XXVII: Karma

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Buscó su mano para tomarla, y aunque ella no quería hacerlo, lo hizo de todos.

Sabía que él ni se merecía una pizca de lástima, pero jamás había sido rencorosa.

Entrelazó sus dedos con los de la castaña, y continuó conduciendo, ambos en silencio.

Se permitió mirarlo por un momento, él estaba con la vista en la carretera, y fue entonces que se preguntó, ¿Dónde había quedado el hombre qué había conocido hacía años atrás?

"Sonrió besándola, mientras la dirigía a la cama. Hacía una semana no se veían, pero estaba ansioso por estar con ella una vez más.

Se mantenían en contacto,  siempre hablando, y jamás hubiese creído, que una chica más de diez años menor que él, pudiese gustarle tanto.

—Ey, espera —le dijo ella sonriendo, pasando sus brazos por detrás de su cuello—. Hoy quiero hacer algo más, además de estar en la cama.

Se inclinó hacia abajo, probando su boca una vez.

—Pero si la pasamos bien aquí.

—Pero quiero salir contigo también —sonrió mientras él le daba cortos besos.

—¿A dónde quieres ir?

—Al cine, vamos al cine —le dijo con una dulce sonrisa, mirándolo a los ojos—. Y luego podemos ir por un helado.

La observó, sonrió, y luego asintió con la cabeza, antes de volver a besarla."

Conocerlo, estar con él, había sido siempre una aventura. Le gustaba escucharlo hablar, escuchar su risa, sus proyectos. Ella era joven, y tener en frente a un hombre maduro, que la mimaba, la había cautivado.

Hasta que se enteró que estaba embarazada, ahí descubrió lo que realmente él era.

Lo que es, pensó recordando amargamente las veces que la había hecho llorar, que la había herido. Lo egoísta, violento y maníaco que se había vuelto, no era el hombre... Del que cinco años atrás se había enamorado.

Intentó quitar su mano, y él no se lo permitió, mirándola por unos breves segundos, ya que aún seguía conduciendo.

—¿Qué pasa?

—Nada, solo no me siento bien.

—¿Qué tienes?

—Nada, Vicent.

—¿Quieres que te lleve hasta la casa de tu amiga a buscar a Tito?

—No, iré a buscarlo yo.

—Hace frío para que estés caminando con el niño.

—Son sólo unas cuadras. Vicent, cuando te conocí, me dijiste que tenías un hermano.

—Vaya, que memoria —sonrió.

—¿Él habla contigo?

—Sí, ¿Por qué?

—Debo darle las instrucciones de tus tratamientos. Así él te acompaña en todo el proceso.

Frenó frente al departamento de Ivanna, y la miró confundido.

—¿Él? ¿No estarás conmigo?

—No, yo tengo que trabajar, y ocuparme de Tito.

—Pero yo quiero que tú estés a mi lado —le dijo en un tono bajo, suplicante—. Tú entiendes de estas cosas. Leo o yo no sabemos nada.

—No te preocupes por eso, los médicos les explicarán todo lo necesario, y cuáles son los mejores métodos a seguir.

—Iva, por favor, no me dejes ahora que te necesito.

—¿Recuerdas cuándo te pedí que estuvieras conmigo? Cuándo me echaste de tu casa a los empujones ¿al decirte que estaba embarazada?

—I-Iva-

—Yo también te necesité a mi lado. Tuve miedo, y me tuve que hacer cargo sola, de un bebé que hicimos ambos —le dijo con lágrimas en los ojos—. Tú me diste la espalda, Vicent. Todo en esta vida vuelve.

...

¿Sugar Daddy?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora