-¿Dónde vas tan deprisa?-dijo Kendall corriendo hasta llegar a mi lado. Le miré con odio.-¿Qué te pasa? ¿Te ha hecho alguien algo?
Me frené en secó y él me cogió la cabeza con las dos manos. Pero rechacé aquel gesto echándome hacia atrás. Una lágrima se escapó de mis ojos, y otra, y otra más... Hasta llegar a tener el rostro lleno de ellas. Lágrimas de dolor, de frustración, de furia... Lágrimas de todos los sentimientos que tenía escondidos y que poco a poco salían a la luz a cada gota de agua que caía de mis ojos.
-¿Cómo has podido?-pregunté casi en un susurro.
-Pero ¿qué he hecho?-se acercó pero yo me alejé. La preocupación que mostraba tan solo era una actuación, y ahora me daba cuenta. El muy imbécil actuaba demasiado bien, tanto que casi pensé que de verdad estaba preocupado y no entendía nada de lo que estaba pasando.
-¿Ya no te acuerdas de la apuesta que hicisteis los del equipo y tú?-pregunté gritando. Su mandíbula se desencajó. Palideció de un segundo a otro y sus ojos se abrieron tanto que parecía que se le iban a salir de las órbitas.-Eres un cabrón ¿lo sabes?-continué.- Solo me querías para cumplir tu queridísima apuesta, para no perder el puesto que tienes en esta mierda de instituto.-me frené un momento y respiré hondo.- Tengo curiosidad, ¿todo fue una mentira o en algún momento sentiste lo que me decías, alguna vez me amaste de verdad?-pregunté con un hilo de voz. Él se puso serio y me miró asqueado.
Su cambio de actitud me provocó un gran dolor en el pecho. ¿Cómo había estado a punto de creerme su actuación?
-No, nunca, todo fue por la apuesta. ¡Me iban a llevar a una de las mejores discotecas de Madrid ¿qué querías que dijese?!-su voz sonó segura y sin rastro de arrepentimiento.
Los sentimientos se apelmazaban dentro de mí, tanto que empecé a sentirme débil y las rodillas comenzaron a temblarme.
-¿Por qué eres tan egoísta? ¿No puedes pensar lo que conllevan tus acciones o cómo van a tomárselo las personas a las que les afecta? No, claro que no, porque eres Kendall, el niñato más inmaduro, más hipócrita y más asqueroso que el mundo alguna vez pueda haber conocido. Solo piensas en tu orgullo y en ser el centro de atención, pues mira que bien, lo acabas de conseguir Kendall, has conseguido lo que siempre has querido. Aunque hayas tenido que joder a muchas personas para llegar hasta aquí, para seguir siendo el mujeriego inmaduro e ignorante que todos conocen. Te felicito.-escupí dejando salir toda la ira y la frustración que había estado conteniendo.- Y, déjame decirte una última cosa querido Kendall: ojalá nunca te hubiera conocido, ojalá no me hubieras salvado de aquel chico y ojalá nunca te hubieras mudado a mi casa porque Kendall, te odié, te odio y siempre te odiaré.-me di la vuelta y salí lo más deprisa que pude de allí abriéndome paso entre la multitud de gente que nos rodeaba.
-Tranquila, el sentimiento es mutuo rubita.-dijo con una sonrisa pícara.
No me lo podía creer, ¿cómo había caído tan bajo? Cogí el autobús y miré por la ventana mientras seguía llorando.
A veces llega un momento en el que crees que no puedes caer más bajo, en el que crees que nada merece la pena, y una sensación de vacío te inunda el pecho e incluso crees no poder seguir adelante. Miras a tu alrededor y consideras que todo lo que tienes es una mierda, todo el falso, no te llena, no lo quieres. Simplemente dejas de vivir y nadie puede rescatarte. Así me sentía yo en aquel momento. Habían pasado muchas cosas en muy poco tiempo en mi vida, desde Matt hasta Kendall o Cam, desde mí misma hasta los que me rodeaban. Habían pasado demasiadas cosas como para procesarlas con claridad y esto me provocaba el sentimiento del que anteriormente he hablado. Y estaba triste, más que nunca lo estaba.
El autobús frenó poco a poco y el conductor golpeó el volante, gesto que captó mi atención al igual que la del resto de los pasajeros.
-Lo sentimos, hemos tenido unos problemas con el motor. No podremos llevarles hasta su destino. Tienen que bajar aquí.-nos informó el conductor. Miré a mí alrededor. Solo había dos parejas dándose besos todo el tiempo, clavándome un puñal en el corazón recordando días anteriores con Kendall.
Me bajé sin discutir y empecé a caminar por la carretera. Por un momento miré los coches que pasaban con la esperanza de que Kendall parase a mi lado y me dijese que todo había sido una broma pesada, que él me quería y que me llevaría a casa, pero no sucedió, y nunca más sucedería. Me limpié los ojos con las muñecas y seguí caminando hasta mi casa.
Mi hermano no estaba, ni vendría, me mandó un mensaje informándome sobre ello. Él había encontrado un trabajo en una discoteca nueva y no podía faltar ningún día, tenía que ser puntual si no quería que le echaran.
La casa estaba vacía y oscura. Nadie vendría a consolarme, y tampoco vendría Kendall a decirme que me quería de verdad, ni Matt a abrazarme y decirme que todo saldría bien.
Mandé un mensaje a Dai diciéndola que si se podía pasar por mi casa y ya de paso quedarse a dormir. Ella aceptó y, al poco, el timbre sonó. Abrí la puerta y miré a la chica que tenía delante de mí. Reconocí su moreno cabello y sus peculiares ojos, era la hermana de Kendall. La sangre se me heló.
-Hola...-dijo intentando esbozar una sonrisa.
-No quiero hablar contigo, vete por favor.-respondí ocultando mis ojos rojos y algo hinchados.
-Lo siento, mi hermano es gilipollas. No debió hacerlo. Ya se lo dije yo, pero él solo pensaba en lo que recibiría no en lo que afectaría su paso por el camino. Perdónale, él también está jodido, él te quiere.
-Pues si es así que me lo demuestre, pero esta vez de verdad. Y, si te soy sincera, dudo que esté destrozado y que me quiera. Ahora adiós, espero a alguien.-fui a cerrar la puerta pero ella puso el pie.
-Ni de coña, yo no me voy hasta que me digas que hablarás con él.
-¡No pienso volver a hablarle, ni siquiera le miraré, ya no existe para mí por muchas escusas que me digas!
-¿Qué pasa aquí?-dijo Dai apareciendo de la nada y colocándose a nuestro lado.
-Nada, entra, he encargado una pizza, nuestra favorita.-dije intentando sonar feliz. Mi amiga entró y eché una última mirada cansada a la hermana de Kendall.
-Piénsalo ¿vale?-dijo algo desesperada antes de que pudiese cerrar la puerta en su cara.
Anduve hasta el salón donde me encontré a mi amiga tumbada.
-¿Quién era esa? ¿Por qué estás así? ¿Qué les ha pasado a tus ojos? Y ¿qué te ha pasado a ti?-me invadió con una ronda de preguntas. Suspiré, me senté a su lado y fui respondiendo a cada una de ellas con el corazón en la mano y las lágrimas cayendo de nuevo por mi rostro.
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Si la vida nos dejase
Teen FictionLa tos se apoderó de mí y me mareé. Lo veía todo borroso; sentía que el aire era escaso. Me tumbé al lado de mi amigo mirando cómo las llamas seguían quemandolo todo. Miré a Matt con lágrimas en los ojos, tosí débilmente, si no me sacaban de allí r...