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Llegamos a la fiesta demasiado temprano. Sólo están como cinco amigos de Majo y sus novias. Cada una tiene como diez kilos de maquillaje, parecen payasos.  Majo se llevo a Nicolás lejos de mí así que me chingo y me pongo a hablar con las chavas de diez kilos de maquillaje en la jeta. Tienen más o menos mi edad, una me cuenta sus traumas de sobre peso y otra se la pasa quejándose de que esta chaparra, es como para pegarse un tiro.

Las personas empiezan a llegar de a monto. No dejo escapar la oportunidad y me escapo de esas arañas.

Siempre hay litros de alcohol en las fiestas de Majo. Antes, cuando éramos “mejores amigas” me contaba que hacía que cada una de estas fiestas. En total se ha acostado con seis chavos y con uno como tres veces. Lo raro es que con el que se acostó tres veces consecutivas ahora está en esta fiesta emborrachándose mientras ve a María José eternamente enamorada de su presa, Nicolás. Sigo pensando que lo ha de estar amenazando o chantajeando porque Nicolás parece muerto cuando esta alado de ella, no muestra ninguna emoción o gesto de gusto hacia Majo y creo que eso lo que ocasiona que ella se clave cada vez más con él.

Voy a la cocina en busca de comida cuando me topo a una pareja pasándose la mano por todos lados. Hago como que no los veo y voy directo a la alacena. Estoy abriendo unas papas cuando dos chicas entran corriendo a la cocina:

—¡Esta guapísimo! ¿De dónde salió ese bombón? —Escucho decir a una.

—No lo sé pero le tenemos que hablar.

Y después se salieron corriendo. Vaya con las muchachas de hoy en día..

Vuelvo a escuchar que alguien entra a la cocina. Por un momento las tripas me dan tantas vueltas que siento nauseas creyendo que era Nicolás el que había entrado. Pero es el chavo que me quiere sacar mi numero desde hace rato. Se supone que me vine a la cocina para evitarlo ¿cómo me encontró si está más ebrio que nada?

El tipo se me queda viendo sin decirme nada, con cara de “¿por qué te escapas de mí, qué no has visto mis pectorales?” Se voltea hacia el patio, agarrando un montón de papitas de la bolsa.

—¿Por qué tan solita, amiga?

Lo primero que hago es no contestarle y huir a la mesa de los chupes. Mientras me sirvo refresco me pongo a buscar a Nicolás.

Yo me quiero morir.Nicolás y Majo están bailando muy pegaditos y ella le habla cerquita del oído y él solo sonríe. Estoy a punto de ponerme a llorar.

 Dejo el vaso en donde lo deje y me voy al baño. Me veo al espejo por un par de segundos y después me pongo a llorar como loca. Puedo gritar y patalear y sé que nadie me va a decir nada porque todos están borrachos allá fuera y obvio no escucharían mis llantos gracias a la música.

 —Marion…

 Creo que si me escucharon... Si es otra vez el tipo ese soy capaz de golpearlo ahora mismo. Aun así no contesto.

 —Marion…

 Vuelven a llamar pero me cuenta trabajo distinguir la voz.

 —¿Quién eres?

—Yo. Ya ábreme.

 Me seco las lágrimas. No sé si abrirle, aun no sé quién es. Aun que tengo por seguro que no es Nicolás, reconocería su voz de inmediato. En cuanto la abro se mete  y vuelve a cerrar la puerta. Sin que tenga tiempo de ver quien es me abraza, a la hora de que me llega su aroma sé quién es. Marcos. Me pongo a llorar otra vez.

 —¿Qué ganan con restregarme en la cara que son felices?

 —Son unos cabrones, mujer.

—Tú eres el cabrón que me dejo venir sola.

—No tenía ganas de convivir con niños. Perdóname Marioneta.

—Estas perdonado, idiota no me vulvas a dejar sola, júralo.

—Lo juro, amiga.

Se separa de mí y me da un beso en la frente, me seca bien las lagrimas y me quita la suciedad que dejo el rímel alrededor de mis ojos.

 —Quiero irme a casa...

—No.

—Mis papás nos van a regañar.

—Ya me regañaron a mí, no te preocupes, ahora nos tenemos que divertir.

—Lo sé pero no quiero estar aquí.

—Bueno vamos a otro lado.

A la media hora vamos en el auto sin ningún destino. Marcos se estaciona en medio de la calle.

—¿Por qué no quisiste acompañarme? —Pregunte al fin.

—No tenía ganas…

—Mientes— afirme.

—Mis padres se están divorciando, Marion.

—Eso ya lo sabía.

—Lo están llevando al extremo, por eso me vine aquí unos días pero creo que fue una mala decisión.

—¿Por?

—Mi novia me odia, ella sigue con la idea de que aun tenemos algo.

—Que mal que no confié en ti— sonreí—. Me siento triste y ya estoy harta.

—Tú estás triste porque quieres, Marion.

—¿Cómo?

—Pues sí, tú eres la única que decide estar triste o feliz.

Empieza una canción y quiero preguntarle de quién es pero como que no tengo ganas de hablar. Cierro los ojos y suelto un fuerte suspiro. Tiene razón. No necesito a nadie para ser feliz.

—¿De qué sonríes?

—¿Yo?

De repente me oigo reírme y me encanta mi risa. Como si por primera vez la oyera de verdad, sin que suene a compromiso o de  nervios.

 —Estás loca flaca.

Marcos sonríe. Puedo ver en su sonrisa gran satisfacción al verme sonreír después de tanto tiempo que no hacerlo. Enciende el auto y arranca.

Hasta ahora me doy cuenta de cuánto extraño a Majo, David, Mau, mi hermano, mis padres. Quiero volver a platicar con Majo como antes. Quiero abrazar a David como antes sin tener miedo de ser juzgados por nuestro amor totalmente imposible. Quiero bailar. Quiero sentir.

Me vale que Nicolás este con alguien más, no lo amo, sólo es coraje de que yo tampoco lo pude obtener después de que yo estaba acostumbrada a tener todo. Yo solo he amado a una persona y la he dejado en el olvido por la culpa del qué dirán...

La teoría de MarionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora