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No sé cuánto tiempo duramos observándonos. La verdad es que no le tome importancia al tiempo sino al por qué estaba aquí, tiene años que no me visitaba y volver a verlo aquí, congelándose allá afuera en la terraza, me causa ternura y a la vez miedo, miedo a volver a sentir aquellas mariposas en mi estomago, ese miedo de volver a ser engañada. Por más que intente ser una piedra ante él no puedo, con su mirada basta para que vuelva a creer en él, esa mirada que siempre me mostro empatía y transmitía felicidad. Lo extraño es que luce igual de asustado que yo y de todos modos siento seguridad.

—Ven—susurro mientras extendía su mano. Como toda una niña obediente fui y me le colgué del cuello mientras él me apretaba contra su pecho—. Te extraño mucho mi pequeña ballerina—. Dijo con gran tristeza. Percibí en aquellas palabras amargura e impotencia. 
Esa suavidad con la que me abrazaba yo también la extrañaba muchísimo. Me abraza con tanta delicadeza como si me fuera a romper, como si fuera lo las delicado que tuviera, como si siguiera siendo esa muñequita a la que tanto amaba unos meses atrás, siento el mismo afecto de él hacia a mí a pesar de que sabe lo que somos.

Solté un gran suspiro. A veces pienso que soy igual que mi mamá, ella suspira de todo al igual que yo.

Decido que es momento de separarnos pero él lo hace primero. Paso un cabello por detrás de mi oreja como solía hacerlo y me regalo media sonrisa.

Voltee para verificar que Vale estuviera dormida. Lo está así que me siento menos nerviosa. David se sienta en el suelo y me invita a sentarme alado de él.

—Gracias por ir a verme bailar— comente al mismo tiempo que cubría mis manos con las mangas de mi sudadera y me sentaba alado de él.

—Gracias a ti, por invitarme—me guiño el ojo y luego sonrió. Bien sabe que odio que haga eso conmigo pero opto por no discutir, de todos modos con David jamás se puede pelear y eso es lo que más me enoja.

—Sí...bueno... me costó mucho trabajo conseguir tu número—dije nerviosa. Baje la mirada y me di cuenta que traía mis pantuflas de puerquitos, creo que me ruborice porque David empezó a reírse.

—¿Te lo paso Lucas?

—Sí, pero ya conoces a mi hermano, tuvo que pedirme algo a cambio.

Lavarle la ropa por otro mes y sacar a pasear al perro. Me he equivocado, mi hermano está enamorado de alguien y es del perro, parece que lo quiere más que a mí.

El móvil de David empezó a sonar. Él se apresura a contestar. Parece que mi mundo se cae cuando menciona el nombre de una vieja mientras le intenta de dar explicaciones de donde está y por qué esta aquí. Los gritos de la vieja juro que se escuchaban al otro lado del mundo. Pero bueno no tengo derecho de ponerme así, no puedo ni debo. David harto le termino colgando.

—Lo siento.

Quiero preguntarle quién era esa pero si lo hago se va a dar cuenta y no quiero.

—¿Por qué has venido?

—Porque tú me lo has pedido, me mandaste un mensaje —alzo su móvil y me enseño el mensaje.

—Ya sé pero... —tomo el móvil y borro el mensaje. Se lo devuelvo—. ¿Por qué lo hiciste después de que te trátate tan feo?

—No me trataste feo, fue normal tu comportamiento, supongo que yo al tener esa edad y recibir la noticia de que había besado a mi primo sin saberlo también reaccionaría así.

Me harta que se crea el maduro, aunque lo esté odio que lo este, porque yo siempre quedo como la tonta que se equivoca en todo y que se sigue comportando como una niña. Odio que diga eso a tal puno que no sé qué contestarle.

La teoría de MarionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora