3: A lo que me llamaron

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Allegra

El viernes llegó más rápido de lo que esperaba y de pronto ya no estaba tan segura de mi estrategia para animar la fiesta esa noche, de repente me parecía una idiotez que no iba a funcionar y mis nervios me estaban llevando por delante.

— Joder. ¿Es que no tienes otra cosa?

Miraba mi imagen reflejada en el espejo de cuerpo entero en la habitación de Maite. Faltaba una hora para que llegara el taxi que nos recogería para llevarnos a la dichosa fiesta y habíamos decidido prepararnos juntas en vistas de que yo no tenía qué ponerme para una ocasión de esas, y ella había prometido que tenía para mí un vestido que me iría como anillo al dedo.

"Madre mía" era lo único que podía repetir observando mi reflejo, yo no usaba ese estilo de ropa.

Era un vestido sin mangas que dejaba mis hombros y parte de mi espalda al descubierto, ajustado en el escote y suelto desde la cintura, bastante corto, por encima de las rodillas, de color negro y con puntilla en el dobladillo. No me agradaba en lo más mínimo, ni el modelo ni cómo me quedaba puesto, y estaba casi segura que si me ponía los tacones que había traído de mi casa, de diez centímetros, se me vería la parte de abajo de mis glúteos... esa imagen solo consiguió que perdiera los pocos nervios que me quedaban.

— Estás divina. Además es lo más decente que tengo.

— No, lo más decente te lo has puesto tú – la observé afligida con su vestido rojo, sin mangas y largo hasta el suelo con escote diamante que se ataba al cuello, y comparé su imagen de diosa griega con la que me devolvía el espejo, que se asemejaba más a una niña mal disfrazada de bruja para ir a pedir dulces en Halloween. Del tipo de disfraz que haces tú mismo, a los nueve, y sin ayuda de tus padres. Suspiré confirmándolo –: Sep. Soy una trabajadora de la ca...

— ¡Shh calla! Deja de ofender a mi vestido. ¿Por qué no te compraste uno?

— Porque no tengo dinero — volví a suspirar triste.

— Entonces agradece y calla, que estás guapísima. Piensa en que lo que vas a ganar va a permitirte comprar muchos vestidos. Y comienza a controlar tu lenguaje por el amor de Cristo — me regañó mientras se ataba la tira de un zapato— vas a una fiesta de la clase alta.

— Pfff, clase alta. ¿Lo ves? Ese es el jodido problema – ignoré su mirada de advertencia por la palabrota —. No es un vestido para esta clase de fiestas, seré el hazme reír del público.

— Tú atenta a lo que vas a hacer y al dinero que te van a dar por ello, que ya me vendría bien a mí. Joder, ¿cuantas veces tengo que decirte que estás preciosa? – dijo exasperada y la miré divertida. Sacudió sus manos llenas de anillos –. Aish. Ya me estás contagiando tu vocabulario espantoso. Vamos, maquíllate y ponte los zapatos que no llegamos. El pelo puedes dejártelo suelto, yo creo que ya está con eso.

Hacía unos minutos había terminado de moldearme bucles, por lo que mi cabello que normalmente caía hasta la parte baja de mi espalda, ahora llegaba uno o dos centímetros más arriba.

Me senté frente al espejo y comencé a aplicarme un maquillaje sencillo, no quería ir sobrecargada, el vestido ya iba a llamar bastante la atención de por sí.

Decidí dejar de compararme con Maite, era una estupidez, y enfocarme en que yo iba solamente a hacer un trabajo, y ya.

Pero no pude con mi genio y comencé a enfurruñarme.

— Oye...

— ¿Mmm...? — respondió mi amiga mientras terminaba de ajustar su otro stiletto de color negro.

Hombre de Negocios (HISTORIA TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora