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Llegue a la casa de Majo en menos de quince minutos.

—Oye, niña, no tardes tanto, si te tardas más de cinco minutos yo me voy. No me importa si dejas tus maletas adentro —grito el taxista.

Tuve que regrésame y aventarle un billete para que ya de menos me esperara unos diez minutos más y se callara. Me detuve en la entrada  y me agache por las llaves que siempre guardan abajo del tape de la entrada de su casa. El taxista no dejaba de observarme. Abrí la puerta y subí hacia su cuarto.

Aunque esta mujer me saque de quicio la amo, es como mi hermana y odiaría que se hiciera daño por la culpa de un hombre. Espere tanto este momento que ahora me arrepiento de haber deseado tremenda atrocidad.

La extraña sensación de encontrármela tirada en el suelo me invadió e hizo que empezara a temblar y tropezar torpemente mientras subía cada escalón. Me adentre a su cuarto y luego a su baño. Majo estaba intentado abrir un frasco con pastillas mientras lloraba.

—¿Majo? —Me asome asustada. Parecía otra persona. En serio.

Ella alzo la mirada y me miro con sorpresa. Luego le cambio la cara. Me vio con tanto odio que no necesitaba palabras para expresar ese odio hacia a mí . Pinche Nicolás ¿qué le dijo? Majo lloro más al verme.

Di unos cuantos pasos para acercarme a ella pero Majo se apartaba cada vez más.

—¡Vete de aquí! —Grito eufórica —. ¡Te odio! ¡Todo es tu culpa!

—Dame... eso...

—¡Vete!

Majo alcanzo a tomar un par de pastillas y metérselas a su boca. No me importo y me abalance a ella intentando sacarle las pastillas de su boca,  cuando por fin las escupió dejo caer el frasco al suelo y me agarro del cuello mientras me azotaba contra la pared. A la hora de que me azoto contra la pared, fue tan fuerte el impacto en mi cabeza que se me nublo la vista y escuche como tronaba algo.

—¿Qué te pasa, Majo? —Pregunte asustada. Intentando defenderme por lo menos. Pero ella ya me tenia pescada del cuello, cada vez apretaba más el cuello.

—¡Tú me lo quistaste! —Grito  enfurecida sin soltarme—. ¡Me lo quitaste! ¡Por tu culpa él me dejo!

En mis intentos de quitármela de encima solo lograba hacerle unos rasguños en sus manos. El aire me faltaba cada vez más y mis fuerzas se estaban agotando.

—Majo... necesito aire me vas a mata—

—¡Se lo merecen tú y él por nunca  haberme dicho que se gustaban!

—Majo no sé de qué me estás hablando... Su-el-ta-me... —dije ya encabronada y desesperada.

—¡No seas sínica! ¡Tú le dijiste a Nicolás que me dejara por ti! ¡A ti no te gusta Nicolás. Te gusta David! ¡Nicolás no! ¡Solo David! ¡Tú le dijiste que me dejara!

—Deja de decir tantas estupides. ¡No seas idiota! ¡Yo no soy una zorra como tú!

A Majo se le agrandaron los ojos y apreto con mas fuerza mi cuello. Chale, ¿para qué le dije eso?

Nicolás entro corriendo atrás de la mamá de Majo que venía gritando igual de loca que su hija. Nicolás con los ojos bien abiertos me volteo a ver y enseguida supo que estaba perdiendo el conocimiento. Su mamá la tomo con fuerza mientras Nicolás intentaba quitarle sus manos de mi cuello.

—¡Tú me lo quistaste! —Volvió a gritar —. ¡Yo lo amo y tú solo lo utilizas para olvidarte de David!

Majo termino cediendo y quito las manos de mi cuello. En ese momento solo quería respirar. Caí al suelo y respire tan rápido como podía. Majo se abalanzo a los brazos de  su madre. Lloro sin pudor. Lloraba como si le hubieran causado el dolor más grande en toda su vida. Jamás en mi vida había visto llorar a una persona de esa manera y menos por un hombre.

—¡Yo si lo amo...! —Volvio a decir.

Güey neta que estas loca. Le iba a decir eso pero mejor me calle, no vaya ser que otra vez intente de matarme.

Se dejo caer y siguió llorando. Su madre me miraba desconcertada.

Voltee a ver a Nicolás. Él tenía la misma cara que yo. Nicolás ayudo a levantarme y a sacarme de aquel infierno. Puso su sudadera encima de mi espalda y me abrazo fuerte a causa de que yo estaba llorando al ver a mi mejor amiga en ese estado de locura. Agarre mi cuello y empecé a sobarlo. Los dos sabíamos que Majo ahora nos odiaba.

—¿Qué te duele? —Pregunto Nicolás al darse cuenta que me estaba sobando  la cabeza —. ¿Te pego?

—No, ya me voy.

—Te acompaño —se apresuro a decir.

No creía lo que iba a decir. Pero es lo mejor.

—Deberías de quedarte con ella, te necesita más que yo.

—Yo te necesito a ti.

—Nicolás —susurre —. Ella te necesita. No empieces.

—¿No te das cuenta que está haciendo todo esto para que te sientas culpable?

Pues la verdad es que si me siento una basura, Majo hizo que me sintiera la peor amiga del mundo, la peor de todas. Nunca me sentí tan culpable.

—Déjame sola.

—Te voy a acompañar... Majo te hizo daño a ti. Ahora ella está intentando manipularte.

Me agarró y me apretó contra su cuerpo, con ambas manos agarro mi cabeza. Pero al sentir sus manos en mi cabeza sentí un dolor insoportable. Se me nublo la vista y un leve mareo me hizo perder unos segundos el equilibrio.

—Tú fuiste el que nos lastimo. Ahora, si quieres que esté tranquila vete con Majo y no ínsitas— Moví la cabeza para admirar su rostro, aquellos ojos tan azules me dejaban como una completa idiota.

Me fui por donde llegue y el taxista algo desesperado prendió el auto.

—¡Marion, espera!

Le pedí al taxista que parara. Puso una jetota... Nicolás abrió la puerta y entro al taxi.

—¿Qué haces aquí?

—Corte con Majo el mismo día que me dijiste que te gustaba pero no me atrevía a decírtelo hasta que me entere que te ibas al día siguiente con tu tío. Fui al aeropuerto a pedirte que no te fueras, sin embargo, llegue tarde y te perdí. Me sentí mal todo este mes, me sentí perdido, mes sentí fatal y la verdad, Marion, no quiero volver a perderte.

—Bájate del taxi.

—¿Te gusta que te rueguen verdad?

—No. Bájate.

Nicolás le extendió un billete al taxista y le pidió que lo pasara a dejar también a su casa. No hablamos por un buen rato.

—Marion.

—¿Ahora qu...—

Nicolás no me dio tiempo para contestarle  a causa de que él se encontraba a milímetros de mi cara. Nuestros labios rozaban y mi respiración se aceleraba. Se me acumulaba algo inexplicable en el interior de mi cuerpo. Algo tan inexplicable que empecé a sentir nauseas. Lo empuje tan rápido como pude y acto seguido vomite. Me moría de pena al ver la cara de Nicolás. Pero en vez de burlarse dijo algo que me preocupo:

—¿Majo te pego en la cabeza?

—Mi cabeza pego contra la pared. ¿Por?

—Necesitamos ir al doctor.

Esto no me suena nada bien. El taxista volteo a vernos y casi nos mataba con la mirada.

—Lo-lo siento...

Nicolás sonrió todo paternal y me amarro el cabello con una liga que yo traía en mi muñeca. Cheque mi móvil y tenía dos llamas perdidas de Lucas, siete de mi mamá, tres de David y como veinte de mi papá. Lo peor de todo es que mi móvil estaba lleno de vomito al igual que mi pantalón y los tenis de Nicolás.

¡Trágame tierra!

Pero ¿por qué no me besaste Nicolás? Bueno, que bueno que no lo hizo, no me quiero imaginar que hubiera pasado si le hubiera vomitado en la boca. ¡Qué asco!

La teoría de MarionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora