V: Problemas

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Llegó hasta su departamento, y al pasar la tarjeta, la puerta no se abrió.

Lo intentó por segunda vez, obteniendo el mismo resultado.

—No puede ser —pronunció molesta, pasándola una vez—. ¿Por qué demonios no abres?

—Porque esa tarjeta ya no sirve.

Su cuerpo se estremeció por completo al escuchar aquella gruesa y molesta voz.

Y no quiso voltearse para mirarlo, pero sintió como se paraba detrás de ella, y extendía uno de sus brazos, pasando una tarjeta que abrió la puerta.

—¿Debo pedirte que entres? —le dijo claramente molesto.

Negó con la cabeza, y entró, seguida por él que luego cerró la puerta.

Observó las luces apagadas, y la miró curioso.

—¿Y Tito?

—Le pedí a Fiana que lo cuidara.

—Que bueno escucharlo. Ve a la habitación.

—Víctor-

—No lo repetiré.

Apretó sus dientes molesta, y fue hasta su habitación, y cuando se giró para encararlo, él la tomó del rostro, asustándola.

—¿Por qué te fuiste?

—Ya tenías compañía esa noche.

—Yo no te di permiso de hacerlo, y te lo dejé en claro.

Tomó con sus pequeñas manos la muñeca de él.

—Me lastimas.

—No estoy siendo brusco.

Negó con la cabeza, y el rubio la soltó.

No, no podía continuar con aquello. Sí, tal vez en seis meses había conseguido mucho más de lo que ella lo haría en años, pero no importaba.

Había pensado que sería fácil, sólo complacerlo a él. Pero... nada era lo que parecía.

Se quitó la pulsera que estaba en su mano izquierda, y luego los aretes y collar que él le había regalado.

El rubio la observó confundido.

—¿Qué haces?

—Me cansé —le dijo dándole las joyas—. Ya no quiero seguir con esto.

—¿Qué? No, no, no bebé —pronunció preocupado—. Hablemos.

—Vicent, puedes tener la mujer que quieras.

—Sí, pero yo te quiero a ti.

—Hay cientas como yo.

—Ivanna... ¿Qué quieres? Dímelo y te lo daré.

—Terminar con esto.

—Todo menos eso.

—Ya eres un tipo grande, no te comportes como un adolescente.

—¿Qué hay de Tito?

—Las cosas deben permanecer así como están.

—Ivanna.

Intentó tomarla de las manos, pero ella se alejó.

—No, ya no. Te devolveré todo, soy yo quien está rompiendo nuestro acuerdo.

—No quiero eso.

—La llave del departamento ya la tienes —le dijo mientras buscaba la llave del auto dentro de su pantalón—. Éstas son del auto, está en el estacionamiento.

-o-o-o-o-

—Ivanna —pronunció sorprendida Fiana de verla allí.

—Hola, ¿está durmiendo?

—Sí, pasa. ¿Qué pasó?

—Nada, sólo se canceló el viaje. ¿Está en tu habitación?

La muchacha asintió con la cabeza, e Ivanna se fue rápidamente hasta la habitación de su amiga.

Allí, sobre su cama, había un pequeño bulto tapado, hecho una bolita.

Sonrió con ternura y se subió a la cama, abrazándolo.

—¿Mami?

—Hola guapo —le dijo besando su frente, sonriendo.

—¡Mami!

—Hola mi amor —pronunció estrechándolo entre sus brazos—. ¿Me extrañaste?

—Sí. Ya no te vayas —se quejó haciendo un pequeño mohín.

Lo observó afligida, y acarició suavemente su cabello lacio y dorado.

—No amor, ya no me iré, me quedaré contigo.

—¿Y podemos dormir hoy juntos?

—Claro que sí, hijito. Podemos dormir juntos hoy, mañana, y todas las noches que quieras.

...

¿Sugar Daddy?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora