Me duele la cabeza, la luz del sol es un martirio, todo me da vueltas...
Ayer tomé. Sí, es verdad, pero ya no recuerdo qué pasó...
Mis amigas y yo salimos de aquella casa –que en realidadno sabemos de quién era– y nos fuimos por un café. En el camino, una de ellas comenzó a reírse
–Y a tí,. ¿qué te sucede?
–Aún no puedo creer que al fin lo hayas hecho.
–¿Hacer qué?
Todas se quedaron calladas, sólo se miraban entre sí.
–¿En serio no recuerdas qué pasó ayer?
–No, así que díganme.
No dijeron nada.
Seguimos hasta llegar a la cafetería. Ellas tres se sentaron frente a mí y pedimos nuestros cafés cargados. Cuando el mesero se alejó de nuestra mesa, comencé a indagar.
–Ahora sí, ¿me pueden explicar qué pasó?–. Sólo una tuvo el valor de hablar.
–Querida, ayer vino tú crush, ¿lo recuerdas?
Pero claro que lo recuerdo. Lo ví entrando a la fiesta, con un pantalón de mezclilla oscura, una playera negra, converse blancas y una chaqueta negra; su cabello siempre bien peinado sin llegar a ser formal; sonriendo, cómo sólo él lo hace. Entró junto a sus amigos, saludando; tomaron una cerveza menos él porque no le agrada su sabor, en lugar de eso tomó un vaso de tequila con refresco.
Lo ví del otro lado de la sala. Yo estaba bailando y hasta ese momento no había bebido.
–Claro, llegó casi a los treinta minutos que nosotras habíamos llegado.
–Aja, y tú ¿qué hiciste después?
–Bebí...
Es cierto, tomé uno de esos casos con tequila con refresco; al principio me supo horrible, pero álbumes segundo trago la combinación de ambos sabores me relajó. Tomé otro vaso, y otro, y otro...
–Bebiste tanto que te animaste a bailar.
Eso sí es novedad, después de varios tragos (no sé exactamente cuántos) hice varias cosas; algunas no las recuerdo, otras son borrosas...
–Pero si yo no bailo.
–Pues ayer lo hiciste, y sacaste a bailar a varios chicos.
Recuerdo haberme levantando de mi lugar, haber saltado al ritmo de la música. Recuerdo también haberlo visto a lo lejos, y que cruzamos miradas una vez...
–Es cierto, recuerdo haberme sentido lo suficientemente valiente como para hablarle.
–Y así fue.
–¿Qué?
Y así fue que me enteré.
Por lo que me contaron, me acerqué a él y me presenté. Él sonrió y se presentó.
–¿Te gustaría bailar?
No me rechazó, sino que me tomó de la mano y bailamos un poco. Conversamos, reímos, bebimos, salimos al jardín a tomar aire (y más alcohol) y nos sentamos en el pasto, dónde nadie más se encontraba cerca. Nos recostamos y seguimos hablando, hasta que comencé a acercarme lo suficientemente a su rostro, y cuando se descuidó giró su cabeza y lo besé.
Ambos estábamos ebrios, así que él también me siguió la corriente. Fue, dicen ella que fue la que no bebió, un beso algo torpe, pero sincero. Luego nos separamos un poco, él aún tenía sus ojos cerrados cuando comencé a besarle el cuello; pasé por su mandíbula, bajando lentamente por su cuello hasta llegar a su clavícula; él tomó mi mano y besó la palma. Mi rostro quedó de nuevo a la altura del suyo y fue él quien me besó. Me abrazó y con su ayuda, me fuí acomodando hasta quedar sobre él; sus manos que estaban en mi espalda comenzaron a bajar hasta llegar a mi trasero, y yo traté de acercarme un poco más. Nos volvimos a acomodar; ahora estaba recargado en un árbol, yo estaba sentada encima de él, tomó mi trasero de nuevo y me acercó más a él; mis dedos se enredaron en su cabello (creo que fue la única vez que mi amiga lo ha visto despeinado) y me acercaba más a él.
Comenzó el faje. Dice que no lo vió, pero yo puedo recordar vagamente lo que sucedió (sí es que no lo estoy confundiendo con un sueño o fantasía). Él me tomó, me acercó, yo me excité y gemí, lo que lo ánimo a seguir. Sentí su sexo duro contra mis jeans, lo sentí apretado dentro de ese pantalón. Una de sus manos se deslizó por debajo de mi blusa hasta llegar a mi seno, lo sintió por encima de mi brasier; dejé de besarlo, sólo cerré los ojos y disfrute el momento; luego desabrochó mi brasier y tomó con libertad mi seno, lo masajeó, lo pellizcó levemente y por último subió mi blusa y se inclinó para besarlos; era un éxtasis suculento, cerré los ojos y gemí fuerte; primero uno, lo besó, lamió, succionó; luego el otro, hizo lo mismo, mientras mis manos se aferraban a sus hombros para no dejarme caer.
Levantó su rostro, me besó. Sus manos bajaron a mi trasero de nuevo, pero ahora por dentro de mi ropa. Sus manos eran ásperas, curiosas, anciosa de querer más. Mis manos se infiltraron en su abdomen, subieron a su pecho, soltó un gruñido que hizo que gimiera de placer; después llegué a su espalda y la arañé. Entonces me acercó más, y fue cuando comencé a subir y bajar en su miembro. Le gustaba, y a mí también. Comenzó lento, y poco a poco subió la intensidad de los movimientos. Era un placer escucharlo y sentirlo tan duro, por mí.
Poco a poco los movimientos pararon, recuperamos la respiración. Lo abrace y me besó la mejilla; le mordí el lóbulo de la oreja y eso lo ánimo a seguir. Una vez más sus manos llegaron a mis senos y comenzó a jugar con ellos. Volvió a atacarlos, esta vez con más impaciencia, sólo quería más.
Después de eso, los recuerdos son algo borrosos. Sólo recuerdo que ya estábamos de nuevo en la fiesta y que seguimos bailando...
–¡¿EN SERIO LO BESÉ!?
–Sí, y tuviste un muy bien faje con él.
¡DIABLOS! ¡HE BESADO A MI CRUSH Y NO LO RECUERDO COMPLETAMENTE! ¡LO HE BESADO EBRIA! Sólo a mí me pueden pasar esas cosas. Ahora no podré mirarlo a los ojos.
Después de tomarnos el café, me fuí caminando por el camino largo a mi casa, pensando (o más bien, tratando de recordar) todo lo sucedido anoche. Estaba tan concentrada que no me di cuenta cuando choqué con mi crush. Me paralicé, no supe qué decir o hacer.
–Hola.
–Hola.
–Ammm, no estoy seguro de lo que pasó ayer, pero creo que debe tener algo que ver contigo.
–Tampoco recuerdo qué pasó.
Entonces, pasó lo que creí que jamás pasaría; me acompañó a mi casa. Hablamos todo el trayecto, y cuando nos despedimos, me besó la mejilla y se fué.
Sólo espero que, si se acuerda, que no me odie...