Capítulo 8

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Bill y Piper habían llegado al pequeño campamento que ordenaron poner en las inmediaciones de su reino, a una hora de la isla.  Durante el trayecto ambos estuvieron callados, Bill estaba contemplando todo lo que se venía por delante y las responsabilidades que le dejaría a Piper. Tenía que irse acostumbrado a los negocios y a la política, la adoraba, pero sabía que aún no estaba lista para asumir su lugar, y mientras más rápido lo hiciera mejor seria para ella.
También debía negociar su matrimonio, Piper ya tenía 23 años y no había mostrado ningún interés por algún muchacho que la desposara y le diera un nieto, así que debía ser él quien encontrará al mejor prospecto, de buena posición y rico, alguien que la cuidara y velará por sus intereses.

Piper por su lado, solo pensaba en Alexandra Vause, cada uno de sus sentidos se aferraba a reproducir una y otra vez el momento en que la había conocido. Tenía latente la sensación de su mano siendo tocada por ella, de su mirada verde, tan profunda y penetrante invadiendo sin permiso cada rincón de su ser, y su voz, su magnífica voz, tan ronca y tan peligrosamente seductora para sus oídos.

Nunca le prestaba atención a las personas, pero a ella la recordaba como si hubiera pasado horas enteras memorizando cada detalle de su ser. Era tan ilógico, tan irreal, que por momentos le faltaba la respiración.

Esa noche fue a dormir con la esperanza de que entre sueños olvidaría lo sucedido, y despertaría con un nuevo amanecer, tranquilo y sereno, como siempre lo había sido toda su vida…
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Un pequeño banquete fue preparado en la residencia que Red le había ofrecido a Alex, y todos sus vasallos fueron invitados a su mesa, quienes disfrutaron durante algunas horas, de los mejores platillos de la isla y varias botellas de vino, amenizando la velada con bromas e historias que divertían a su reina. Sin embargo, no había momento en que no pensara en ella, así que pensó sería mejor irse a descansar.

Alex- el que quiera seguir puede hacerlo, tómense la noche libre. Dijo tranquilamente levantándose de su lugar.

Nick – ¿deseas que te envíe compañía alteza?

Alex sonrió al pensar en los hermosos ojos azules que atormentaban su ser. – no es necesario, ya la llevo conmigo.
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Red-  así que has trabajado para familias prestigiosas.

Stella-si madame, como le decía a Lorna, desde niña soy huérfana, aprendí a hacer un poco de todo.

Red- ya veo… ¿y de donde eres exactamente?

Stella- al sur del otro continente, madame, cruzando los mares. Pero he pasado mis últimos años viajando, para poder trabajar y mantenerme, espero me dé esta oportunidad y me pueda quedar.

Red- pues ayer lo hiciste muy bien con el rey Chapman, aunque después te hayas desaparecido sin permiso, la vió con malos ojos. – si vas a estar aquí tendrás que respetar tus horarios y avisar de cada cosa que suceda ¿de acuerdo?

Stella- de acuerdo madame, no volverá a suceder.

Red- bien, el sueldo no es muy alto pero podrás vivir y comer en uno de los cuartos de mi otra casa, a unas cuadras de aquí. Si mejoras y eres útil te pagaré más.

Stella- gracias madame. Decía ocultando su frustración. Odiaba que la tratarán así.

Red- te quiero temprano todas las mañanas por si se presenta algo y podrás tomar las tardes para ti. Ahora ve a ayudar a las chicas, tengo cosas que hacer.

Stella- como usted mande.

Nada de lo que decía Stella era cierto, su infancia estuvo llena de lujos y comodidades que su familia conseguía traficando y asesinando a sueldo para cualquier postor. Fueron temidos y respetados en el bajo mundo durante muchos años, hasta que fueron traicionados y asesinados, dejándola en la miseria y obligándola a escapar y a esconderse entre tabernas y prostíbulos. Por algunos meses fue prostituta de mujeres que buscaban compañía femenina. Sin embargo, cuando Méndez, un viejo conocido le presentó al príncipe Larry, encontró en él un aliado útil y una excelente oportunidad para llenarse de los lujos que tanto amaba,  aunque tuviera que soportarlo y ser su amantes hasta que encontrara una mejor opción.
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Piper- ¿Padre? ¿a qué hora iremos con madame Reznikov? Pregunto curiosa mientras desayunaba junto a él.

Bill – no hija, hasta mañana regresaremos con madame, hoy tengo otros asuntos que revisar, además otro mercader nos espera en las islas pequeñas, sabe que estamos aquí y quieren prepararnos algunos banquetes en nuestro honor. No quiero desairarlos.

Piper- oh, ya veo, dijo pensativa, y… ¿crees que podrías ir tu solo?, preguntó con cierta mesura. Ayer ya no conocí la isla bien y me quedé con ganas de saber más…

En realidad, solo quería volver a ver a una persona, una pelinegra ojiverde que al parecer le había robado hasta los sueños, pues horas antes solo había dado vueltas en su lecho viendo como la noche seguía su curso hasta el amanecer, mientras ella lidiaba con su recuerdo.

Bill – ¿Estas segura hija? No quiero que estés sola en un lugar que apenas conoces.

Piper- Polly estará conmigo, además sabes que me gusta estar sola, estaremos en alguna librería probablemente y si me aburro podemos ir con madame, me agradó mucho.

Bill- pero no quiero que te topes con esa mujer hija, con Alexandra Vause, tal vez aun este en la isla, y no sé lo que haría si se atreve a ofenderte.

Piper-  descuida papá la isla es enorme, dudo encontrármela y si lo hago ten por seguro que yo misma la pondré en su lugar, lo prometo. Le sonrió pícaramente.

Bill- muy bien hija, le respondió el gesto, si eso es lo que quieres está bien, ordenare que cuatro custodios te acompañen.

Piper- Gracias papá, te veo en la noche. Dijo levantándose de su lugar y dejando su desayuno a la mitad, como solía hacerlo cuando algo la emocionaba.

Bill no le dió importancia al hecho, pues siempre había sido así, una vez que se le metía una idea a la cabeza, no había poder humano que la hiciera desistir.
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Alex se levantó antes del amanecer para desayunar y mandar a ensillar su caballo, tenía urgencia por regresar al lugar donde la había conocido y comenzar su búsqueda.

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