Los encantos de Kendall

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-Pero si parecíais dos personas muy enamoradas la una de la otra, y el beso de esta mañana ha sido...-dijo sin poder creérselo Dai.

-Lo sé, al igual que ahora sé lo bien que finje Kendall y lo mentiroso que puede llegar a ser.-agaché la cabeza y empecé a jugar con los dedos de mis manos.

-Venga tía no te preocupes, ya encontrarás a otro que sea ochenta mil veces mejor.-me abrazó para consolarme.

-No sé yo, estoy empezando a pensar que el amor no está hecho para mí.-sonreí recordando a Cameron, a Matt y, por último, a Kendall.

El resto de la tarde estuvimos hablando, viendo películas y jugando a juegos de mesa. No sabía por qué se lo había dicho a ella y no a mis amigas del otro instituto, pero creía que, simplemente, Dai era especial. Sabía guardar un secreto y hacerme reír por muy mal que lo estuviese pasando. Ella era una amiga de verdad mientras que Alba era más de hacer lo imposible para que la gente supiese de ella, ser el centro de atención aunque tuviera que dañar a alguien. Ella se lo habría contado al instituto entero. Bueno, pensándolo mejor, después de la escena que monté seguramente ya lo sepan todos.

Se reirán de mí y de lo tonta que fui pensando que podría estar con alguien como él, como Kendall. Y él contará nuestros momentos más íntimos a la gente para burlarse de mí.

Se reirán de mí por haber pensado que podía cambiar a alguien así, alguien tan asquerosamente egoísta como él.

Al día siguiente, después de que Dai abandonara mi casa, miré el móvil esperanzada. De algún modo u otro esperaba tener algún mensaje o llamada perdida suya. Pero no fue así, no había nada, solo mensajes de compañías de teléfono y llamadas perdida de Alba, quien ya sabría todo lo sucedido. De algún modo y otro Alba siempre se enteraba de todo.

Marqué el número de mi hermano, necesitaba escuchar su voz para saber que todo estaba bien, que yo estaba bien y que saldría de esto como siempre conseguía salir de todo.

-Hola guapa, ¿qué tal por allí?-me saludó.

-Bien...Como siempre.-mi voz sonó algo ronca.- Oye Cam, ¿cuándo volverás?

-¡Ah, es verdad! Ayer una discográfica de Hollywood me dijo que era bienvenido allí. Entonces me fui en el primer vuelo y, aquí estoy, en un cutre hotel esperando esta noche para empezar a trabajar en el mismísimo Hollywood. ¿Te lo puedes creer?-se notaba que estaba realmente feliz y eso provocó que una pequeña sonrisa apareciera en mi rostro.

Al saber la noticia decidí no contarle nada sobre lo sucedido con Kendall, haciéndolo solo conseguiría arruinarle su viaje a Hollywood y eso no estaría bien por mi parte.

-¡Felicidades!-dije intentando mostrarme feliz. Intento fallido.

-Gracias.-susurró algo confuso.- ¿Tú estás bien?

-Claro, por supuesto, ¿lo dudas?-dije consiguiendo que esta vez mi voz sí sonara más animada.

-Eso espero. Por cierto, ahora que estáis solos en casa no hagáis nada...-en su tono de voz logré distinguir un toque de picardía.

-¿Quién?

-Kendall y tú.-dijo algo incómodo. El corazón se me quebró al escuchar su nombre.

-Te aseguro que no pasará nada, créeme.-solté intentando tranquilizarle.

Un silencio incómodo apareció en la conversación tras decir aquellas palabras.

-Bueno, te voy a dejar que tengo que colocar las cosas todavía y prepararme para toda la noche. Te quiero enana.-se despidió.

-Y yo a ti hermano.-dije con una sonrisa.

Escuché los pitidos cuando mi hermano colgó y me quedé allí quieta, mirando por la ventana y con un inmenso dolor en el pecho.

Una lágrima se deslizó por mi mejilla, no me gustaba mentir a mi hermano, pero tampoco quería que desaprovechara la gran oportunidad de trabajar en Hollywood, seguramente era uno de sus mayores sueños que mantenía en secreto. Y bueno, para qué mentirnos, tampoco quería que Kendall recibiera una paliza de parte de mi hermano.

Me acurruqué en la cama y las lágrimas saltaron de mis ojos casi de inmediato. Lloré por ocultarle cosas a mi hermano. Lloré por la vergüenza que sentía al haber quedado en ridículo delante de todo el instituto. Lloré del miedo que sentía por todo lo que había sucedido con Carter. Lloré por lo sucedido en aquel edificio en llamas. Lloré por la pérdida de Matt.

Pero, ante todo, lloré por el imbécil y egoísta de Kendall, el que me había mentido y me había hundido. Y, después de llorar, me levanté, miré mi lamentable reflejo en el espejo y me prometí que me levantaría y saldría de estas y que no volvería a caer ante los encantos de un chico, me prometí no volver a caer ante los encantos de Kendall.

Si la vida nos dejaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora