En las profundas entrañas del bosque Vause a unas horas del castillo, Alex y Piper comandaban una partida de jinetes entre los que destacaban Kubra, Nicky, Aydin y Fahri, galopando juntos por diversos senderos hacia a la gran Cascada del Oso, una caída de agua de casi 100 metros de altura que representaba el límite de los dominios del castillo y que albergaba uno de los lugares favoritos de Alex.
Al inicio de aquel paseo, Piper iba sola en su yegua disfrutando poder guiar su propia cabalgata y gozando del sonido que su montura hacía al ir aplastando la hojarasca del suelo, pero cuando el camino se volvió sinuoso y elevado, Alex la atrajo a ella y con agilidad la ayudó a pasarse a su caballo, de esa manera podría tenerla más cerca y cuidarla durante el resto del trayecto.
Justo en esa sección peligrosa del bosque la reina ordenó que comenzaran a poner las pistas necesarias para el torneo, por lo que Nicky y Kubra tomaron sus arcos y empezaron a realizar varios tiros al azar entre los ramajes, así sus compañeros buscarían las flechas lanzadas y se esparcirían entre los arboles marcando distintas direcciones con sus monturas, dejando con ello varios rastros en el suelo que los competidores debían encontrar y analizar, pues al final se les preguntaría cuantas personas fueron durante ese paseo y cuál era la dirección correcta que habían tomado.
Piper estaba realmente fascinada viendo todo eso llevarse a cabo, pues fuera de que le resultara inimaginable e imposible que alguien fuera capaz de saber cuántos iban con ellas sin haber estado presentes, le encantaba ver correr en su caballo a todos tras esas flechas y pelear por ver quién era el primero en encontrarlas; siendo Fahri y Aydin los más escandalosos en esa actividad, pues hacían todo un revuelo cada que encontraban una y se alardeaban mutuamente los logros realizados, haciendo reír constantemente a la rubia con sus ocurrencias e invitándola en ocasiones a decidir quién era el mejor entre ellos. Algo por supuesto aprobado por Alex, quien dirigía a Sombra a donde fuera que su damita quería y la animaba a jugar y participar con los demás mientras ella se dedicaba a escuchar sus risas y observar sus gestos; cada pequeña manía que le descubría y cada reacción corporal ante las cosas que le eran nuevas, las contemplaba y las guardaba celosamente en su memoria, resultándole completamente encantador ver lo fácil que le era a su Pipes ganarse un lugar entre los suyos y disfrutar de dichas actividades tan poco comunes para una extranjera.
Mas tarde, cuando las pistas dejadas fueron suficientes y se encontraron ya más cerca de la cascada, todos se tranquilizaron un poco y se concentraron enteramente en la naturaleza que los rodeaba, sabían que muchos animales rondaban con mayor frecuencia esas cercanías del río y era prudente ir atentos ante cualquier presencia inesperada que pudiera causar problemas.
Aún así, esa última parte fue la más relajante para Piper, quien observaba deslumbrada la majestuosidad de las montañas y toda la belleza de los árboles, con unos troncos tan altos y copas tan frondosas que a veces cubrían casi en su totalidad la cálida y brillante vista del firmamento azul, dejando pasar solamente algunos finos rayos de luz esparcidos aleatoriamente que le daban al fresco camino una belleza extraordinaria y un aire casi mágico y encantador.
Se sentía feliz, plena y llena de vida, durante muchos años se había negado la oportunidad de disfrutar del campo y los recorridos a los que la invitaba su padre, todo por preferir encerrarse en un mundo de letras que, aunque era digno y bello de habitar, no se comparaba en nada a la felicidad que ahora le brindaba el poder vivir sus propias aventuras y tener sus propias experiencias. Había cambiado tanto su forma de ver la vida en tan poco tiempo que ahora esos recuerdos en el palacio le resultaban tristes y solitarios, Alex se había convertido en todo su mundo y ya no era capaz de verse en otro lugar que no fuera junto a ella.
Alex—¿en qué piensas mi amor? Cuestionó curiosa tras verla suspirar y divagar perdida en sus pensamientos durante varios minutos.
Piper—en nada, disimuló risueña al darse cuenta de lo evidente de su viaje mental.