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—¿Ya?

—No, aun no. Todavía falta por hacerle algunos detalles.

—Pero ya me quiero mover.

—Marion, no han pasado ni cinco minutos y ya te quieres mover, si a este paso vamos jamás podre hacer tu retrato.

—Pues tómale una foto a mi cara, Ni-colas. Así de facíl.

—Que graciosa —puso los ojos en blanco y tomo su celular, resignado—. A ver ponte derechita que te voy a tomar la foto.

Me erguí y mire a la cámara. El tiempo se prolongo y no escuchaba el sonido al hacer click al botón de la foto.

—¿Ya?

—¡Ay, perdón, estaba grabando!

Y de la nada Nicolás se empezó a reír como loco. No sé si se reía por la babosada que cometió o por la cara que ponía.

—Nicolás eres un bobo. Dame esa cámara que yo sola me voy a tomar la foto —le arrebate el celular mientras se reía. Antes de que pudiera ver las fotos él se abalanzo a mí.

—¡No, dámelo! — exclamo asustado.

—¿Por qué? ¿Qué tienes? ¿Porno?

—¡Sí, dámelo!

Le avente el móvil enojada. Me queje y le dije no sé cuantas babosadas. Luego me calme.

—Por cierto ya no tuve la oportunidad de darte las gracias por el disco. Está padrísimo.

—Qué bueno que te haya gustado. Ya tenía tiempo que no tocaba la guitarra.

—Órale, entonces tú le haces de a todo.

—¿Cómo que de a todo?

—Pues tocas la guitarra, cantas, sabes varios idiomas, eres poeta, pintas y también eres skate... mejor dicho eras skate. Caray hay muy pocos como tú. De seguro eres súper feliz ¿no?

—Pues yo solo requiero de algo para estar feliz.

—¿En serio? ¿Qué?

—Tendrás que descubrirlo.

—Anda. Dime.

—Una buenas hiervitas.

Me dio un ligero golpecito en la nariz con su dedo y se levanto del suelo. Ayudo a levantarme. Me saque de onda por lo que dijo y si fue una broma soy muy mala para captarlas.

Nos sentamos en la escalerita su patio, donde seguro nadie nos va a molestar. Oh eso creí hasta que llego su mamá. Le dio un abrazo que le saco el aire y le dio cientos de besos en la cara. ¿Por qué tanto cariño? ¿Así son siempre?

¡Zaaz! me quiero morir cuando su mamá le dice: ¡Feliz cumpleaños!

Es claro que no me acordaba y tengo escusas, apenas llevo un mes conociéndolo y nunca me dijo cuando cumplía años, ¿o sí? , lo peor es que Nicolás no se quejo en ningún momento y hasta lo trate mal hoy. Carajo.  Tengo una pulsera de los The Beatles en el bolsillo de mi pantalón y a él le gusta ese grupo, esa pulsera podría ser su regalo, el único problema es que Nicolás ya me había visto antes con esa pulsera.

De la vergüenza no me queda de otra más que aceptar un plato de comida hecho por su mamá. Su platillo favorito es la crema de elote. Al principio quiero vomitar pero al paso del tiempo me voy acostumbrando a su sabor. Odio las sopas de crema.

Me senté alado de Nicolás y de su hermano. Está de flojera, no charlan en la mesa y nada mas miran al plato. Según Nicolás es de mala educación poner los codos recargados en la mesa, aun así lo hago. Por lo menos, después del asqueroso plato de crema de elote que me comí, sirven ensalada y un salmón con una salsa negra que no sé qué es pero está bueno. Me estaba muriendo de hambre.

—¿Y tú qué estudias, Marion? —me pregunto la mamá de Nicolás.

—Voy a pasar a la prepa.

—¡No me digas!

—Marion va en La Salle — dice Nicolás.

Ahora me siento bastante tonta como para responder el cuestionario de la señora así que mejor me limito a contestar y solo sonrió. La señora insiste. Ni modo que me ponga a inventar.

Nicolás sonríe como burlándose y me dice quedito “mentirosa”. Es verdad. De repente toda la plática se basa solo en su hermano Alexander, su mamá me presume de él a cada rato. En cambio su papá aquí no tiene voz ni voto. Pobre.  

Llego un punto en que la señora me llego a hartar, tan solo hablaba de Alexander y no presumía nada de su otro hijo, Nicolás. Tengo ganas de decir que si no ha visto los cuadros que ha pintado Nicolás o si no lo ha escuchado cantar pero no me da tiempo porque Nicolás se para de la mesa, da las gracias por la comida, me jala de la mano y me saca de su gran comedor.

—Perdón si me mamá te harto, así es con todos los invitados.

—Ni siquiera había acabado de comer mi ensalada— dije algo molesta.

Nicolás puso una cara tan chistosa que me empiezo a reír. Odio nunca poder enojarme con él. Rápido me puso la mano en mi boca y salimos de su casa. Es la primera vez que me río desde que David se fue a no sé dónde y el tarado me calla.

—Oye ¿quiéres tu regalo?

—¿A poco si te acordaste?

—Claro, pero era sorpresa.

—Bueno, saca el regalo.

—Espera.

Meto mi mano en la bolsa trasera de mi pantalón y antes de sacar la pulsera de los The Beatles Nicolás dice algo que me deja sin aliento.

—Pero antes de que me des mi regalo te tengo que advertir algo. No se besar.

La teoría de MarionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora