formó en mi garganta y abrí la boca para responder algo pero no pude.

¿Me quería? ¿Kendall verdaderamente estaba enamorado de mí? ¿O todo era otro truco?

No sabía responder a esas preguntas, solo sabía que el corazón estaba a punto de salirse de mi pecho y que un brote de esperanza me recorrió cuando él pronunció aquellas palabras.

Si la vida nos dejaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora