[22]- SEGUNDA PARTE

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Su pecho ya no latía, su corazón se había callado para siempre. Mi primer amor murió entre mis brazos. David había muerto, mi primer amor y con él mi juventud. 

Pasamos lo mejor y lo peor juntos, pero él siempre volvía a mí, a buscarme, no le denuncie cuando tenía que hacerlo porque yo le amaba de verdad y él se arriesgo a estar conmigo a pesar de que mis padres le odiaran, a pesar de que estuvo una vez por mi culpa en la cárcel y a pesar de que él me dijera que ya no regresaría porque siempre lo terminaba haciendo, me volvía a buscar todas las veces que él intentaba alejarse de mí porque simplemente éramos unos imanes con la fuerza magnética más poderosa de todas. Y cuando por fin pudo estar conmigo no tuve tiempo de disfrutarlo el tiempo que yo hubiera querido. Ahora, no volvería jamás, sólo sería un recuerdo y curiosamente, la muerte consigue eso, que queden los buenos recuerdos y ahora se repetía la imagen de nuestro hijo, me giré hacía él, lloraba, al menos había conocido a su padre y me alegro que sea la viva imagen de él.  

Como me dijo una vez David: no vería mejor forma de morir que junto a ti, flaquita, yo debo de morir antes que tú.

Cada vez que me decía esto yo le daba el avión y sólo reía. Ahora, desde que viví esto y efectivamente el murió antes que yo, no he vuelto ni siquiera a sonreír porque prácticamente fui su verdugo.  

Ahora no tenia con que mantenerme y mucho menos con que mantener a mi hijo. Pero lo primero que decidí fue alejarme de todos aquellos que realmente odiaba: mi mamá.

“Partiré lejos y jamás volveré a ver tu lindo rostro. A pesar de ser hermosa por fuera… por dentro te estás pudriendo. Con cariño tu querida hija a la cual corriste de casa por estar enamorada de su supuesto primo.”

La teoría de MarionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora