23: "Quizás"

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Jared

La mañana de aquel lunes en la oficina estaba siendo complicada. Mi cabeza estallaba debido a que ya iba por la tercera taza de café en menos de tres horas y no había comido nada. Tenía demasiado trabajo acumulado, demasiadas presiones juntas, además de que aquella noche no había dormido bien.

El rostro de mi padre me perseguía, había soñado con él varias veces hasta que me di por vencido y me levanté, como a las cinco y media de la mañana; fueron escenas de recuerdos tan vívidos y reales que habían seguido viniendo a mi cabeza a cada momento durante el resto del día.

Quizás se debía a que en una semana se cumplía el aniversario de su muerte, y era la forma de mi subconsciente de reavivar mis demonios y recordarme que todo había sido mi culpa, y quizás por ese motivo de encontrarme fastidioso e iracundo por la fecha, era que no había visto ni hablado con Allegra estos dos pasados días.


O quizás esto último se debía a otra razón.


El viernes me había tirado una bomba para la que descubrí, no me había preparado, y me hizo plantearme hasta qué punto estaba dispuesto a dejar que todo esto avance.

Había una realidad innegable, era que cada minuto a su lado para mí era invaluable, disfrutaba su compañía, me hacía bien; y el sexo con ella era como nunca había sido con ninguna otra mujer, quizás no desde el punto de la experiencia, sino desde la piel, la química.

Pero por otro lado, jamás me había abierto tanto a nadie. Jamás había permitido que una mujer llegase a tanto, ninguna me había despertado esa necesidad. Al principio fue fácil pues sólo ocurrió, ambos dejamos que fluyera y todo sucedió naturalmente, pero ahora que realmente había tenido una prueba de lo lejos que estábamos yendo, ahora que me había detenido a ponerle un nombre a las cosas, empezaba a tornarse incómodo. Sentía que era una situación peligrosa que se me estaba yendo de las manos, Allegra era una mujer excepcional y lo último que querría sería lastimarla.

El punto era que estaban habiendo demasiados "quizás" en mi vida, y no iba a consentir que siguiera de ese modo, necesitaba volver a tomar las riendas de mi vida.

Si quería hacer las cosas bien iba a tener que averiguar qué era lo que  ella estaba esperando de todo esto... y si resultaba ser lo que me imaginaba, explicarle que no podía darle lo que buscaba.

Justo en este punto de mis cavilaciones oí unos sonoros golpes en mi puerta.

— Adelante.

El rostro que habitaba mis pensamientos se hizo lugar en mi despacho cerrando tras de sí, luciendo un jean ajustado y una cazadora de cuero negra que resaltaba aún más el rubio de sus bucles que rebotaban en su espalda baja.

— Hola — me dijo en susurros, mientras nos mirábamos fijo. Le indiqué que se sentara y así lo hizo —. Hoy si llamé a la puerta, ¿has visto? — bromeó intentando romper el hielo.

Esbocé una sonrisa de lado al recordar su irrupción de la otra vez en mi oficina.

La miré fijo un rato largo en silencio intentando encontrar las palabras. Podía oír los golpeteos de su corazón, incluso me percaté de su garganta bajar al tragar. Despacio, miró a un costado incómoda y tomó apenas entre sus dedos un rizo que comenzó a retorcer y estirar, y mientras la miraba supe que no podía decírselo. No hoy. No tenía nada claro. Me atormentaba el hecho de que pudiese llegar a lastimarla. Qué tonto, y que ciego. Ya lo estaba haciendo y no me daba cuenta.


— ¿Cómo dormiste? — pregunté para sacar conversación.

— Bien — contestó posando en mi sus ojos nuevamente, los cuales no tardaron en dirigirse a mis ojeras —. Aunque veo que tú no puedes decir lo mismo. ¿Estás bien?

Hombre de Negocios (HISTORIA TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora