El beso que lo cambió todo

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Narra Kendall

Es el sonido de la radio el que me despertó. Un escaso rayo de sol entró por la ventana y una amplia sonrisa se ensanchó en mi rostro.

Por fin era viernes y el fin de semana estaba cerca. Había planeado darle una sorpresa a Megan y pasarlo entero juntos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, ¿y si me dice que no? ¿Que después de lo del otro día prefiere darse un tiempo? Pero, acabamos resolviéndolo ¿no? ¿O ese casi beso solo fue un impulso de ella? Suspiré y cerré los ojos con la intención de olvidar todas aquellas dudas y ser positivo.

Me levanté y me miré al espejo. ¿Por qué Megan se fijaría en alguien como yo si soy un imbécil? Recuerdo sus labios carnosos y rosados, su cabello rubio o sus graciosas muecas y una sonrisa aparece en mi rostro.

Al bajar a desayunar me encuentro con mi hermana que llevaba su moreno cabello recogido en un moño y en su expresión se podía leer las pocas ganas que tenía de levantarse de la cama.

-Buenos días.-la saludé con una sonrisa. Ella solo levantó una mano e intentó sonreír. Luego suspiró y empezó a desayunar mientras veía la televisión.

Tras comer una tostada me vestí, cogí las llaves del coche y conduje hasta el instituto.

Nada más entrar en clase la vi, con su rubia melena recogida en una coleta. Sonreí y caminé hasta estar a su lado.

-Buenos días preciosa.-dije un poco alto captando la atención de los pocos que había en clase y haciendo que ella se sonrojase. Al girarse me echó una mirada de odio pero una ella también sonrió.

-Buenos días.-dijo algo tímida. Los chicos de la clase me miraron esperando a mi próximo movimiento y en los ojos de las chicas se veía claramente un "Bésala". Y eso hice. Levanté su rostro con delicadeza.

-Me debes algo ¿no crees?-dije sarcásticamente. Nuestras frentes estaban pegadas y mis dedos acariciaban suavemente una de sus mejillas.

-¿Aquí?-preguntó algo incómoda. Yo asentí y como vi que ella estaba avergonzada di el paso. Junté nuestros labios. Al principio ella intentó separarse pero poco a poco fue ganando confianza y pasó los dedos por entre mi pelo por lo que yo posé mis manos en su cintura y la atraje más a mí.

Después de lo que a mí me parecieron segundos nos separamos por la falta de aire aunque nuestras frentes seguían pegadas y nos sonreíamos el uno al otro. La clase entera nos aplaudió y noté como las mejillas de ella se volvían rojas. Yo me incliné como cuando los actores se despiden del público en las obras teatrales. Pero lo que pensasen los demás me daba igual porque la única opinión que me importaba de todas las personas de aquella sala era la de ella. La miré y ella me devolvió se mordió el labio inferior avergonzada.

Me di cuenta de que me daba igual lo que opinara sobre pasar el fin de semana juntos o no ya que no único que me importaba en aquel momento era hacerla feliz porque la quería como nunca antes había querido a nadie.

Narra Megan

-Muy bien chicos, hora de comer.-dijo el profesor haciendo que todos se levantasen corriendo. Yo no me di ni cuenta de que me había quedado la última por estar pensando en Kendall y en el beso que nos habíamos dado aquella mañana. Todos nos habían aplaudido y yo estaba realmente avergonzada pero había valido la pena ya que cada vez que sus labios rozaban los míos me hacía volar.

-Tierra llamando a Megan...Despierta empanada.-dijo Dai moviendo la mano en círculos delante de mi cara haciendo que volviese en mí.

-Si...Esto... ¿Qué toca?-moví los libros buscando algo que ni yo sabía pero me frené cuando vi la clase vacía.

-Comer, eso toca.-me dijo con una sonrisa.-Venga vamos que nos vamos a quedar sin pastelitos.-me cogió del brazo e intentó levantarme. Sonreí ante aquel gesto tan infantil.

Bajamos hasta el comedor el cual estaba repleto de gente, como siempre a esas horas. Dai consiguió coger el último pastelito que quedaba y nos sentamos en una mesa junto a Alba y un chico desconocido.

-Hola.-saludé sentándome frente a ella.- ¿Quién nos acompaña?

-Se llama Fabián, es mi...Novio.-Alba sonrió y miró al castaño de ojos marrones oscuros. Dai soltó una risita emocionada y yo una carcajada por su reacción.

Un beso en mi cabeza hizo que parara de reírme para ver quién era.

-Hola.-dijo Kendall sentándose a mi lado.

-¿Qué hace él aquí?-preguntó curiosa Alba mientras me sonreía pícaramente.

-Son novios.-soltó Dai mientras masticaba un trozo de carne.-O eso creo porque el beso de esta mañana ha sido de tortolitos.-la miré con los ojos muy abiertos.

-No, Kendall y yo no somos...-empecé.

-Amigos.-terminó Kendall pasando un brazo por mis hombros.- No somos amigos. Un día nos dimos cuenta de que lo que sentíamos no era odio sino amor el uno por el otro y, la verdad,-miró mis labios.-no pude evitar la tentación de besarla. Ahí fue cuando nos dimos cuenta de que nos gustábamos y que no solo éramos unos simples amigos. ¿O no, amor?-volvió su mirada a mis ojos mientras sonreía.

-Sí.-afirmé mirando mis manos. La manera tan tierna en la que me había llamado amor hizo que el corazón me latiera a mil por hora. Nos miramos durante un rato a los ojos sonriendo. Hasta que Dai nos devolvió al mundo real.

-Tortolitos, no tenemos todo el día, hay que terminar de comer y luego irnos a casa.-dijo feliz, como siempre. Los viernes salíamos tras comer excepto los de las extraescolares que se quedaban hasta las cinco. Suspiré y me centré en acabar mi comida mientras hablaba con mis amigos.

No sé por qué ese tal Fabián no me quitaba los ojos de encima. Lo más extraño es que me miraba con pena, como si algo malo fuera a sucederme y yo no lo supiera.

Si la vida nos dejaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora