El viaje estaba siendo pesado para Piper ese día, ella no solía salir del reino a menos que fuera muy necesario, y su padre le había insistido en que lo acompañara en esa ocasión. Fue extraña la insistencia de éste, pero no le dio importancia, así que decidió complacerlo. Siempre se sentía gustosa por satisfacer las expectativas y deseos de sus padres, y esta ocasión no sería diferente.
La caravana consistía en dos carruajes, el de la princesa y el del rey, y al menos seis jinetes, los cuales custodiaban el viaje.
Era verano y los paisajes de los valles del reino eran relucientes y llenos de vida, el camino estaba bordeado de grandes árboles frondosos de múltiples tonalidades de verdes, y el canto de las aves componían una dulce melodía que acompañaba toda esa majestuosa vista, vista ignorada por Piper, quien solo notaba las partes irregulares del camino que hacían que el carruaje se sacudiera de vez en cuando.
Piper. -Cuanto falta para llegar Polly ya llevamos medio día de camino? Menciono con cierto fastidio.
Polly. - No se princesa. En cuanto tenga oportunidad le preguntare al cochero. Respondió al tiempo que se sostuvo del asiento al sentir un brinco abrupto del carruaje.
Piper. – Ah!! no se para que acepte venir. ¡Odio pasar tanto tiempo en el carruaje! Resoplaba irritada. - ¡No deja de agitarse!
Polly - solo es un tramo corto princesa, ya pasará. Decía con tranquilidad. Conocía a Piper y sabía que se molestaba por todo, así como cualquier cosa agradable la ponía de buen humor nuevamente.
Piper – no sé cómo soportas venir seguido hasta la costa, yo me volvería loca del aburrimiento. Mencionaba aun molesta.
Polly. – de hecho, me gusta mucho princesa, hay mucha gente extranjera para conocer y lugares exóticos que le podrían agradar. Decía con emoción. - Yo podría estar siempre en los embarcaderos viendo todas las cosas que llegan cada día en los barcos. Joyas, perfumes, telas de mil colores, vestidos hermosos. ¡Me encanta! La emoción de Polly hizo reír a Piper. No solía prestarle atención a las conversaciones de los vasallos, pero Polly era su dama de compañía, así como su prima. Era de las pocas personas que apreciaba.
Piper. - aun así, creo que nunca me acostumbrare a esto. Suspiro.
Polly. – Mire!, al parecer el carro de su padre se detuvo. Tal vez ya llegamos.
“Oh” Se escuchó desde afuera la voz del cochero, quien detenía a los caballos que jalaban del lujoso carruaje.
Piper. – ve a preguntar qué está pasando.
Polly. – si princesa.
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- Galina?
- Adelante! Miró hacia la gran puerta de madera de la estancia, la cual se encontraba ligeramente abierta.
Galina era la mercader más prestigiosa y rica de la costa y las islas del sur, controlaba gran parte de las rutas marítimas y poseía un número considerable de embarcaciones.
Comerciaba con los tres reinos para llevar sus mercancías a otras regiones, pues para estos salía más barato venderles a los intermediarios como ella, que hacer negocios por sí mismos, también se encargaba, como muchos otros mercaderes a traer cosas que los reinos no poseían, y que servían para la vida cotidiana, como ajuares, licores, libros, entre otras cosas. En general podía negociar con quien ella quisiera, pero evitaba que la mercancía de un reino fuera comprada por otro, para mantenerse con eso, al margen de cualquier conflicto político.
Poseía también varias viviendas a lo largo de las islas, donde concentraba sus negocios más rentables, pero su residencia principal estaba en el centro de la ciudadela comercial, era una casa con al menos seis habitaciones y dos grandes salones en los que solía realizar fiestas o reuniones con sus clientes. Era lujosa, aunque muy lejos de llegar a la ostentosidad de los castillos y palacios de los reinos.
Red – Frieda ya te dije que me llames Red, Galina solo es para los extraños. Decía mientras volvía su vista a las cuentas que estaba analizando antes de ser interrumpida.
Frieda.- Red, han anunciado que el Rey Bill Champan viene hacia acá. ¿Quieres que prepare el gran salón para recibirlo? Su caravana está en los límites de la costa, puede llegar en cualquier momento.
Red – ¿Bill Chapman? ¿El rey de los valles viene hacia acá? Pregunto extrañada quitando sus pequeños lentes del rostro.
Frieda. - Fue lo que me avisaron. Respondió alzándose de hombros.
Red. – Muy bien, prepara todo, ha de tener algo interesante que decir para que él mismo venga a la isla.
Encárgate también de reunir el pago del cargamento Vause, debe llegar en estos días.
Frieda. – por fin llegan! ¡que bueno!, exclamó con emoción, son armas excelentes y las piden mucho. Esa gente si que sabe hacer buenas cosas.
Red. – Si, dijo sonriendo mientras hacía de lado los papeles y le prestaba atención a su socia y mejor amiga. – tener negocios con el rey Anthony fue lo mejor que he hecho en mi vida. Si no hubiera sido por él, aun seguiríamos vendiendo baratijas en las barcas, y no dirigiendo una de las islas más provechosas de este lado del mar.
Frieda. – Lo recuerdo bien, dijo cuando se sentó en el cómodo sillón que se encontraba frente al escritorio de Red. - Cuando llegamos nadie quería hacer negocios con una gitana de pelo rojo sin reputación ni raíces, jaja. – sin saber que en realidad no tienes nada de gitana.
Red. – Así es, continuo con una sonrisa cálida. Anthony fue la única persona amable con nosotras y el único que tenia visión. Es una lastima que se haya ido tan pronto. Suspiro al recordarlo.
Freida – si, yo lo conocí poco porque siempre me la pasaba viajando de un lugar a otro llevando mercancías, pero por lo poco que recuerdo era todo un caballero.
Red- A mi parecer solo el merecía ser llamado rey en ese tiempo, aunque tenia unas ideas extrañas para ser sincera. Él estaba convencido de que su familia estaba bendecida por algún tipo de fuerza superior, algo relacionado con la naturaleza.
Freida- y tú lo crees?
Red – Pues cada pueblo cree en lo que quiere. Era una creencia extraña y supersticiosa, pero debo admitir que había algo especial en él, su presencia brindaba calidez y tranquilidad, no necesitaba exigir para que sus peticiones fueran cumplidas y actuaba con una determinación tal que imponía respeto.
Además, su reino siempre ha sido prospero en todos los sentidos, nunca carecen de nada y nunca han sufrido alguna calamidad.
Freida – mmm, eso me recuerda al Bloom, ¡ese vejete mezquino y déspota!, se cree la gran cosa y no puede ni mantenerse por sí mismo.
Red- ¡ni me recuerdes! Frunció el ceño al pensar en eso. Me debe fuertes sumas de dinero. Mas vale que pague pronto, si no comenzaremos a tener problemas.
Frieda. - No hablaras en serio ¿verdad? a final de cuentas es un rey, son gente muy poderosa.
Red. – No creas, su poder lo basa en explotar a su pueblo; y recuerda, la lealtad de los de abajo trae el verdadero poder, no el temor y el hambre.
Freida. – en eso tienes razón, pero aun así hay que ser cuidadosas y no tomarlo a la ligera, no sabemos de lo que es capaz.
Red- tranquila Freida yo se encargarme de ese asunto.
Frieda - Bueno, pues iré a decirle a Lorna que se encargue de adornar el salón para recibir a Chapman, menciono dirigiéndose de nuevo a la puerta. - ya sabes que esa niña se entusiasma con gente como esa. Es una romántica sin remedio.
Red. – jaja… muy bien, que las demás chiquillas le ayuden, y no olvides lo de los Vause, quiero estar lista cuando llegue el embarque.
Freida – Por su puesto. Alcanzo a decir mientras salía.
Red volvió su atención a los números que analizaba, vaya que Bloom debía mucho, tenia que buscar la manera de exigirle su pago. Sus negocios con este reino ya no eran productivos, eran personas conflictivas y es lo que menos quería.
Era hora de terminar con eso y enfocarse en alguien más, con los Chapman tal vez, pensó, negociaba con los pueblos de su reino, pero no propiamente con el rey, que Bill Chapman estuviera tan cerca era a lo mejor una señal del destino, no sabía que quería tratar con ella pero aprovecharía la oportunidad para plantear un futuro provechoso entre ambas partes.
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La brisa del mar acariciaba su rostro y el olor salado de la costa le brindaba los mejores recuerdos de su niñez, era una mañana cálida, brillante y el viento estaba a favor de la dirección que tomaría. Alex había decidido viajar en barco para llevar personalmente el cargamento negociado con madame Reznikov.
Viajar a caballo hasta los linderos del reino y después dirigirse a la costa tomaría día y medio o dos de camino. Así que considero mejor viajar por barco, pues acortaba el trayecto a un día como máximo.
No sabía el porqué, pero desde que tomó la decisión de ir a las islas, una necesidad inquietante de llegar rápido la invadió, estaba ansiosa, emocionada, y a decir verdad impaciente.
Alex- ¿ya está todo listo Nick? Ya quiero zarpar. Exclamo emocionada.
Nick – Ya casi alteza, respondió esta mientras subía al barco. - si me hubieras dicho desde antes que vendrías y que tomaríamos el barco, hubiera preparado todo para partir al amanecer. Pero lo que más me inquieta es tu comodidad, el barco no tiene las adecuaciones necesarias todavía.
