LVIII: Error

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—Oye, salgamos.

La miró sorprendido.

—¿Solos? ¿A dónde?

—Abrieron un nuevo bar, y me encantaría ir contigo ¿qué dices?

—No lo sé, Raquel. Debo hablar primero con Iva.

—¿Debes pedirle permiso? Creí que no era tu mujer.

—No, pero debo organizarme con ella, por los niños.

—Bueno, si cambias de opinión, y puedes salir, avísame —sonrió falsamente, maldiciéndo a Ivanna.

—Gracias de todo modos, es un lindo gesto que me consideraras.

—Sólo quiero que la pases bien, que tengas una buena noche.

-o-o-o-o-

—Oye Iva.

—Dime —le dijo sonriendo, mirando a su bebé mientras lo cambiaba.

—Creo que saldré esta noche. ¿Te molesta? ¿O estás de acuerdo en quedarte sola con las niños?

—No hay problema, sal. Yo puedo con ellos. Además ésta tarde vendrá Fiana, le diré que se quede a cenar con nosotros.

—De acuerdo.

-o-o-o-o-

Observó a la mujer que dormía plácidamente a su lado, y se sintió vacío.

Sí, quizás había sido el mejor polvo que había tenido hacía meses, pero, no se sentía bien.

Hasta ya se arrepentía de lo estúpido que había sido.

Suspiró frustrado, y se pasó una mano por el rostro y el cabello. Debía irse, ya era muy tarde, ni sabía con exactitud la hora.

La miró, preguntándose si debía despertarla o no, y decidió no hacerlo. Quizás se vería mal, incluso ella podría llegar a sentirse mal al despertar y no verlo allí.

Pero él no quería pasar otro minuto a su lado, mucho menos, la noche.

-o-o-o-o-

Tarareó una melodía, mientras le daba los biberones con leche a los bebés. Con casi seis meses, ya podían sostenerlos solitos, aunque claro, ella debía estar atente mientras lo hacían.

Le sirvió el desayuno para Tito, y cuando estaba por servirse una taza de té para ella, entró Vicent a la cocina.

—Que ojeras ¿no estuvo bien la noche? —le preguntó sonriendo.

Y ver esa hermosa sonrisa, a esa hermosa mujer, más arrepentido se sentía de la estupidez que había hecho.

—Em, sí... Sólo no dormí bien.

—¿Llegaste tarde anoche? No te oí —le dijo mientras le servía una taza con café, y le acercaba las tostadas.

—Algo así... —murmuró.

Limpió la comisura de los labios de los bebés, y tomó a uno, apoyándolo contra su pecho para hacerlo eructar.

—¿Estás bien, Vicent? Luces afligido. ¿Pasó algo malo?

—No, no, sólo no dormí bien.

—Oh, bueno. Puedes desayunar y luego irte a dormir otro rato. Es temprano.

—No, quiero quedarme contigo, es decir, ayudarte con los niños —se corrigió rápidamente.

—Está bien —sonrió.

-o-o-o-o-

—Hice una estupidez.

—¿Qué cosa? ¿Vicent no te cansas? —le dijo en un tono cansado Leo.

—Tuve sexo con Raquel.

—¿La de limpieza?

—Sí...

—Que idiota eres, ¿por qué lo hiciste? ¿Y encima te arrepientes?

—Porque no siento nada por esa mujer. Y aunque la pasé bien... Me sentí vacío.

—¡Felicidades! Tienes consciencia.

—No es gracioso. Esa mujer trabaja en mi casa.

—¿Y para qué diablos tuviste sexo con ella entonces?

—Porque tenías ganas, pero... Agh —gruñó frustrado—. No sé que haré.

...

¿Sugar Daddy?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora