XIX: Empezar desde cero

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—Mami ¿Y la otra casa?

—Ya no podemos vivir más allí, mi amor —le dijo mientras acomodaba la ropa del niño—. Viviremos aquí.

—Pero a mi me gustaba más la otra —se quejó.

—Lo sé hijo, pero-

—Esta casa es fea.

Sonrió y le dio un toquesito en la nariz.

—Solo será un tiempo, ahora ve a buscar tus juguetes, hay que acomodar todo.

—De acuerdo —refunfuñó caminando a la sala.

Sonrió afligida, y terminó de guardar la ropa de Tito.

Sí, ese departamento era muy precario, comparado con él que Vicent le había "obsequiado". Pero con su dinero, no podría costear otra cosa.

-o-o-o-o-

"Se subió encima de él, y el rubio rápidamente la tomó de las caderas, presionándola contra su erección.

Sabía que debía ser paciente, pero las ganas de estar con ella, era algo que no podía controlar.

Sonrió y se inclinó hacia adelante, rozando sus labios con los de él. Los besos no estaban permitidos, pero le gustaba hacer aquello, y sentir su respiración pesada, chocar contra su boca.

—Ivanna, no sigas torturándome.

—¿Serás cuidadoso?

—No si sigues provocándome así."

Observó desde su auto a la joven madre castaña, mientras llevaba de la mano a su hijo. Al parecer, el niño estaba por entrar en su clase de nivel inicial.

Los miró, y los siguió lentamente con el auto. Era una terca, el auto que le había de vuelto, lo podría estar usando ahora, en vez de estar caminando con el niño, a esa hora de la mañana que hacía tanto frío.

Esperó a que ella lo dejara, y salió del auto a su encuentro.

Ivanna retomó el camino de regreso a su casa, abrazándose a si misma. Estaba helando.

Sintió una gruesa campera ser colocada sobre sus hombros, y levantó la cabeza, encontrándose con una seria mirada verde.

—No te la quites, te enfermarás —le advirtió.

Y a pesar de que aquella prenda la había hecho dejar de tiritar, se la quitó, devolviéndosela.

—No quiero nada de ti —le dijo dándosela, volviendo a abrazarse a sí misma.

—¿Quién cuidará de Tito si te enfermas?

—No te interesa mi hijo, ya te lo dije —pronunció pasando por su lado, continuando su camino.

—Iva, bebé, hablemos.

—No me llames así.

—Te extraño. Extraño estar contigo, extraño... tener sexo contigo.

—Déjame en paz —pronunció bajo.

Sólo era una prostituta... Sólo eso.

—Ivanna, hablemos por favor.

—Ya te lo dije, no quiero saber más nada de ti. Y si mal no recuerdo, tú mismo dijiste que como yo, hay cientas.

—Me equivoqué, sólo mentí. No puedo sentir lo mismo con ninguna otra.

—¿O será que no existe otra estúpida que se aguante tus malos tratos? ¿O es qué te denunciaron por violación?

—Ivanna —pronunció con pesar, tomándola de uno de sus brazos para detenerla—. Lo siento, sé que fuí... Muy brusco contigo, que te lastimé.

—No me interesan tus lo siento —le dijo soltándose de su agarre—. Ya no quiero saber más nada contigo. No volveré jamás a hacer lo mismo. Y mucho menos, con un tipo como tú.

—Está bien, me parece muy bien. Tu eres mejor que esas mujeres.

—No intentes elogiarme.

—No quiero hacerlo, solo digo la verdad.

—No me interesa, vete.

—Ivanna, quiero estar contigo. Sal conmigo.

...

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