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Las personas mayores.

     Primero entras al preescolar, jardín de niños o como le quieran llamar, luego entras a la primaria y ahí las cosas comienzan a ser algo más difíciles, en secundaria piensas que estás viviendo una tormenta de estrés, hormonas, estudio, profeso...

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Primero entras al preescolar, jardín de niños o como le quieran llamar, luego entras a la primaria y ahí las cosas comienzan a ser algo más difíciles, en secundaria piensas que estás viviendo una tormenta de estrés, hormonas, estudio, profesores y sientes que vas a convulsionar, en la universidad, no sé qué decirte, pero a las personas que les he preguntado me han dicho: "quiero llorar pero no tengo tiempo o quiero tirarme de un puente pero tampoco tengo tiempo".

Eso es un alto estímulo para luchar por la carrera que quieras, ¿no crees?

Asumo que la vida no solo es dura si no también estresante. El estrés siempre está en mi vida. El estrés y yo. Yo y el estrés. ¡Estrés, me tienes harta!
  
Recuerdo cuando estaba en primaria y me quejaba de la cantidad de tarea, de los profesores, de los recreos cortos, de como nos quitaban nuestros juguetes para que prestásemos atención a clases que hacían que mi cerebro convulsionase. Parecía lo más difícil del mundo, me sentía como si me pidieran que creara mi propio teorema con nada más nueve años de edad, hay gente con un cerebro súper dotado que puede hacerlo cuando quiera y tenga el conocimiento, pero yo no me sentía así, me encantaba la sensación de felicidad que me ocasionaba el obtener una buena nota en un trabajo, cómo las presumíamos entre nosotros, y el como Zoe se frustraba al no entender las clases a la primera, también me gustaba cuando pasábamos gran parte de la tarde estudiando, logrando que Zoe entendiera los temas y el resto de la tarde jugábamos hasta que se iban y mi sonrisa no se borraba.

¿Ahora? pues ¿yo? Bien gracias.

Aquí, esforzándome por entender la clase de física, por aprobar, para tener una beca en la universidad que siempre he querido y ahora cuando antes todo era más fácil, es una odisea y ni hablar de lo que me espera en la universidad, ahora me paso los días sintiéndome estresada por todo, es como si me estresara por estresarme, me estreso antes de que lo que me estresa pueda pasar; lo de siempre. Para tener una beca debo esforzarme, para que sea completa debo esforzarme el cuádruple.

La profesora termina de explicar la clase, coloca algunos ejercicios nada difíciles en el pizarrón, se limita a sentarse en su escritorio y revisar unos papeles, tal vez esté planeando su plan malévolo para el próximo examen, nunca se sabe. Realizo los ejercicios prestando atención a cada mínimo detalle, las voces de los alumnos por todo el salón y los ruidos raros que comienza a hacer uno de los simi... digo compañeros de clase se mezclan con mis pensamientos.

Estúpido Dick, hace eso cada clase, parece que su ambiente debe estar lleno de un ruido, raro, pero cierto.

—Profesora, ¿estos ejercicios son para hacerlos aquí o en casa? —pregunta, Dick.

¿Malgastando saliva a tu gusto, eh, Dick?

—¿Te coloco mala nota desde ya o espero a que te hagas el sorprendido por lo que sacaste?

El mar de su sonrisa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora