Me siento en la bardita de una jardinera a esperarlo. Decirle o decirle. Esa es la cuestión.
Un vendedor ambulante se acerca a ofrecerme pulseras de colores. En cuanto veo una de color azul me acuerdo de Nicolás y la compro. Estoy por comprar otra pulsera cuando lo veo venir. Todavía está lejos, así que me da tiempo de pagarle al señor, ahuyentarlo y hacer como que no lo vi. Me hago la sorprendida cuando nuestras miradas se cruzan. Él camina con las manos en los bolsillos, llama la atención por sus cabellos descontrolados y esos ojos azules intensos que, cualquier joven que pasará a lado de él, desviaba la mirada a sus ojos.
Alce la mano y sonreí. Nicolás sonríe. Me la un ligero apretón de manos. Es cálida. ¿Ya lo había mencionado antes?
—¿Has llegado más temprano?
—Un par de minutos —mentí. Llegue hace media hora.
Nicolás me vio receloso. Llevamos una semana saliendo, nadie lo sabe más que nosotros, sin embargo, el problema aquí es que aún no sé sí somos novios o amigos ya que no tocamos ese tema y cuando yo quiero hablar sobre eso él interrumpe sacando una escusas para irse.
—Mentirosa.
—Tantito, nada mas…
Nicolás me abraza por el cuello. Siempre lo hace.
—¿Ya comiste?
—No.
—¿Qué se te antoja?
Empezamos a caminar para cruzar la calle.
—Sushi —comente indecisa.
Nicolás hizo una mueca de asco.
—La idea de comer pescado crudo no me agrada. Mejor otra cosa.
Caminamos un rato más en lo que pensábamos que comeríamos. En todo el rato que caminamos, hablamos de mil cosas. Su familia es demasiada extraña, me cuenta que su hermano se la vive en fiestas y aun así lo idolatran más que a Nicolás, que toca la guitarra, pinta, lleva buenas calificaciones... en fin es un caos esa familia, para mí.
—¿Por qué te fuiste con tus tíos? —Pregunto Nicolás.
—Quería unas vacaciones. Ya sabes, mi mamá me veía algo apagada...
Se me queda viendo y levanta las cejas.
—¿No te llevas con tus padres?
—Me llevo mejor con mi papá. Mi mamá y yo nos peleamos todo el día.
Volvió a mirarme con extrañeza. Luego rodo sus ojos a una callejón un poco abandonado.
—Aquí adelante hacen las mejores pastas del mundo, ¿quieres?
Nos metemos. El lugar es como rustico. Huele muchísimo a humedad. Pedimos lo mismo. Y cuando probé la pasta quede encantada. Está riquísima.
Es raro estar con él a solas después de meses. Me gusta mucho. Mucho, mucho. Pero no puedo decirle, siempre evita esa plática conmigo.
Cuando voy a abrir la boca para intentar de decirle él interrumpe.
—La primera vez que te hable a tu celular estuvo chino encontrar tú número.
—¿En serio? ¿Cómo lo conseguiste?
—Me la pase el día entero preguntando por ti en tu escuela y casi nadie te conoce. Ya estaba por rendirme cuando di contigo por un chavo que se llama Josue, ¿lo conoces?
—Sí, es mi amigo.
—Pues tu amigo hizo que le comprara dos cajetillas de cigarros para que me diera tu número.
Eso hace que sonría. Nos quedamos como una hora callados y otra vez, cuando por fin le voy a soltar la sopa, alguien interrumpe trayendo la cuenta. Nicolás paga.
Salimos del lugar y ya estaba anocheciendo. Nicolás toma mi mano y caminamos así hasta llegar a mi casa.
—Gracias por la comida—digo.
—Fue un placer.
—Oye... —
De nuevo no me dejó terminar la oración dándome un abrazo tan fuerte que me saco casi todo el aire, hasta me sentí mareada.
Sin soltarme, dice:
—No te mereces esto pero si no lo hago saldrás perjudicada y es lo último que quiero.
No entiendo. Me separo de él y lo veo a los ojos, lo noto un poco preocupado y triste, aun así me sonríe y acaricia mi mejilla. Me es imposible aguantar su mirada así que empiezo a observar mis tenis.
—Marion.
—Nicolás.
Volví a alzar a la cabeza. De nuevo lo miro a los ojos.
—Te quiero mucho.
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La teoría de Marion
Roman pour AdolescentsLa vida de Marion da un giro repentino cuando se da cuenta de los secretos más oscuros de su familia, relacionada con años atrás. Teoría de Marion: Toda Marion permanece en estado de alegría o tranquilidad, a no ser que sobre ella actué un fuerza l...