41: Cansancio

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Allegra

Mis párpados pesaban, pero luché por abrirlos de igual manera y revolotearon perezosos. En cada vistazo, vislumbraba mi entorno.

Esta vez, enseguida supe dónde me hallaba, y mientras la blancura de las sábanas y las paredes me confortaban, me sentí a salvo por fin.

Suspiré fuertemente llena de alivio y sentí a alguien removerse a mi izquierda. Giré la cabeza con lentitud y allí estaba.

Renací de nuevo al verlo mientras un llanto suave pero constante se apoderaba de mi cuerpo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y su mirada afligida me comunico todo lo que no podía expresar con palabras. Mis brazos se abrieron al tiempo que él se acercó hasta mí y me estrechó con ímpetu.

Me sostuvo un tiempo largo, hasta que mi llanto remetió y el vigor y poderío que emanaban su corpulencia y su ser, actuaron en mí como siempre, como una canción de cuna.

Se separó lentamente cuando me supo más tranquila y la mirada que me devolvió mientras regresaba a su asiento fue férrea y determinante.


— Pronto te repondrás — dijo con una voz tan grave y rasposa que me sorprendió haberle entendido —. Ya estás a salvo.

Quería preguntarle mil cosas. Cómo me había encontrado, qué había sucedido, si habían atrapado a Max. Quería abrazarlo hasta que se terminaran los días, llenarme de él, de su aroma. Pero en ese preciso instante, entraron tres hombres, el más alto me sonrió ampliamente.

— Hola, Allegra — dijo con voz suave y jovial —, me alivia verte despierta. Mi nombre es Juan Cruz, soy amigo de Jared — algún recuerdo despertó en mi mente y asentí —. Lamento que sea ahora — dijo más a Jared que a mí —, pero esto no puede esperar. Necesitamos saber qué ocurrió, Allegra.

No entendí el apuro, pero de todas maneras y a pesar de la mirada de hastío de Jared, tomé aire y comencé a hablar.


— No puedo decir mucho. Me mantenían drogada — escuché a Jared removerse a mi lado con rabia contenida, y tomé su mano entre las mías antes de seguir hablando —. Sólo vi a Max y los rostros de dos hombres.



— ¿Podrías describirlos? — preguntó Juan en tanto uno de sus compañeros sacaba de un bolsillo una libreta y un lápiz.



— Sí. Uno era alto, rubio y de ojos claros. El otro... — dudé ante el recuerdo del asalto —. El otro era moreno. De estatura media y ojos negros. Tiene un tatuaje de una parca en el pecho.




Un atisbo de sospecha oscureció la mirada de Juan Cruz.

Miró de soslayo a Jared antes de hablar.




— Allegra, ¿cómo pudiste ver el tatuaje?



— Yo lo vi... — tragué saliva involuntariamente —. Era un tatuaje largo, sólo vi la parte de abajo, que le cubría el estómago. La capa, el final de la hoz, los huesos que conformaban los pies.




— ¿Intentó abusar de ti?

La pregunta fluyó con tranquilidad, pero no causó el mismo efecto.

Jared se volvió bruscamente hacia mí y sentí su mirada de ojos desmesuradamente abiertos contemplar mi reacción. No me atreví a devolvérsela. En cambio, me quedé inmóvil observando un punto fijo de la pared.



— Allegra — volvió a hablar Juan Cruz —, ¿el tipo intentó abusar de ti? ¿Por eso pudiste ver el tatuaje?





Intentando con todas mis fuerzas reprimir el llanto, asentí con la cabeza manteniendo la tranquilidad. Sentí la mano de Jared deslizarse de las mías y lo vi atravesar como un toro la habitación y salir por la puerta.





Hombre de Negocios (HISTORIA TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora