Negocios

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Los labios de Kendall se acercaban cada vez más a los míos pero por mucho que me alejase sabía que él iba a ganar por lo que usé mi último recurso y golpeé su entrepierna con mi rodilla haciendo que éste se retorciera de dolor . Sin pensármelo dos veces corrí lejos de él.

-Me las pagarás perra.-gritó haciendo que me diese la vuelta para contestarle.

-Cómo tu madre.-él me miró con odio y yo sonreí. Cogí mis cosas y fui a la parada de autobuses en la que justo pasó uno al cual me subí. Miré la hora, eran las siete y media. Mi móvil vibró, me estaba llamando mi hermano.

-¿Si?-pregunté lo más normal que pude.

-Oye Meg, hoy no voy a volver a casa hasta las...¿Dos de la mañana? Tienes la cena en la nevera y si no la quieres llama al telepizza, luego te lo pago. Recuerda acostarte pronto y no hagas ninguna estupidez.-mi hermano era el típico hermano que sobre protegía a su querida hermana pequeña.

-Vale, no te preocupes. Adiós.-colgué y sentí cómo el autobús frenaba de repente. El conductor miró el motor he intentó arrancar pero no funcionaba.

-Señores me temo que el autobús se ha estropeado.-su voz mostraba un tono de disculpa hacía las cinco personas que estábamos allí: una pareja, una madre y una hija y yo. Bajamos del autobús y empezamos a caminar hacia nuestras casas, ellos vivían en un pueblo que se podía vislumbrar a lo lejos pero yo tenía que andar durante un largo tiempo por carretera.
Una  bocina de coche sonó sobresaltándome. Me giré y vi un Audi negro en perfecto estado. El conductor bajó la ventanilla y una sonrisa amable se instaló en mi rostro pensando en si me podría llevar a casa. Pero la sonrisa se evaporó de mi rostro en cuanto vi que era Kendall.

-¿Subes?-su tomo de voz era esperanzado, seguramente porque quisiera hacerme una broma pesada como antes, algo a lo que me negué en rotundo.

-No, estoy muy bien andando ¿no me ves?

-Lo que veo es una Megan cansada que quiere llegar pronto a casa.-no supe qué decir, era cierto. Me paré.

-¿Por qué crees que me subiría a tu coche?

-Porque es el único que se va a molestar en parar para llevarte a casa.-puse los ojos en blanco y me subí. Le di la dirección y él me llevó. En todo el camino no hablamos excepto cuando me preguntaba por dónde tenía que pasar. Por fin llegamos a mi casa y, antes de entrar, me paré y le miré.

-Oye, ¿por qué me has salvado de ese tipo y me has ayudado a volver a casa?

-¿Uno no puede ser un caballero?

-Es que tú no eres un caballero.

-¿Y por qué me has intentado besar?-se acercó. No pude moverme. Él estaba allí, tan cerca que nuestras narices se tocaban y, esta vez, no pude hacer nada. Suspiró y se fue hacia el coche.-¡Espera!

-¿Qué?-se detuvo.

-Te odio.-dije. Él me miró y sonrió.

-Yo también.-volvió al coche y se fue. Entré en la casa despacio. Hice las tareas y calenté la cena. Mi hermano había preparado empanadillas, era lo único que sabía hacer. Así que puse una película, me tumbé en el sofá con una manta y comí empanadillas. Todo iba perfecto, estaba viendo mi película favorita que era Divergente, comiendo las deliciosas empanadillas de mi hermano junto con un helado cuando se terminaron y la pequeña y fina manta me daba esa sensación de que todo estaba bien. Miss estaba tumbada a mi lado en el sofá. El timbre resonó por toda la casa, paré la película y miré a ver quien era. En cuanto abrí la puerta me encontré con un chico de mi edad el cual no pude reconocer porque llevaba una gorra.

Si la vida nos dejaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora