Las llantas de un auto sonaron contra el piso. Las luces me iluminan.
Llegó mi hora...
Y es cuando puedo ver la historia de mi vida, y no me refiero a mi vida entera desde que nací hasta el día de hoy, sino que ví realmente cuál fue la historia importante de mi vida.
Ahí lo ví. Cómo lo conocí en la escuela, cómo me enseñó esas canciones, cómo me confesó que le gustaba, cuando me pidió ser su novia.
Entonces los recuerdos de esa relación llegaron: peleas, reconciliaciones, películas, helados, charlas, besos... Con el viví las más exquisitas sensaciones, las más emocionantes travesias, los más importantes momentos.
Pasó por mi mente cuando me dejó. Lloré y lloré y su recuerdo no se escapaba por más lágrimas que derramara. Y me dí cuenta que, pase lo que pase, no se irá.
Y aún así continué con mi vida, tratando de esconder su recuerdo en mi mente. Pero él estaba ahí, metafórica y físicamente.
Volvió a hablar, y yo a escucharlo. Fue hasta que encontré esa parte de su corazón escrita en un cuaderno, en donde narraba el último beso que se dió. Pero no tenía final. Aún no llegaba el final, ni para mí ni para él.
Se enteró que supe su anhelo. Y no sé cómo, o por qué, pero ese beso continuó. Su boca ya estaba sobre la mía, sus manos en mi cintura, mis manos en su nuca, y los corazones juntos.
Y ese beso, que no había llegado a tener un fin, ayer en la noche lo consiguió. Ese beso tierno y lleno de amor, ahora tenía pasión, fuego e intensión.
Fue un juego, en el que las almas jugaban, los labios exploran el mapa de la piel, los corazones bailan al mismo ritmo. En ese momento, nos volvimos uno mismo.
Y entonces, todo llego al auge de felicidad y placer, seguido de una paz y calma por saber el final.
Pasé la noche entre sus brazos, olvidándome de ese mundo lúgubre en el que solíamos estar viviendo. En la madrugada, antes de que despertara, me levanté y salí de su casa, dejándole una nota diciendo: después nos vemos. Pero no.
Ahora estoy frente a un auto qur va contra mí. Bueno unos instantes, aterrizo, siento dolor hasta recordar su sonrisa, y entonces... Todo el dolor desaparece...
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