Sueño

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Ya es tarde, me he retrasado al salir de mi casa, lo sé aunque no he visto mi reloj de pulso. Me reflejo en un auto, me detengo un segundo a evaluar mi imagen; no me veo mal, al contrario, me encanta cómo me veo hoy: no tan arreglada como otros días, pero tampoco tan descuidada. Es un buen balance.

Sigo mi camino, observando el extraño color del cielo. Trato de leer los anuncios a mi alrededor, aunque intento leer y las letras empiezan a moverse de lugar sin formular una palabra coherente. Veo a las personas caminar; sus rostros son distintos cada que vuelvo a la misma persona. El piso, cuando salí de mi casa, era gris en formas irregulares, ahora es verde en forma rectangular. Continuo caminando, y ahora la calle se ha vuelto un río; alzo la vista, y cuando vuelvo la vista, es una calle de nuevo.

Es extraño, ni si quiera recuerdo haber despertado, sólo recuerdo que desayune... ¿Qué desayune? Da lo mismo, no tengo tiempo para detenerme a responder esas cuestiones, ya es tarde para... ¿Para qué?

He llegado a una calle familiar; salía por esa calle después de la escuela, mi antigua casa esta a dos calles de distancia. Giro en esa dirección, sigo caminando.

Choco contra algo, más bien, alguien. Pierdo el equilibrio, pero antes de caer me sostiene de los hombros y me ayuda a estabilizarse de nuevo. Suelto un grito ahogado y el suspira de alivio. ¡Que tonta he sido! Advierto que es una persona alta, y manos grandes. Un chico.

–¿Te encuentras bien? –tengo la cabeza baja, no le veo el rostro, pero su voz es tan cautivadora, sensual, familiar... Ha de tener mi edad o un poco más.

–Sí, sí, he sido un tanto descuidada, es todo.

–Me di cuenta, volteaste hacia la nada.

–En realidad, a mi vieja casa –. Me estoy poniendo nerviosa, y pierdo mi tiempo–. El fin, ya es tarde, debo irme.

Me deshago de su agarre y sigo mi camino. Pero su mano alcanza mi brazo y hace girarme.

–¡Espera! Aún no me has dicho tu nombre.

–Mi nombre no importa, importa que me quedo corta de tiempo –. No he dirigido mi mirada a su rostro; siento que, si lo hago, no llegaré a tiempo a donde sea que deba ir.

–Tal vez, pero, ¿A dónde vas tan aprisa? –. A esa pregunta no tengo respuesta, pero parece que se da cuenta a tiempo–. Yo a ti te conozco.

«¿En serio? Pensé que era la única que sentía esa confección

–Ah, ¿sí?

–Sí, veníamos después de la escuela caminando esta calle.

«Ese es el clic que hace que lo conecte todo. Es mi mejor amigo de la infancia» Recuedo que lo llegué a amar, pero por miedo a perderlo, nunca se lo dije. Él estaba feliz con la chica de la media coleta.

–¡No puede ser! Después de tantos años, aún te acuerdas de mi.

–¿Es broma? –dijo riendo mientras bajo la mirada–. Nunca te pude olvidar.

–¿A qué te refieres? –. Me tomó por sorpresa, tampoco pude olvidarlo.

–Estaba... Estoy enamorado de ti.

Oficialmente dejo de respirar, no puede ser verdad. El chico que robó mil suspiros, llamadas hasta altas horas de la noche, helados las tardes de los viernes, tardes de cine cada quincena, películas y chocolates en cada fracaso amoroso y escolar; ese chico, ¿enamorado de mi?

–¿Lo... Lo dices de verdad?

–Desde el fondo de mi corazón.

Alzo lentamente la vista, veo su sonrisa, ya casi logro ver sus ojos...

La alarma sonó.

Me desperté.

Todo fue un sueño.

Tomo todas las energías necesarias para alistarme, pues hoy, mi mejor amigo se casa con la chica de la media coleta.

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