Nick observaba a todas direcciones inspeccionando que todo estuviera en orden, tenía que estar al tanto del cargamento y mantener a Alex en las mejores condiciones. Kubra por su parte se encargaba de la seguridad del barco, pues era claro que viajar con la futura reina implica un cuidado excesivo de esta incluso sin algún tipo de amenaza.
Nick llevaba sus típicos pantalones de algodón teñidos de marrón y una blusa blanca de mangas largas con pequeños olanes a la altura de sus muñecas, portaba también uno de sus inseparables chalecos de tela café acorde con el pantalón.
Desde niña nunca se acostumbró a usar corsés, pues juraba que le impedían respirar bien y moverse con agilidad cuando entrenaba en combate o cabalgaba, así que solo optaba por ceñir su cuerpo con chalecos hechos especialmente para ella, privilegio que gustosamente Alex le otorgaba de sus sastres reales.
Alex – Descuida, con que arreglen el camarote principal esta bien. Voy a estar en estribor, ya quiero salir, así que no tarden. Les dijo sonriente pero con determinación a Nick y a Kubra, quien daba órdenes al resto de la guardia para vigilar cada sector del barco.
Era uno de los navíos principales del reino, hecho de la mejor madera del bosque y tallado con finos y elegantes detalles oscuros y dorados, sus velas blancas eran pequeñas pero sumamente funcionales, pues permitían un mayor control a la hora de viajar y utilizar el viento.
Aunque contaban con barcos más pequeños que eran ocupados para llevar mercancía, era obvio que utilizarían el más bello y rápido de todos para llevar a Alex.
Mas tarde, después de llevar varias horas en camino, la noche caía sobre ellos en altamar, dejando contemplar un hermoso y perfecto cielo estrellado acompañado de la romántica luz de la luna.
El viento era fresco, pero nada que Alex y los demás a bordo no disfrutaran, pues estaban mas que acostumbrados a los fríos inviernos y al clima templado del bosque.
Nick -Alteza… puedo hablar contigo? Pregunto al ver a Alex recostada viendo las estrellas sobre algún tipo de cama improvisada de pieles y mantas de lino que pidió hacer en la popa del barco.
Alex – Dime, respondió sin moverse y sin quitar su mirada del cielo.
Nick – Mi padre me dijo algo sobre una conversación acalorada que tuvo contigo, y me pidió que lo disculpara de nuevo.
Alex sonrió al recordar la platica a la que Nick se refería, y negó ligeramente con la cabeza. No era necesaria la disculpa, había sido solo un juego.
Alex – Descuida, era un juego. Le dije que te regañara, ¿te dijo por qué?
Nick – No exactamente, pero me lo dio a entender. El tono de Nick advirtió a Alex que ella también sonreía.
Alex – Y qué piensas hacer al respecto, continuo Alex divertida.
Nick – Traje dos señoritas, bueno ellas prácticamente rogaron por venir, son de familias respetables. Espero no te moleste.
Alex – y dices que no te di tiempo para preparar todo? Le dijo viéndola finalmente, Nick siempre había procurado todos los aspectos de su vida, pero las mujeres eran un gusto que ambas compartían, y Nick tenía buen ojo para eso, la conocía mejor que nadie y sabía que llevarlas sería una grata sorpresa.
Nick- se que prefieres ser tu quien las corteje y tener la satisfacción de seducirlas, pero hicieron lo imposible por venir, así que pensé que podrían hacerte ameno el viaje.
Alex- cuanto falta para llegar? Preguntó con cierta malicia. Levantando una de sus cejas.
Nick- probablemente al amanecer, respondió al ver la sonrisa pícara de Alex, - pero puedo ordenar ir más despacio.
Alex- no, quiero llegar pronto. – aún así, hazlas pasar a mi camarote, decía mientras se levantaba de donde se encontraba.
- No es propio de una reina desairar a dos señoritas si vienen tan voluntariamente.
Nick asintió compartiendo el gesto pícaro de Alex, retirándose también para dar la orden de llevarlas hasta ella.
Esa noche Alex disfrutó en más de una ocasión de aquellas hermosas mujeres, saciando una y otra vez su apetito sexual, el único que se permitía con ese tipo de compañías fugaces, aún así, era una amante muy complaciente y cariñosa, que gustaba mucho de llevar el control en todo momento y dejar satisfecha a la doncella en turno.
Todo parecía bien, sin embargo, aquella noche, durmió inquieta entre los dos cuerpos que yacían junto a ella. Sin imaginar que su vida cambiaría a partir de ese momento. Sin imaginar que aquel viaje se convertiría en su más bello acierto y su más grande error.::::::
Hola hermosas lectoras
Aquí les dejo un capitulo más, espero sea de su agrado.
Dije que publicaría cada semana pero tuve unos compromisos en estos días y no tuve mucho tiempo. Pero al parecer ya pasó, así que estaré seguido por aquí.
No olviden sus comentarios si les gusta lo que leen
Besos 😘 😘 😘 😘